

Artículo 5: Los 39 Artículos de la Religión | Comentario
El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es de una misma sustancia, majestad y gloria, con el Padre y el Hijo, verdadero y eterno Dios.
El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es de una misma sustancia, majestad y gloria, con el Padre y el Hijo, verdadero y eterno Dios.
Este artículo aborda la definición y límites de la autoridad de la Escritura en la Inglaterra de principios de la Edad Moderna, centrándose en el influyente tratado de Richard Hooker, Of the Lawes of Ecclesiastical Politie (1594). Analizando lo que Hooker llama las «distintas formas de Sabiduría», el capítulo se ocupa de la cuestión de cómo la Biblia se sitúa en relación con la razón natural, así como las concesiones y ampliaciones aportadas a la doctrina de los reformadores de la sola scriptura, de que la Biblia contiene todas las cosas «necesarias para la salvación». Mientras que la sola Escritura debía seguirse en la formulación de la «regla de fe», la razón, la costumbre y la autoridad humana eran necesarias en el orden externo de la religión.
Cristo experimentó la totalidad de la maldición que fue el resultado de la apostasía del pacto de Adán. No hay un solo aspecto de la muerte tal como nosotros la experimentamos que él no compartiera para obtener la victoria sobre ella. El Señor Jesucristo es verdadero hombre. A causa de la integridad de su naturaleza humana, el cuerpo de Cristo descendió al estado de la muerte, y su alma sufrió las agonías del infierno. Jesús tomó un cuerpo humano para salvar nuestros cuerpos. Y tomó una mente humana para salvar nuestras mentes. Sin hacerse hombre en sus emociones, no habría podido rescatar nuestros corazones. Y sin asumir una voluntad humana, no habría podido salvar nuestras voluntades rotas y extraviadas. En palabras de Gregorio Nacianceno: «lo que no ha asumido no lo ha sanado».
El Señor Jesucristo es verdadero Dios porque su esencia o sustancia es divina. Tiene una naturaleza divina íntegra y perfecta. Completo en la Divinidad, está en una relación eterna y perfecta con el Padre. Es enteramente Dios y, sin embargo, se distingue en relación con el Padre, como Hijo (y es engendrado del Padre desde la eternidad). Esta relación se denomina «generación» y a veces se utiliza como sinónimo de filiación.
No hay más que un Dios vivo y verdadero, eterno, sin cuerpo, partes ni pasiones; de infinito poder, sabiduría y bondad; Hacedor y Preservador de todas las cosas tanto visibles como invisibles. Y en la unidad de esta Divinidad hay tres Personas, de una sustancia, poder y eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Si alguien duda de nuestra enseñanza, escribe Jewel, debería hacer lo que los Padres hicieron, y corroborarlo con las Escrituras: Porque los padres católicos y obispos de aquellos días nada dudaban sino que [creían que] nuestra religión podía ser suficientemente probada por las divinas Escrituras; ni se atrevieron jamás a tomar por hereje a nadie cuyo error no pudieran desmentir clara y llanamente con las mismas Escrituras. Por tanto, si nosotros somos herejes, y ellos (como se les quiere llamar) católicos, ¿por qué no hacen lo mismo que los padres, verdaderos hombres católicos, hicieron siempre? ¿Por qué no nos convencen por las Sagradas Escrituras? ¿Por qué no nos traen para ser juzgados por ellas? ¿Por qué no demuestran que nos hemos apartado de Cristo, de los apóstoles, de los profetas y de los santos padres? ¿Por qué dudan? ¿Qué es lo que temen?
Este artículo examina la historia del culto, el gobierno eclesiástico, los desarrollos teológicos y el cambio religioso en Gran Bretaña durante el reinado de Isabel. Comienza con una amplia discusión sobre el sentido cambiante de la denominación «ecclesia anglicana». Se presta atención a: la creciente diversificación de fuerzas cismáticas que actuaban en las islas británicas durante este periodo; los cambios en los programas doctrinales promulgados en respuesta a los cambios de monarquía; y la proliferación del debate cultural en torno a la representación de lo cristiano y lo no cristiano en la cultura manuscrita e impresa de este periodo. El artículo explora «casos de prueba» selectos de escritores y documentos de la época para iluminar cuestiones particulares. Considera la hermenéutica propuesta por John Jewel en su famoso «Challenge Sermon» de 1559, la fórmula doctrinal de Los Treinta y Nueve Artículos de Religión (1563/71) y concluye con una consideración de la síntesis distintiva de las tendencias «reformadas» y «católicas» en el acuerdo religioso isabelino.
Cuando Calvino especifica los errores que ve en la iglesia anglicana, no menciona los distintivos esenciales del Acuerdo anglicano de 1662. No les dice que rechacen el episcopado. No afirma que el Libro de Oración Común sea ilegítimo. No habla sobre el calendario litúrgico, ni sobre arrodillarse durante la Comunión. Y en cuanto a ciertos vestuarios litúrgicos, claramente afirma que pueden ser tomados como casos de adiáfora. Lo que Calvino considera intolerable es el uso litúrgico de velas, crucifijos, aceites para ordenación y oraciones a los santos. También cree que la iglesia debe promover la predicación de la palabra y, por ende, un clero educado.
Samuel Bray, uno de los editores de la versión internacional del Libro de Oración Común de 1662, analiza la cláusula ‘y en nosotros no hay salud’, usada en la Confesión General del servicio matutino y vespertino. En su análisis, Bray resalta cómo esta cláusula mantiene su fidelidad a los textos bíblicos y su belleza literaria, frente a variantes modernas que, en su opinión, debilitan estos aspectos.
Las iglesias reformadas son y siempre han sido iglesias confesionales: los reformados franceses redactaron la Confesión Galicana en 1559, los escoceses la Confesión Escocesa en 1560, los holandeses la Confesión Belga en 1562 y los Cánones de Dort en 1619, los reformados alemanes el Catecismo de Heidelberg en 1563, los ingleses los Treinta y Nueve Artículos en 1563, los suizos la Segunda Confesión Helvética de 1566 y, por último, los presbiterianos británicos la Confesión de Westminster en 1647.