Los artículos 3-4 de los Treinta y Nueve Artículos de la Religión continúan construyendo sobre la narrativa de la pasión y triunfo del Señor Jesucristo, en la que concluía el artículo 2. Del Hijo eterno, que tomó la naturaleza humana en el seno de la bienaventurada Virgen, «verdaderamente padeció, fue crucificado, muerto y sepultado» (art. 2), confesamos ahora que «descendió a los infiernos» (art. 3) resucitó, subió al cielo, se sentó a la diestra de Dios y volverá para juzgar (art. 4).
Cuando tomamos el artículo 2 con los artículos 3-4 como una unidad, podemos ver cómo están edificados sobre la doctrina de que Jesús es «de una sustancia» con el Padre, y también es «de una sustancia» con la humanidad: verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Esta distinción de inseparabilidad calcedoniana de las dos naturalezas en Cristo suele sintetizarse en la expresión latina distinctio sed non separatio, «distinción mas no separación». La persona del Hijo encarnado implica que nunca deja de ser Dios cuando asume nuestra carne, pero tampoco es algo menos que auténticamente humano en razón de su divinidad: es realmente Dios y es realmente humano a la vez en su única persona de dos naturalezas: sin confusión, cambio, división ni separación.
Del descenso de Cristo a los infiernos
Como Cristo murió por nosotros y fue sepultado, así también debe creerse que descendió a los infiernos.
Este es el más corto de los artículos; sin embargo, desde su composición original hasta su edición final, recibió la revisión más significativa. La fuente del artículo original es el Credo de los Apóstoles, pero con una frase adicional que decía que el cuerpo de Cristo permaneció en el sepulcro durante tres días, pero que su Espíritu fue a predicar a los espíritus encarcelados, o en el infierno, como dice 1 Pedro 3:18. Esta frase fue descartada en 1563, ya fuera en un comité o en la convocatoria de obispos, dejándonos con el descenso, pero sin una explicación de cómo descendió.
El concepto del descenso de Cristo continuó siendo un punto de debate cristológico durante todo el periodo, y creo que en última instancia fue lo que condujo a su revisión. Daniel Hyde enumera cuatro posturas de la época dadas por el anglicano William Perkins (1558-1602):
- Cristo descendió localmente, como afirmaba el original de 1553.
- El descenso de Cristo es sinónimo de su sepultura, la postura de Martín Bucero y Teodoro Beza.
- El descenso de Cristo es una metáfora de sus sufrimientos que ocurren junto con la muerte y la sepultura de su cuerpo, la postura de Juan Calvino.
- El descenso se refiere a todos los sufrimientos espirituales de la pasión y muerte de Cristo y a su permanencia bajo la maldición de la muerte. (Hyde, In Defense of the Descent, 19)
Lo que es significativo en la formulación del artículo por la convocatoria de 1563 es la remoción de la frase que indicaba un descenso local del alma de Cristo a un lugar llamado infierno o Hades y la enseñanza de que entró en el infierno para predicar la salvación a los patriarcas u hombres de la era anterior a Noé, evitando así en primer lugar cualquier referencia a la doctrina católica romana de un estado de limbo o purgatorio (posteriormente condenada en el artículo 22), o sugiriendo la posibilidad de una «segunda oportunidad» después de la muerte.
En segundo lugar, el artículo afirma cómo, según su naturaleza humana, Cristo experimentó la totalidad de la maldición que fue el resultado de la apostasía del pacto de Adán. No hay un solo aspecto de la muerte tal como nosotros la experimentamos que él no compartiera para obtener la victoria sobre ella. El Señor Jesucristo es verdadero hombre. A causa de la integridad de su naturaleza humana, el cuerpo de Cristo descendió al estado de la muerte, y su alma sufrió las agonías del infierno. Jesús tomó un cuerpo humano para salvar nuestros cuerpos. Y tomó una mente humana para salvar nuestras mentes. Sin hacerse hombre en sus emociones, no habría podido rescatar nuestros corazones. Y sin asumir una voluntad humana, no habría podido salvar nuestras voluntades rotas y extraviadas. En palabras de Gregorio Nacianceno: «lo que no ha asumido no lo ha sanado». Quiero sugerir que la reducción del artículo refuerza la integridad de la naturaleza humana de Cristo en la persona del Mediador. Este mismo enfoque nos ayudará a comprender cómo se explican la resurrección, ascensión y sesión de Cristo a la diestra de Dios en el artículo 4.
De la Resurrección de Cristo
Cristo resucitó verdaderamente de entre los muertos, y tomó de nuevo su cuerpo, con carne, huesos y todo lo perteneciente a la perfección de la naturaleza humana; con el cual ascendió al cielo, y allí está sentado, hasta que vuelva para juzgar a todos los hombres en el último día.
De manera interesante, no hay nada que corresponda a este artículo en la Confesión de Augsburgo, y a diferencia del artículo 3, este artículo está prácticamente sin cambios desde 1553. Pero al igual que el 3, este recalca la integridad de las dos naturalezas en que la resurrección de Cristo fue física. Su propósito, por tanto, es poner de relieve la verdad de la resurrección y salvaguardar la humanidad del Señor Jesús de lo que había llegado a conocerse como la postura luterana de la ubicuidad del cuerpo de Cristo. Los divinos anglicanos rechazaron la posición luterana porque negaba que el Cristo ascendido conservara las propiedades naturales de un cuerpo humano (incluida la de ocupar un espacio en un momento determinado). Para obtener una comprensión más clara del ímpetu que hay detrás de la redacción del artículo 4, aquí está el capítulo 4 Of the Two Natures of Christ after the Resurrection de la Reformatio Legum Eccleiasticarum de Cranmer escrita en el mismo período que nuestro artículo:
«Asimismo ha de creerse que nuestro Señor Jesucristo, aun después de la resurrección, tenía una doble naturaleza; una divina, incomprensible, ilimitada e infinita, que está en todas partes y llena todas las cosas, y otra humana, finita y definida por los límites y fronteras del cuerpo humano, con la cual, después de haber purgado nuestros pecados, ascendió al cielo, y allí está sentado a la diestra de Dios de tal manera que no está en todas partes, pues es necesario que permanezca en el cielo hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, cuando vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, para recompensar a cada uno según sus obras».
El artículo 4 anticipa así el posterior artículo 29 sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor. Es importante entender el artículo 29 a la luz del artículo 4 porque en las controversias eucarísticas de la época los luteranos afirmaban que el cuerpo «ubicuo» de Cristo podía estar presente «en, con y debajo» de los elementos del pan y el vino, pero de una «manera celestial y espiritual», es decir, sin transubstanciación. En su lugar, los teólogos anglicanos afirmaban, junto con otros reformadores continentales, que la presencia de Cristo en el sacramento era solamente espiritual.
Este artículo hace parte de una serie de comentarios sobre Los 39 Artículos de la Religión Cristiana la cual puede ver aquí.
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Agradecemos al doctor Jansma por permitirnos publicar su serie sobre Los 39 Artículos de la Religión Cristiana en nuestro sitio web. 1Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original al igual que los subtítulos que se ingresan para facilitar la lectura
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