El pensamiento trinitario del siglo IV, en cuyo contexto surgió el «cristianismo niceno» tal como lo conocemos, se caracterizaba por tres rasgos básicos: (1) un claro sentido de la distinción entre «persona» y «naturaleza» en la Divinidad, con el entendimiento de que hay tres de la primera y solo una de la segunda; (2) la convicción de que la generación eterna del Hijo no constituye una división entre el ser del Padre y el ser del Hijo, sino que tiene lugar en el ser indivisible e incomprensible de Dios; y (3) la creencia de que la unidad de ser entre el Padre, el Hijo y el Espíritu implica una unidad de operación en sus obras hacia las criaturas. Debemos señalar que estos tres rasgos no solo caracterizan la teología trinitaria del siglo IV, sino también la teología trinitaria dominante en Oriente y Occidente, en la patrística tardía, el medievo y la modernidad, tanto en el catolicismo romano como en el protestantismo.