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Catolicismo Reformado

La creciente popularidad de la Edición Internacional del Libro de Oración Común [LOC] de 1662 ha dado muchos frutos positivos, siendo quizá el mayor de ellos el reencuentro del culto anglicano con la Reforma Magisterial. El LOC de 1662 lo hace principalmente a través del contenido de su liturgia. Sustancialmente, su culto es el de Cranmer, y el lector atento notará lo que está y lo que no está presente tanto en el texto como en las rúbricas. Pero otro componente importante del LOC de 1662 es el material introductorio, útilmente colocado al principio de esta nueva edición. El Prefacio, escrito por los obispos de la Restauración, junto con los dos ensayos siguientes, “Concerning the Service of the Church” y “Concerning Ceremonies”, escritos por el propio Cranmer, constituyen un argumento unificado para todo el Libro de Oración. Estos demuestran que el LOC es un documento de la Reforma comprometido con los principios de culto de la misma.

El Prefacio

Para comprobarlo, basta con leer los documentos y fijarse en cómo explican su propia identidad eclesiástica, tanto en términos de historia como de valores. Comenzaremos por el Prefacio. Para empezar, está la denominación de “la Iglesia de Inglaterra” (ed. Bray & Keane, ix). Puede parecer trivial, pero en realidad es fundamental. Este libro es para Inglaterra y la Iglesia inglesa. No es una teoría abstracta de la eclesiología como tal. Tampoco afirma que la Iglesia de Inglaterra sea un subconjunto de una corporación eclesiástica mayor y más elevada. No, de lo que se trata es de que esta Iglesia en concreto diga quién es, de dónde viene y qué valora.

Sí, esto entonces apunta a la famosa “vía media”, tan querida por el anglicanismo. Pero aquí el término medio no está entre el catolicismo romano y el protestantismo, ni siquiera entre Wittenberg y Ginebra. Más bien está entre “demasiada rigidez en el rechazo” y “demasiada facilidad en la admisión” de variaciones en el culto histórico. En otras palabras, este libro es tanto una continuación como un cambio de las liturgias inglesas anteriores. A continuación, el prefacio ofrece una explicación prudentemente conservadora de su metodología. La “experiencia común” enseña que los cambios innecesarios causan más problemas de los que resuelven. Así pues, en las cosas “indiferentes”, el cambio sólo debe hacerse con sumo cuidado. Nótese cómo el Prefacio considera que tanto “las formas particulares del culto divino” como “los ritos y ceremonias señalados” son tales cosas indiferentes “en su propia naturaleza”. Las Escrituras proceden de Dios, así como los actos de oración y los sacramentos, pero el modo en que uno ora o la forma de administrar los sacramentos, incluso corporativamente, no es una ley divina. También es importante recalcar que la mera descripción de “indiferente” no significa que uno pueda hacer con ella lo que quiera. Por el contrario, el Prefacio dice que los cambios deben hacerse sólo después de “consideraciones de peso e importantes”. Además, estos cambios sólo deben hacerlos “los que están en lugar de la autoridad”. Esto se entendió originalmente como un argumento de que el magistrado civil, como expresión de la propia nación, era la última autoridad de este tipo (todas las citas de este párrafo son de la página ix).

Y lo que es más importante, el Prefacio afirma que fue la Reforma el punto de inflexión en la historia litúrgica inglesa. “Desde la Reforma” se introdujeron ciertas “alteraciones” en el Libro de Oración, pero todas ellas fueron cambios menores (ix). “El cuerpo principal y lo esencial de él… han continuado siendo los mismos hasta el día de hoy, y aún permanecen firmes e inamovibles…” (ix-x). Así pues, el LOC de 1662 es esencialmente el mismo culto que la Iglesia de Inglaterra practicaba y defendía en la época de la Reforma.

El Prefacio continúa criticando a “los hombres que son dados al cambio y siempre han descubierto una mayor consideración por sus propios caprichos e intereses privados que por el deber que tienen para con el público” (x). Estos son seguramente los puritanos, o quizá muchos de los puritanos, aunque el Prefacio también menciona “el crecimiento del anabautismo” en Inglaterra (xii). Quizá haya algo de tono defensivo en parte de esta retórica, aunque la historia política lo hace comprensible. Aun así, no debemos permitir que la polémica nos distraiga. El argumento es que la Iglesia de Inglaterra considera que las propuestas de estos críticos son innecesarias, imprudentes o, de hecho, contrarias a su objetivo de conservar el culto de la Reforma inglesa.

Sobre el servicio de la Iglesia

A continuación, pasamos a un documento más antiguo, una especie de prefacio del propio Cranmer, “Concerning the Service of the Church”. Cranmer explica que no hay construcciones humanas, cosas ideadas “por el ingenio del hombre”, que puedan evitar la corrupción del tiempo (xiii). Por lo tanto, ve la necesidad de un nuevo Libro de Oración. A continuación, explica los objetivos y valores originales de los servicios de culto que fueron elaborados por “los antiguos Padres” (xiv). El primer objetivo enumerado es la lectura de las Escrituras, “que toda la Biblia (o la mayor parte de ella) se lea una vez al año” (xiv). Esta lectura de la Palabra tendría varias finalidades. En primer lugar, incitaría al clero a la piedad. En segundo lugar, permitiría al clero “exhortar a otros con sana doctrina y refutar a los adversarios” (xiv). En tercer lugar, esto se extendería a los laicos, ya que Cranmer argumenta que “la lectura diaria de las Sagradas Escrituras en la iglesia” les ayudaría a crecer “en el conocimiento de Dios” e “inflamarlos con el amor de su verdadera religión” (xiv). Para Cranmer, el principal objetivo del servicio de la iglesia es la lectura de la Biblia y la enseñanza de la verdadera doctrina.

A continuación, Cranmer enumera las corrupciones que se establecieron históricamente, cosas que restaron valor a este buen objetivo original. La primera corrupción fue el acortamiento, la marginación y, finalmente, la sustitución de la Palabra de Dios por “historias y leyendas inciertas”, así como por una liturgia teatral excesivamente elaborada (xiv). Señala que las Escrituras dejaron de leerse consecutivamente, más bien se dividieron para ajustarse a una especie de esquema de calendario cíclico. “Pero sólo se empezaban y nunca se leían por completo” (xiv). De este modo, el significado de las Escrituras quedó ensombrecido y acabó perdiéndose.

Cranmer enumera otros problemas. El hecho de no mantener la liturgia en una lengua comprendida por el pueblo era un obstáculo total para escuchar no sólo con los oídos, sino también con el corazón, el espíritu y la mente (xv). Además, la “dureza de las reglas”, “los múltiples cambios del servicio” y la multiplicación de “himnos, responsorios, invitaciones y cosas por el estilo” interrumpían “el curso continuo de la lectura de las Escrituras (xv)”. En conjunto, esto hacía que la Palabra de Dios fuera inaccesible para el pueblo, y así la liturgia se volvía contraproducente.

Cranmer afirma que este nuevo libro, su Libro de Oración Común, devolverá el culto a su condición anterior, aunque de un modo nuevo. “Debe haber algunas reglas”, dice, pero las nuevas serán fáciles (xv). Dejará de lado las cosas “falsas… inciertas… vanas y supersticiosas” y en su lugar enfatizará “la purísima palabra de Dios”. “El lenguaje y orden es sumamente fácil y sencillo para el entendimiento”, y tiene “pocas y fáciles” reglas a seguir. La simplicidad es una virtud. Cranmer también quiere uniformidad dentro de Inglaterra, y señala que el uso múltiple del rito de Sarum, el rito de Hereford, los ritos de Bangor, York y Lincoln ahora deben ser descontinuados en favor del Libro de Oración Común. Sin embargo, permite a la parroquia local “recurrir al obispo” si hay necesidad de usar la “discreción” para aliviar las conciencias dudosas. Se permite la libertad en casos extraordinarios, siempre que las modificaciones necesarias “no sean contrarias a nada de lo contenido en este libro” (xvi).

Sobre las ceremonias: por qué abolir algunas y conservar otras

Finalmente llegamos a la propia apología de Cranmer para la reforma litúrgica, “Sobre las Ceremonias”. Aquí expone su propia filosofía del culto. Gran parte de ella se repite en los otros documentos, a saber, la afirmación de que gran parte de la liturgia fue instituida por el hombre (xvii, xviii) y que es necesario trazar un camino intermedio entre demasiada conservación tradicional y demasiada innovación (xviii). Pero Cranmer añade un poco más de detalle a estas afirmaciones y explica su teología con mayor claridad.

El “orden” es la categoría principal. Cranmer afirma que “la conservación u omisión de una ceremonia, en sí misma considerada, no es más que una pequeñez” (xviii). Esto se debe a que, como señala en la página siguiente, “el evangelio de Cristo no es una ley ceremonial” (xix). Así pues, el LOC no es una versión cristiana del Levítico, y no se insinúa que la liturgia cristiana sea una continuación de la del Antiguo Pacto. Más bien, “el evangelio de Cristo… es una religión para servir a Dios, no en la esclavitud de la figura o la sombra, sino en la libertad del Espíritu”. Las reglas y ceremonias son para el propósito, entonces, de tener un “orden decente y disciplina piadosa”, así como para edificación (xix).

Cranmer también señala que algunos estarán insatisfechos porque el LOC cambia demasiado y otros porque no cambia lo suficiente. Quiere elaborar una liturgia que pueda ser utilizada por todos, pero, en última instancia, dice Cranmer, no está respondiendo tanto a la demanda popular como sí tratando de asumir el liderazgo adecuado sobre toda la Iglesia nacional. “Se pensó que era conveniente no tanto respetar, complacer y satisfacer a cualquiera de estas partes, sino cómo complacer a Dios y beneficiar a ambas” (xviii). El LOC de 1662 es político, pero más que eso, es bíblico.

La antigüedad es un valor importante para Cranmer. Aunque no rehúye la realidad de que la historia de la Iglesia contenía muchas distorsiones perjudiciales, también cree que pueden conservarse muchas ceremonias antiguas. A aquellos que podrían dudar de las antiguas formas tradicionales, les escribe “seguramente donde lo antiguo puede ser bien usado, allí no pueden razonablemente reprobar eso antiguo solo por razón de su antigüedad sin desconocer su propia insensatez” (xx). “La novedad”, dice Cranmer, “debe evitarse siempre” (xx). Las antiguas formas de culto que han sido retenidas por el LOC no son aquellas de las que se ha abusado históricamente, ni aquellas que “cargarían la conciencia de los hombres”, sino que las formas retenidas son más bien aquellas buenas y útiles, mientras no sean “consideradas iguales a la ley de Dios” (xx). Si estas se entienden como adiáforas, y como medios para el fin del culto piadoso en buen orden, entonces son buenas y apropiadas.

Cranmer concluye explicando el carácter nacional del LOC. Afirma explícitamente que la Iglesia de Inglaterra no “condena” a otras naciones cuyas formas de culto difieren. “Creemos que es conveniente que cada país use las ceremonias que considere mejores para exponer el honor y la gloria de Dios, y para reducir al pueblo a una vida más perfecta y piadosa, sin error ni superstición…” (xxi). También dice que otras naciones podrían optar por hacer cambios diferentes, dependiendo de los tipos particulares de abusos en esos países y sus necesidades particulares.

Conclusión

Si tomamos en serio los argumentos del Prefacio, de “Concerning the Service of the Church”, y de “Of Ceremonies”, vemos un Libro de Oración protestante que enfatiza la centralidad de la Palabra de Dios, la accesibilidad de esa Palabra para la enseñanza, una actitud moderada hacia el cambio, una preferencia por la sencillez, un deseo de unidad nacional y una defensa de la libertad espiritual. Se valora la sabiduría política, pero la edificación corporativa es el objetivo superior. No hay ningún atisbo de legalismo. Tampoco hay una defensa romántica de un “catolicismo” idealizado. En su lugar, hay una apreciación de la antigüedad junto con un sobrio reconocimiento de la deformación que vino con la historia de la iglesia. Sin embargo, en lugar de una reconstrucción desde los cimientos, se mantuvieron las cosas buenas que podían conservarse sin ofender, aunque a veces con un nuevo significado y siempre con el propósito de magnificar el evangelio de Cristo.

Es un gran acierto, y muy apropiado, que estos antiguos ensayos litúrgicos sean ahora accesibles a un público común. Estos fueron, en su día, una parte autorizada del LOC en su conjunto. Podemos esperar que muchos anglicanos en nuestro propio país vean su valor y utilidad para la edificación y reforma de las iglesias. Podemos, quizás aún más ambiciosamente, esperar que esta nueva impresión del BCP de 1662 pueda conducir a una reinstauración de los principios históricos que una vez sustentaron las prácticas loables.


Este artículo fue publicado originalmente en Ad Fontes Journal y ha sido traducido con el permiso del Pastor Steven Wedgeworth. Puede escuchar sus sermones aquí. Ad Fontes Journal es una publicación de The Davenant Institute, una insitución que busca recuperar la riqueza del protestantismo clásico para renovar y edificar la Iglesia contemporánea.1Los links que redirigen al lector a otros artículos de este sitio web no hacen parte del artículo original.

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