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Catolicismo Reformado

Las solas de la reforma (Solo por gracia, a través de la sola fe, solo según las Escrituras) no se comprenden muy bien hoy en día. Ayer [18 de abril], sin embargo, fue el aniversario de la famosa declaración de Lutero en la Dieta de Worms. Aunque ya estaba vetado por sus enseñanzas, el rey Carlos V le había prometido un traslado seguro de Wittenberg a Worms. A su llegada, en medio de una gran algarabía, fue conducido a la Sala Imperial, en cuyo centro había una mesa con sus libros.  Le preguntaron si realmente eran suyos y si estaba dispuesto a retractarse.  Pidió nerviosamente más tiempo.  Le dieron un día para pensar.  Al día siguiente le llevaron de nuevo a la Cámara Imperial.  Comenzó a debatir.  Dijo que los libros eran suyos, pero que todos eran de naturaleza diversa.  Inició una larga discusión sobre su contenido. Eck, el teólogo imperial, lo interrumpió y le exigió que respondiera con franqueza y “sin cuernos” (sin dialéctica) si se retractaba o no.  Lutero respondió:

Puesto que entonces Vuestra Majestad y sus señorías desean una respuesta sencilla, responderé sin cuernos ni dientes. A menos que me convenza la Escritura y la razón evidente -no acepto la autoridad de papas y concilios, pues se han contradicho entre sí-, mi conciencia es cautiva de la palabra de Dios. No puedo ni quiero retractarme de nada, pues ir en contra de la conciencia no es correcto ni seguro.

La historicidad de la mayoría de las famosas palabras asociadas con la Dieta (Reichstag Imperial) de Worms “Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. Amén” es incierta, sin embargo, lo que debemos entender es lo que dijo sobre la autoridad de los Papas, los Concilios, la Razón y las Escrituras. Lutero no era biblicista. Lo que afirmaba en Worms era Sola Scriptura (solo según la Escritura), no biblicismo. Afirmaba la autoridad única y final de la Sagrada Escritura y la necesidad de las consecuencias buenas y necesarias inferidas de la Escritura. Afirmaba la perspicuidad de la Escritura, es decir, que la Escritura es lo suficientemente clara como para que los cristianos, con la ayuda del Espíritu Santo, seamos capaces de entenderla y encontrar lo que necesitamos saber para la fe y la vida cristiana. La Confesión de Fe de Westminster 1.6 es un brillante resumen de lo que los protestantes confesionales entienden por Sola Scriptura:

La totalidad del consejo de Dios concerniente a todas las cosas necesarias para su propia gloria y para la fe, vida y salvación del ser humano, está expresamente expuesto en las Escrituras, o por buena y necesaria consecuencia puede deducirse de ellas, a las cuales nada debe añadirse en ningún tiempo ya sea por nuevas revelaciones del Espíritu o por tradiciones humanas. Sin embargo, reconocemos que la iluminación interna del Espíritu es necesaria para una comprensión salvífica de las cosas reveladas en ellas. Reconocemos también que hay algunas circunstancias concernientes a la adoración de Dios y al gobierno de la Iglesia, comunes a todas las acciones y sociedades humanas, que deben ordenarse conforme a la luz de la naturaleza y la prudencia cristiana, según las reglas generales de la Palabra, las cuales siempre han de ser obedecidas.

Bajo la influencia del radicalismo anabautista, que barrió y transformó el evangelicalismo estadounidense en el siglo XIX (cuyas causas son tema de otro post) lo alejó de la comprensión de la Reforma de la Sola Scriptura para llevarlo a una doctrina diferente: el biblicismo o el intento de comprender la Escritura por uno mismo y por sí misma, es decir, aislada de la historia de la Iglesia y aislada de la comunión de los santos. En el biblicismo el intérprete, y no la Escritura, se convierte en soberano. Históricamente, los biblicistas, aunque se jacten de su devoción a la Escritura, en realidad son devotos de la supremacía de la razón. Como alguien, en algún lugar, dijo: “Todos los herejes citan la Escritura”. Una cosa es citar la Escritura y otra leerla bien e interpretarla adecuadamente.

La Escritura es suficiente y suficientemente clara, pero, a causa del pecado, nuestras mentes no siempre están claras. No puedo contar el número de conversaciones que he tenido con racionalistas, es decir, aquellos que sitúan la autoridad del intelecto por encima de cualquier otra autoridad, y místicos, es decir, aquellos que sitúan la autoridad de la experiencia religiosa por encima de la Escritura, que todo el tiempo insistían en que estaban siguiendo la Escritura. Un racionalista sabe a priori lo que debe decir la Escritura. Roma es culpable de este error. Sabía antes de leer la Escritura que Dios sólo puede justificar a quien ya está, por gracia y cooperación con la gracia, inherente y enteramente santificado. Esa es una forma de racionalismo. Los antitrinitarios de principios del siglo XVI sabían, antes de llegar a las Escrituras, que Dios no podía ser uno en tres personas. Los socinianos de finales del siglo XVI y principios del XVII afirmaban seguir las Escrituras, pero rechazaban la interpretación universal (católica) de las Escrituras de que Dios es uno en tres personas, que Jesús es Dios Hijo encarnado, que murió como nuestra expiación sustitutiva. Eran racionalistas que se hacían pasar por estudiantes sinceros de las Escrituras. Antes de llegar a las Escrituras, tenían un compromiso previo con la razón: estaban dispuestos a creer en aquellas cosas que podían explicar y comprender de forma exhaustiva. Las doctrinas de la Trinidad, las dos naturalezas de Cristo y la salvación estaban ya “muertas” para los socinianos. La teología del racionalista está impulsada por la Búsqueda de la Certeza Religiosa Ilegítima (QIRC). Para el racionalista no puede haber ningún misterio.

Los místicos parten de su experiencia personal de Dios o de Cristo resucitado. Lo que más les importa no es lo que la Palabra de Dios dice real y claramente, sino lo que supieron en su encuentro inmediato, personal y místico con Dios. Aunque comienzan con la experiencia y el afecto (sentimiento) terminan en un lugar muy similar al del racionalista. Hablan de la Escritura, pero sólo la siguen cuando confirma lo que ya han experimentado. Se resisten a lo que la Escritura enseña real y claramente. Puede que hablen de Sola Scriptura, pero lo que realmente impulsa y da forma a su teología, piedad y práctica es Sola Experiente (según la sola experiencia). El místico está comprometido con la Búsqueda de la Experiencia Religiosa Ilegítima (QIRE). En última instancia, no está satisfecho con las Escrituras.

No somos los primeros en leer las Escrituras

Por el contrario, los protestantes confesionales, empezando por Lutero, Tyndale, Calvino y otros, estaban comprometidos con la autoridad única, final y perspicua de las Escrituras como Palabra de Dios, pero ninguno de ellos leyó las Escrituras como si fueran los primeros en leerlas. Leían las Escrituras con la Iglesia. Leían la Escritura con otros cristianos. Consideraban la Escritura como normativa y definitiva, como la autoridad final. No partían de la razón ni de la experiencia religiosa. Cuando Lutero habló de la “razón simple” en Worms, no estaba afirmando la autoridad final del intelecto humano. Estaba reconociendo que los seres humanos interpretan las Escrituras. Sacamos conclusiones buenas y necesarias de las Escrituras. Hay inferencias que son inevitables y que estamos obligados a creer. Hay otras inferencias que son menos seguras y que son discutibles. La Iglesia universal (es decir, la Iglesia católica) ha confesado esas inferencias buenas y necesarias en el Credo de los Apóstoles, el Credo Niceno, la Definición de Calcedonia y el Credo de Atanasio. Las Iglesias Reformadas han confesado su entendimiento de las Escrituras en sus confesiones, que son el producto de leer las Escrituras con la iglesia católica y leer las Escrituras juntos. Sin embargo, en cada punto la iglesia se ha sometido a la Escritura. No se ha considerado a la iglesia, como hace Roma, madre de las Escrituras. No nos hemos concedido autoridad para crear nuevos sacramentos (como hizo Roma en el siglo XIII) ni para imponer a los creyentes ceremonias, doctrinas o experiencias que la Palabra de Dios no contempla.

Cuando Lutero se apoyó en la única, final y perspicua autoridad de la Palabra de Dios, no podía saber todas las formas en que esa afirmación sería tergiversada, pero conocía la mayoría de ellas, puesto que ya habían ocurrido en la historia de la Iglesia. El biblicismo es una cosa y la Sola Scriptura es otra. El biblicismo es racionalista e irracionalista pero la Sola Scriptura no lo es. Si no estás leyendo las Escrituras con la iglesia y en la comunión de los santos no estás siguiendo la Sola Scriptura ni a los protestantes confesionales.

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Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Scott Clark en el sitio web: Heidelblog.net. Le invitamos a conocer los libros que ha escrito el Dr. Clark aquí.

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