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Catolicismo Reformado

Cualquier cosa que merezca la pena lleva su tiempo. Malcom Gladwell dice que para realmente dominar una habilidad importante se necesitan diez mil horas. Podemos debatir si eso es cierto en todos los casos, pero la experiencia común nos dice que las habilidades valiosas no suelen adquirirse fácil ni rápidamente. No juego videojuegos, pero me han dicho que quienes se vuelven buenos en ello —lo suficientemente buenos como para ganarse la vida con ello— han dedicado una gran cantidad de tiempo y energía para convertirse en expertos. Si alguien se mudara a otro país, tardaría un tiempo en aprender el idioma, las costumbres y la cultura de su nuevo hogar. Lo sé por experiencia. Las tiendas son diferentes. Incluso la comida que nos resulta familiar y parece ser la misma no siempre es la que solíamos comprar ni comer en casa. La primera vez que compramos helado en Reino Unido descubrimos que habíamos comprado un intento de helado que nació después de la Segunda Guerra Mundial, y eso fue sólo el principio. Allí, las monedas eran diferentes. Y allí, en algunos contextos, las expresiones consideradas como el epítome de la cortesía en Estados Unidos se entendían como una grosería. Advertencia a los yanquis en el extranjero: la palabra pantalones tiene un significado totalmente distinto en Reino Unido. Además, piensen a quién le dicen “Sí, señor”.

Adquirir un nuevo conjunto de habilidades o adaptarse a una nueva cultura lleva su tiempo. Hay al menos tres cosas a aprender en cada transición de este tipo: un nuevo vocabulario, una nueva forma de pensar y una nueva forma de hablar. Digamos que empezaste a escuchar una de las emisiones de Abounding Grace Radio (AGR) por radio o por podcast. Por ahí escuchaste al pastor Chris Gordon y a otros ministros decir el mismo tipo de cosas que has estado descubriendo por tu cuenta en las Escrituras. Le preguntaste a alguien cómo se llamaba esta enseñanza y te dijeron: “Se llama enseñanza reformada”. Por lo que dijiste: “De acuerdo, entonces soy reformado”. Eso es maravilloso. Realmente lo es. No estás solo. Te has unido a una tradición con raíces tan antiguas como las Escrituras y tan profundas como la gran tradición cristiana, en especial con la tradición y las iglesias reformadas. Muchas otras personas se encuentran experimentando lo mismo que . Ellos también están descubriendo que la Biblia nos enseña que la salvación es totalmente por gracia; es decir, que por Su favor soberano, Dios nos da nueva vida y fe verdadera de forma incondicional, la cual nos justifica solo por Su favor, solo a través de la fe. En resumen, todo es un regalo (un don). A veces, algunas personas abrevian estas verdades llamándolas “las doctrinas de la gracia”. Y lo son. Estas doctrinas están en el corazón de lo que es ser reformado. Este es un gran comienzo.

Un lenguaje teológico por aprender

Aún queda todo un nuevo vocabulario por aprender. La tradición y las iglesias reformadas surgen de la gran corriente del cristianismo, las cuales tienen sus raíces en los Padres, en la iglesia medieval y, por supuesto, en la Reforma. Sin embargo, las tradiciones evangélicas modernas no siempre comparten nuestro vocabulario o, cuando lo hacen, utilizan las mismas palabras de forma diferente. Esto significa que a veces existe una brecha lingüística entre la teología, la piedad y la práctica evangélicas y la teología, la piedad y la práctica reformadas. Más que el vocabulario, hemos elaborado una forma de pensar sobre la fe que difiere mucho de la forma en que los evangélicos modernos piensan sobre ella. Ya que tenemos un vocabulario (un lenguaje) establecido, y una manera establecida de hacer teología, tenemos nuestra propia manera de hablar de las cosas. Esto no significa que no apreciemos otras tradiciones o que no aprendamos de ellas. Todo lo contrario. Como tenemos, por así decirlo, un lugar en el que situarnos, tenemos la libertad de comprometernos abierta y honestamente con otras tradiciones. Como tenemos unas raíces tan antiguas, profundas y amplias en la tradición cristiana (raíces en Antioquía, Alejandría, Cartago, Roma, Wittenberg, Ginebra, Zúrich y Londres) creemos que nos hemos ganado el derecho a pedir a los recién llegados que aprendan esas cosas antes de empezar a hacer cambios. Se consideraría descortés visitar una casa y empezar a reordenar sus muebles. Es igualmente descortés exigir cambios en la teología, la piedad y la práctica reformadas luego de haber visitado una iglesia reformada durante solo por un par de meses.

Hasta ahora hemos estado hablando de adquirir nuevas habilidades o de cambiar de cultura, pero cambiemos de metáfora. ¿Cuántos años tenías cuando alguien te dijo: “Estás preparado para conducir”? Si eres todavía niño, nadie le pondría un motor a tu triciclo y te empujaría a la calle, a no ser que estuvieras grabando uno de esos vídeos locos para subir a YouTube. Naturalmente, tenemos que madurar. Debemos crecer. Comenzamos como infantes y ganamos experiencia, sabiduría, comprensión y madurez. Lo mismo ocurre cuando nos convertimos en reformados. Cuando descubrimos las doctrinas de la gracia, nos desborda un gran torrente de alegría y libertad. Eso es perfectamente apropiado. Es maravillosamente liberador descubrir que la salvación es solo por gracia, solo mediante la fe. Sin embargo, ese descubrimiento es solo el principio. Es como una especie de infancia espiritual. Así como lleva tiempo pasar de montar en triciclo a conducir un auto, así lleva tiempo crecer en la comprensión de la fe. Ese crecimiento puede ser incluso doloroso. La adolescencia es difícil por varias razones. Es una edad incómoda y nuestros cuerpos cambian drásticamente. A medida que los ligamentos se estiran, nos duelen las articulaciones. Llamamos a este fenómeno “dolores de crecimiento”. Hay “dolores de crecimiento” en la vida cristiana. Hay incluso un cambio de paradigma de nuestra comprensión anterior de la vida cristiana a una comprensión reformada. Están relacionados, pero también son bastante diferentes, y pasar de uno a otro puede ser una verdadera experiencia de estiramiento.

No son solo las “doctrinas de la gracia”

La fe reformada no comprende solo “las doctrinas de la gracia”. Es una forma de leer las Escrituras, una forma de entender la historia de la redención, una doctrina de Dios, del hombre, de Cristo, de la salvación, de la iglesia, del culto, de los sacramentos, de la vida cristiana y de las últimas cosas (o de las relaciones entre el cielo y la tierra). Cuando las personas abandonan el cristianismo evangélico moderno por la teología, la piedad y la práctica reformadas, a veces se imaginan que pueden simplemente añadir su nueva comprensión de la salvación a su teología, piedad y práctica anteriores. Eso sería como añadir un gran motor a un triciclo. No solo no funcionaría, sino que sería peligroso. El triciclo nunca fue concebido para llevar un motor. El armazón no está diseñado para ello. Lo mismo ocurre con la teología, la piedad y la práctica evangélicas modernas. Ellas están diseñadas para fomentar un cierto tipo de experiencia de adoración y una cierta forma de entender las Escrituras (Christian Smith lo llama “deísmo terapéutico y moralista”) pero ese triciclo se estrellará y arderá si simplemente le añades “las doctrinas de la gracia”. Terminarás herido. Otros saldrán heridos.

Esto es un llamamiento a la paciencia. Como no había sucedido antes, la teología, la piedad y la práctica reformadas habían estado tan ampliamente disponibles como hoy a través de la radio y de Internet. Estas herramientas son una gran bendición y estamos agradecidos con poder ser de utilidad para introducir a los demás en el evangelio y en la confesión reformada. Nos alegramos por tu descubrimiento, pero también queremos pedirte paciencia; camina con nosotros durante un tiempo. Todo lo que merece la pena lleva tiempo y esfuerzo. Aprender la fe reformada lleva tiempo y esfuerzo, pero creemos que merece la pena y que te alegrarás de haberle dedicado tiempo.


Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Scott Clark en el sitio web: Heidelblog.net. Le invitamos a conocer los libros que ha escrito el Dr. Clark aquí.

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