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Catolicismo Reformado

Quizá esto pueda sorprender al lector, pero hay muchísimas confesiones de fe reformadas más allá de las de Westminster, Bélgica y Escocia. De hecho, según las últimas recopilaciones publicadas, se estima que son más de cien1Un ejemplo es el trabajo del erudito James T. Dennison (aunque incluye otras confesiones que no deberían entenderse como reformadas). y, si bien no todas son iguales en los temas que tratan y la extensión de las mismas, siempre existió entre los reformadores el deseo de unificar su confesionalidad en un solo documento que todos pudieran suscribir esencialmente. En este artículo exploro dos de esos intentos y pongo como ejemplo la unidad de la confesionalidad reformada sobre el bautismo de infantes.

El primer intento: el encargo a Ursino y Zanchi

El primer ejemplo, aunque menos resonante puesto que terminó fracasando, fue el encargo que recibieron los reformadores Zacarías Ursino y Jerónimo Zanchi de elaborar una confesión de fe panreformada. Ursino se negó a tal tarea porque no le parecía conveniente, y Zanchi aceptó, aunque a regañadientes.

Es necesario tener presente la época en que se dio el encargo: segunda mitad del siglo XVI. En ese contexto, los luteranos dieron un golpe sobre la mesa con la Fórmula de la Concordia (1577). A su vez, los romanistas insistían vehementemente en que los protestantes estaban divididos entre sí y que no estaba claro lo que realmente creían.

Aquí es donde aparece Juan Casimiro de Simmern (hijo menor del elector Federico III, el mismo que contribuyó en gran manera a que se hiciera posible el Catecismo de Heidelberg) quien:

… organizó una conferencia en Neustadt para determinar el mejor camino a seguir. Esta tuvo lugar del 26 al 28 de septiembre de 1577 y a ella asistieron delegados de Francia, Polonia, Hungría y Bélgica, así como Philip Sidney, el emisario de la reina Isabel I … en la reunión … pidió a los reformadores … hacer planes para formular una confesión de fe aceptable para todas las iglesias reformadas, a fin de demostrar su unidad doctrinal y ortodoxia.2Zanchi, G. (2007). Girolamo Zanchi, De Religione Christiana Fides – Confession of Christian Religion (2 Vols.). BRILL, p. 14.

Zanchi fue el elegido porque era un hombre brillante, irénico, su formación era excepcional y ya tenía vasta experiencia como maestro, además, conocía con una profundidad asombrosa la obra San Agustín, Santo Tomás de Aquino, era experto en idiomas y, a su vez, era respetado a cualquier lugar donde llegaba por su piedad.

Pese a estas descripciones prometedoras, como mencioné antes, el proyecto fracasó. Algunas personas no estaban de acuerdo desde el principio con el proyecto, personas que también eran influyentes. Al respecto, O’Banion3Patrick J. O’Banion es el traductor a la versión en inglés de la Confesión de Zanchi publicada por Reformation Heritage Books. explica que:

Para que los suizos se unieran al proyecto, se acordó que Teodoro de Beza (1519-1605) de Ginebra y Rudolf Gwalther (1519-1586) de Zúrich revisarían los borradores de la confesión… Una vez que ellos dieran el visto bueno, el documento se enviaría a un emisario inglés para su revisión antes de ser distribuido a las iglesias reformadas de Europa discusión, retroalimentación y aprobación a nivel sinodal y nacional. Era un proyecto engorroso y ambicioso, pero antes de que Zanchi hubiera enviado una palabra a sus lectores suizos, Gwalther ya estaba criticando el producto final. Le aseguró a Beza que no tenía dudas sobre el «aprendizaje y la piedad» de Zanchi, pero temía que, «al estilo italiano», Zanchi incluyera «puntos dudosos, oscuros o incluso totalmente innecesarios» para mostrar su perspicacia teológica.4Zanchi, G. (2025). Confession of the Christian Religion. Reformation Heritage Books.

Es probable que esta crítica se debiese a una postura de Gwalther que obedecía más a su preferencia por una armonía de algunas de las confesiones existentes en vez de una creación de una confesión desde cero. Indico esto porque, pese a que el estilo escolástico de Zanchi era evidente en sus obras polémicas, también es cierto que, fuera del ambiente escolar, el estilo de sus obras era más catequético, puesto que estaban destinadas al pueblo.

El proyecto se desestimó por varias razones, principalmente porque Gwalther persuadió a Beza de que la Confesión que estaba preparando Zanchi era demasiado larga y, a su vez, porque Lambert Daneau, Beza y Jean-François Salvard se pusieron de acuerdo para cambiar de rumbo y, en lugar de seguir con el proyecto de Zanchi, optaron por crear una armonía de las confesiones ya existentes.

La influencia de la Confesión de Zanchi

Pese a que la Confesión preparada por Zanchi no cumplió su objetivo, cuando se le informó sobre el cambio de planes, reaccionó con humildad y piedad, lo que habla bien de su carácter piadoso, en palabras de O’Banion:

La respuesta de Zanchi fue comedida y diplomática, recordando que en el Coloquio de Frankfurt él mismo había animado a las iglesias reformadas a centrarse en redactar una armonía de la Segunda Confesión Helvética y la Confesión de Augsburgo. Solo había accedido a escribir una nueva «en contra de [su] voluntad y bajo coacción».5Idem

A su vez, explica O’Banion que la Confesión de Zanchi tuvo una influencia incalculable en la Tradición Reformada en general, así como en el desarrollo de la dogmática reformada en particular.6Idem Él continúa diciendo que:

Representa un resumen de todo el sistema de doctrina cristiana tal como lo compuso un piadoso y vigoroso teólogo en la cima de sus facultades durante un momento crítico en la historia de la iglesia reformada. Como he sugerido en otras ocasiones, Zanchi ayudó a conectar las fases anteriores y posteriores de la Reforma guiando a las iglesias reformadas hacia la madurez teológica y formulando maneras de comunicar la teología, la piedad y la práctica reformadas a través de la formación de ministros de generación en generación.7Idem

La Confesión de Zanchi sobre el bautismo de infantes

Ahora bien, en consonancia con la tradición cristiana que le precedía y con la Tradición Reformada en general, Zanchi se esforzó por definir correctamente los sacramentos en general y el bautismo en particular. Sobre esto, el reformador confesaba que el bautismo es una marca de una iglesia verdadera, él menciona que, donde no existe el bautismo, la iglesia tampoco existe. A su vez, advirtió que el descuido con dolo del bautismo era un indicador serio de condenación y, por último, afirmó, con la iglesia antigua y la reformada, la pertinencia del bautismo infantil.

Aquí los párrafos más importantes sobre el bautismo del primer intento de un reformador por crear una confesión de fe que todos los reformados pudieran abrazar:

Creemos que el bautismo es absolutamente necesario en la iglesia, ya que es un sacramento instituido por Cristo, y la iglesia no puede carecer de él. De hecho, sostenemos que donde falta el bautismo, pudiendo estar presente, no puede considerarse que exista verdaderamente la iglesia de Cristo.

En cuanto a la salvación individual, entendemos que el bautismo es necesario, pero no de manera absoluta. Es decir, no creemos que una persona que, por falta de un ministro (pero no por desprecio o rechazo voluntario), muere sin haber sido bautizada, por ello mismo sea condenada o sufra la ruina eterna.

Con toda la iglesia antigua, también creemos que los adultos que, habiendo profesado arrepentimiento de sus pecados, profesan fe en Cristo deben ser admitidos al sacramento del bautismo y que sus infantes también deben ser admitidos. Pues son universalmente considerados como pertenecientes al pacto, como dice el apóstol, los hijos de los fieles son santos (1 Cor. 7:14). Esto es especialmente cierto porque Cristo nunca alteró el mandato de Dios a Abraham con respecto al sellado de los hijos de los fieles con la señal del pacto. Por el contrario, Cristo dijo: “Dejad que los niños vengan a Mí, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mat. 19:14)

El segundo intento: la Armonía de las confesiones reformadas

En el contexto descrito anteriormente observamos cómo terminó el intento de la creación desde cero de una Confesión que todos los reformados pudiesen abrazar, ahora bien, el segundo intento, ya brevemente mencionado, fue la idea de armonizar todas las confesiones reformadas existentes hasta ese momento. Los nombres de Ursino, Beza, Daneau y Salvard fueron mencionados aquí.

El historiador Philip Schaff resume dicho intento señalando que la Armonía:

Tenía como objetivo defender la doctrina protestante, y en particular la reformada, contra los constantes ataques de los católicos romanos y luteranos. No ofrece las confesiones completas, sino extractos de ellas sobre los principales artículos de fe, que se clasifican en diecinueve secciones.8Philip Schaff, Creeds of Christendom, with a History and Critical notes. Volume I. The History of Creeds, p. 355.

La Armonía consistía en tomar todas las declaraciones de las confesiones reformadas existentes hasta ese momento, compilarlas en orden en un solo documento y, en cada tema, tomar la mejor explicación del mismo de alguna de ellas. Los editores del documento decidieron que la base de la confesión debía ser la Segunda Confesión Helvética9En la Armonía se le explica al lector que “nos ha parecido conveniente—sin envidia ni prejuicio hacia otras confesiones, sean estas más antiguas o más famosas— otorgar el primer lugar a la Segunda Confesión Helvética, tanto porque su organización nos pareció más adecuada y su tratamiento doctrinal más completo y conveniente, como porque dicha confesión fue públicamente aprobada y suscrita por muchas iglesias de diversas naciones”. ya que, como es sabido, fue la confesión reformada más reconocida y adherida de todas.

La enciclopedia de Oxford sobre la Reforma da más detalles sobre la Armonía:

Al principio de cada sección se da una justificación del orden de las declaraciones confesionales y de las razones por las que algunas no aparecen allí. Una segunda sección se ocupa de explicar lo que puede parecer oscuro o confuso, y se armonizan o reconocen las aparentes contradicciones, si bien el autor afirma que estas últimas son escasas. La Armonía de 1581 contiene las siguientes confesiones: La Confesión de Augsburgo (1530) con su prefacio y tal como fue enmendada en algunos artículos, editada y publicada en Wittenberg, la Confesión Tetrapolitana (1530), la Confesión de Basilea (Mulhouse) (1534), la Primera (1536) y Segunda (1566) Confesión Helvética, la Confesión sajona (1551), la Confesión de Wiirttemberg (1552), la Confesión galicana (1559), la Confesión anglicana (1562), la Confesión belga (1566) y la Confesión de bohemia (1573). Un índice de las confesiones sirve para encontrar las declaraciones extraídas de cada una de ellas. La esperanza de los compiladores de la Armonía era que las iglesias lograran reconciliarse con la ayuda de Dios. Pero esa esperanza se vio frustrada. Las tensiones y los ataques polémicos, incluso políticos, se agravaron entre los teólogos luteranos y reformados hasta bien entrado el siglo siguiente.10Hans J. Hillebrand, The Oxford Encyclopedia of the Reformation, vol 2. pp. 211-212

Ahora bien, la Armonía fue reimpresa varias veces y se le añadió, en posteriores ediciones, nuevos documentos confesionales. Especialmente, se añadió la Confesión de Fe de Escocia, la de Westminster y también se añadieron los Cánones de Dort.

La Armonía de las confesiones reformadas sobre el bautismo de infantes

Al igual que con el intento de Zanchi, la Armonía detalla con claridad la postura reformada sobre el bautismo y sus receptores. En el apartado sobre este tema se hace eco de la Segunda Confesión Helvética, tanto en sus afirmaciones positivas como en las negativas, es decir, las condenas a grupos que los reformadores consideraban como heréticos.

Aquí los párrafos más importantes:

En la Iglesia de Dios hay, por consiguiente, sólo un bautismo y basta con ser bautizado una vez, o sea, por consagrado a Dios una sola vez. Y es que el bautismo recibido una vez tiene valor para toda la vida y es la prenda eterna de que hemos sido aceptados como hijos de Dios.

Por el signo o símbolo del bautismo, Dios nos considera ajenos a todas las demás religiones y los demás pueblos y nos santifica haciéndonos propiedad suya. Al recibir, pues, el bautismo confesamos nuestra fe, nos comprometemos a obedecer a Dios, a mortificar nuestra carne y a llevar una nueva vida; de este modo somos inscritos en la santa compañía de luchadores de Cristo y durante toda nuestra vida luchamos contra el mundo, el demonio y la propia carne. Además, somos bautizados para formar el cuerpo único de la Iglesia y así, con todos los miembros de la Iglesia, estamos de acuerdo en la misma fe y en ayudarnos recíprocamente.

Nos oponemos a los anabaptistas, los cuales no aceptan el bautismo infantil de los hijos de los creyentes. Pero según el Evangelio, «el reino de Dios es de los niños», y estos están incluidos en el pacto de Dios. ¿Por qué, pues, no deben recibir la señal del pacto de Dios? ¿Por qué no deben ser consagrados por el santo bautismo, teniendo en cuenta que ya pertenecen a la Iglesia y son propiedad de Dios y de la Iglesia? Igualmente desechamos las demás doctrinas de los anabaptistas que contienen pequeños hallazgos propios y contrarios a la Palabra de Dios. Resumiendo: No somos anabaptistas y con ellos no tenemos nada en común.

Las confesiones reformadas (y muchas más) citadas en este artículo y que van en la misma dirección son: la de Bohemia, Francia, Inglaterra, Bélgica.

Conclusión

Los reformadores protestantes eran conscientes de la importancia de lograr una confesionalidad unificada, e hicieron varios esfuerzos por formular un documento común, incluyendo intentos destacados como el famoso encuentro panprotestante impulsado por Cranmer y Calvino. Sin embargo, por diversas razones, estos planes no se concretaron del modo esperado. No obstante, gracias al trabajo historiográfico actual, podemos afirmar que, excepto en asuntos considerados adiáfora, los reformadores estaban profundamente unidos en aquellas cosas que son esenciales a la fe: el evangelio, los sacramentos y la disciplina eclesial. Aunque en este artículo hemos abordado específicamente un ejemplo de unidad respecto al bautismo de infantes, podríamos mencionar igualmente la Cena del Señor, la condición humana, la doctrina sobre Cristo como cabeza de la Iglesia o la justificación por la fe. Finalmente, si bien esta unidad no se logró uniformemente por medio de un documento confesional que todos pudiesen suscribir, sí lograron consensos evidentes, como muestra la adhesión generalizada y el respeto hacia la Segunda Confesión Helvética o la mismísima Armonía de las confesiones.

  • 1
    Un ejemplo es el trabajo del erudito James T. Dennison (aunque incluye otras confesiones que no deberían entenderse como reformadas).
  • 2
    Zanchi, G. (2007). Girolamo Zanchi, De Religione Christiana Fides – Confession of Christian Religion (2 Vols.). BRILL, p. 14.
  • 3
    Patrick J. O’Banion es el traductor a la versión en inglés de la Confesión de Zanchi publicada por Reformation Heritage Books.
  • 4
    Zanchi, G. (2025). Confession of the Christian Religion. Reformation Heritage Books.
  • 5
    Idem
  • 6
    Idem
  • 7
    Idem
  • 8
    Philip Schaff, Creeds of Christendom, with a History and Critical notes. Volume I. The History of Creeds, p. 355.
  • 9
    En la Armonía se le explica al lector que “nos ha parecido conveniente—sin envidia ni prejuicio hacia otras confesiones, sean estas más antiguas o más famosas— otorgar el primer lugar a la Segunda Confesión Helvética, tanto porque su organización nos pareció más adecuada y su tratamiento doctrinal más completo y conveniente, como porque dicha confesión fue públicamente aprobada y suscrita por muchas iglesias de diversas naciones”.
  • 10
    Hans J. Hillebrand, The Oxford Encyclopedia of the Reformation, vol 2. pp. 211-212

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