La liturgia reformada para el bautismo que se encuentra en el Libro de Oración de 1549 incluye una justificación bíblica para el bautismo de infantes, Marcos 10:13-16:
Presentáronle unos niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendían. Viéndolo Jesús, se enojó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí y no los estorbéis, porque de los tales es el Reino de Dios. En verdad os digo, quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos. 1Marcos 10:13-16, versión de la Biblia Nácar-Colunga.
Aunque el pasaje citado no haga en absoluto una mención al bautismo, la tradición de Jesús bendiciendo a los niños (preservada en todos los tres evangelios sinópticos) fue fuertemente asociada con el bautismo de infantes en las fuentes patrísticas (Jeremias, Infant Baptism in the First Four Centuries, 1960 p. 48-55).
Previo a 1549, el pasaje paralelo en el Evangelio de Mateo (19:13-15) era el empleado en la liturgia bautismal (Blunt, Annotated Prayer Book, p. 220). El cambio de la versión de Jesús bendiciendo a los niños, de Mateo a Marcos, puede indicar los argumentos que en aquel entonces circulaban en contra del bautismo de infantes. La versión de Marcos tiene un final mucho más enfático que el de Mateo, el cual simplemente dice “Y, habiéndoles impuesto las manos, se fue de allí” (Nacar Colunga). Parece posible que Cranmer encontró el final de la versión de Marcos mucho más útil en un contexto donde el bautismo de infantes enfrentaba cuestionamientos. Otro posible motivo para el cambio pudo haber sido demostrar que la acción ritual, es decir, el “debido uso” del sacramento, corresponde al actum Domini. La descripción que se lee en el relato de Marcos – “Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos” – se representa luego en la administración del sacramento – “Entonces el sacerdote tomará al niño en sus manos y le preguntará su nombre; y, nombrando al niño, lo sumergirá en el agua” (la edición de 1549 prescribe una inmersión triple, pero las ediciones de 1552 y posteriores prescriben una inmersión simple).
No obstante, aunque la bendición de Jesús a los niños se asociaba tradicionalmente con el bautismo infantil, la perícopa sinóptica (en los contextos en que aparece en Marcos, Mateo y Lucas) no aborda específicamente el bautismo. A finales del siglo XVI cobraron fuerza los argumentos contra el bautismo de niños, centrados en la falta de autorización explícita del Nuevo Testamento. El artículo XXVIII de los Artículos de Religión de 1552 (es decir, los 42 Artículos de Cranmer) dice simplemente: “La costumbre de la Iglesia de bautizar a los niños pequeños es digna de elogio, recomendada y, en cualquier caso, debe mantenerse en la Iglesia”, basando la práctica en la costumbre; mientras que el artículo paralelo en los Artículos de 1563/1571 (es decir, XXVII de los 39 artículos) se refuerza con: “El bautismo de niños pequeños, en cualquier caso, debe mantenerse en la Iglesia, como lo más acorde con la institución de Cristo”. Este cambio refleja probablemente el crecimiento del movimiento anabaptista.
Thomas Rogers, en su comentario de 1585 sobre los Artículos —el primer comentario de este tipo, que fue elogiado por los arzobispos Whitgift y Bancroft—, desarrolla la breve explicación proporcionada en el Artículo XXVII, articulando cinco pruebas: (1) la universalidad de la gracia de Dios no excluye a los niños; (2) la analogía de la circuncisión; (3) la frase del Señor “a los tales pertenece el reino de Dios” – la explicación incluida en el Libro de Oración; (4) el mandato del Señor de que todos deben ser bautizados; (5) que Cristo murió para salvar tanto a los niños como a los adultos. A estos cinco añade la nota de que “Todas las iglesias cristianas permiten el bautismo de niños”.
El Catecismo del Libro de Oración, tal como apareció en 1549, 1552 y 1559, no incluía una sección sobre los sacramentos. No creo que esto sea un descuido, sino más bien indicativo de cómo fue diseñado originalmente para ser utilizado. El Catecismo enseña a los niños bautizados tres textos que utilizarán continuamente cuando participen en la vida de oración de la Iglesia. En otras palabras, el Catecismo del Libro de Oración no proporciona simplemente datos que hay que conocer, sino textos que hay que utilizar. De hecho, el propio Catecismo sugiere este enfoque, ya que presenta el Credo, los Diez Mandamientos y el Padre Nuestro como herramientas necesarias en la guerra espiritual del niño contra el mundo, la carne y el diablo. Además, el Catecismo del Libro de Oración nunca fue concebido para trabajar solo; está diseñado para ser usado con el resto del Libro de Oración. La explicación de cada uno de los dos sacramentos se proporciona dentro de las liturgias diseñadas para su administración; cada vez que se utilizan estas liturgias, la congregación escucha la misma explicación de estos sacramentos leída en voz alta. Además, el Catecismo y las liturgias no son los únicos vehículos de enseñanza; los sermones también son vitales para el sistema del Libro de Oración.
Aunque no hay una sección sobre los sacramentos, el Bautismo es el tema central de las preguntas de apertura [del catecismo de las ediciones anteriormente mencionadas]. Comienza con el hecho del bautismo del niño como justificación para aprender el Catecismo. En la segunda respuesta, el niño explica lo que ocurrió en su bautismo: “Fui hecho miembro de Cristo, hijo de Dios y heredero del reino de los cielos”. Así pues, aunque no se habla de la Cena del Señor, sí se da una breve explicación del significado del bautismo, utilizando lenguaje extraído del Nuevo Testamento (por ejemplo, I Cor. 12:27; Gal. 3:26; Rom. 8:17). Sin embargo, esta explicación no aborda la creciente preocupación por el bautismo infantil.
Las explicaciones del Bautismo infantil en los catecismos de Calvino, Heidelberg y Nowell
Muchos usuarios consideraron que era necesaria una enseñanza explícita que abordara la cuestión del bautismo de niños para preparar a los laicos a defender sus bautismos frente a quienes seguían señalando que el Nuevo Testamento no habla de ello. El Catecismo del Libro de Oración se complementaba frecuentemente con el uso de otros catecismos más avanzados (Ian Green, The Christian’s ABCs, 1996, p. 95). Los tres más utilizados eran el Catecismo de Calvino, el Catecismo de Heidelberg y el catecismo de 1572 de Alexander Nowell, decano de Saint Pauls Church (Blunt señala que algunos creían que era el autor del Catecismo del Libro de Oración; tanto Green como Cummings piensan que Cranmer es probablemente el autor). El “Catecismo Medio” de Nowell de 1571 (distinguiéndolo de otro anterior mucho más largo) recibió la autorización oficial en los Cánones de 1571, que exigían su uso en las escuelas.
En el Catecismo Medio de Nowell, después de establecer que el arrepentimiento y la fe son necesarios para el bautismo, el maestro pregunta al erudito: “¿Por qué entonces son bautizados los infantes, que por su corta edad no pueden realizar estas cosas?” El maestro responde:
Porque son de la Iglesia de Dios; y la bendición de Dios y la promesa hecha a la Iglesia por Cristo (en cuya Fe son bautizados) les pertenece. Lo cual, cuando llegan a la mayoría de edad, ellos mismos deben aprender, creer y reconocer, y esforzarse en sus vidas por expresar el deber prometido y profesado en su bautismo.
Esta respuesta coincide con la justificación que se da en la liturgia del Libro de Oración. En los márgenes de esta respuesta se dan más explicaciones en forma de citas bíblicas. Los pasajes citados indican razones suplementarias que coinciden con las pruebas resumidas por Thomas Rogers. Entre ellas están Génesis 17 y Colosenses 2, que apuntan a la explicación del pacto que ya se había destacado en los catecismos de Ginebra (1560) y Heidelberg (1563) y que Rogers (1585) dio como su segunda prueba.
El Catecismo de Ginebra, escrito por Juan Calvino, proporcionó la explicación más extensa de estos catecismos “avanzados” más utilizados. En lugar de una pregunta y una respuesta, Calvino se detiene en este asunto durante varias preguntas. La fe y el arrepentimiento no necesitan “ir antes de la ministración del Sacramento” (de una versión inglesa de 1577) “porque eso es sólo requisito en aquellos que tienen edad y discreción”. Para los niños, esto sólo es necesario cuando alcanzan la mayoría de edad. El catequista presiona entonces al alumno para que pruebe que los niños deben ser bautizados:
Porque de la misma manera la Circuncisión era un Sacramento de arrepentimiento, y Moisés y los Profetas lo atestiguan, y también un Sacramento de fe, como enseña San Pablo, y sin embargo Dios no prohibió a los niños recibirlo.
De manera similar, pero más brevemente, Heidelberg (en una versión inglesa de 1617) proporciona la siguiente explicación:
Sí [los infantes también deben ser bautizados] porque por eso pertenecen al pacto de gracia, y a la iglesia de Dios; y como también se les promete la remisión de pecados, deben tener el sello de ello, y ser distinguidos de los hijos de los infieles, como en el antiguo Testamento se hacía por la circuncisión, a la cual ha sucedido el Bautismo.
En la Conferencia de Hampton Court del Rey Jaime I (1604), los “piadosos” argumentaron que había que hacer algo con los dos catecismos oficiales: el del Libro de Oración era demasiado corto y el de Nowell demasiado largo. Como resultado, se añadió una sección sobre los sacramentos al Catecismo del Libro de Oración, que se mantuvo en 1662. Probablemente fue escrito por John Overall, entonces decano de Saint Paul’s y más tarde obispo de Norwich. El apéndice muestra la influencia de Nowell, predecesor de Overall como decano de Saint Paul’s, en varios aspectos (incluida la secuencia de las preguntas), pero apenas en su explicación del bautismo infantil.
Pregunta. ¿Qué se requiere de las personas para ser bautizadas?
Respuesta. Arrepentimiento, por el cual abandonan el pecado; y Fe, por la cual creen firmemente las promesas de Dios hechas a ellos en ese Sacramento.
Pregunta. ¿Por qué, pues, se bautiza a los niños, si por su tierna edad no pueden hacerlo?
Respuesta. Porque ambos lo prometen por medio de sus Fiadores; promesa que, cuando llegan a la mayoría de edad, ellos mismos están obligados a cumplir.
Aquí se hace hincapié en la promesa vicaria, lo que pone de relieve el papel vital que el Libro de Oración asigna a los padrinos (que no se mencionan en absoluto en Calvino, Heidelberg o Nowell). Al final de la liturgia del Bautismo, el ministro encarga a los padrinos:
Porque estos niños han prometido por vosotros renunciar al demonio y a todas sus obras, creer en Dios y servirle: debéis recordar que es vuestra parte y deber procurar que estos infantes sean enseñados, hasta que sean capaces de aprender, el solemne voto, promesa y profesión que han hecho por vosotros. Y para que conozcan mejor estas cosas, los invitaréis a escuchar sermones, y sobre todo procuraréis que aprendan el Credo, la oración del Señor y los diez mandamientos en lengua inglesa, y todas las demás cosas que un cristiano debe saber y creer para la salud de su alma. Y para que estos niños sean educados virtuosamente para llevar una vida piadosa y cristiana, recordando siempre que el Bautismo representa para nosotros nuestra profesión, que es seguir el ejemplo de nuestro Salvador Cristo, y ser semejantes a él, que así como él murió y resucitó por nosotros: así nosotros (los que somos bautizados) debemos teñirnos de pecado y resucitar hacia la rectitud, mortificando continuamente todas nuestras afecciones malas y corruptas, y procediendo diariamente en toda la rectitud y piedad de la vida.
Esta explicación no sólo refleja el papel asignado a los padrinos en la liturgia, sino que también corresponde a las preguntas iniciales o de apertura del Catecismo del Libro de Oración.
Pregunta. ¿Cómo te llamas?
Respuesta. N.
Pregunta. ¿Quién te dio este nombre?
Respuesta. Mis Padrinos y Madrinas en mi Bautismo, en el que fui hecho miembro de Cristo, hijo de Dios y heredero del reino de los cielos.
Pregunta. ¿Qué hicieron entonces por ti tus Padrinos y Madrinas?
Respuesta. Prometieron y juraron tres cosas en mi nombre. Primero, que abandonaría al diablo y todas sus obras y engaños, las vanidades del malvado mundo, y todos los pecados y concupiscencias de la carne. Segundo, que debo creer en todos los artículos de la fe cristiana. Y tercero, que guardaré la santa voluntad y los mandamientos de Dios y andaré en ellos todos los días de mi vida.
Pregunta. ¿No crees que estás obligado a creer y a hacer lo que te han prometido?
Respuesta. Sí, ciertamente. Y con la ayuda de Dios así lo haré. Y agradezco sinceramente a nuestro Padre Celestial que me haya llamado a este estado de salvación, por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Y ruego a Dios que me conceda su gracia, para que pueda continuar en ella hasta el fin de mis días.
Una explicación práctica más que abstracta
La explicación del bautismo de niños en el apéndice del Catecismo de 1604 se hace eco de estas cuestiones anteriores. Aunque la diferencia entre el apéndice de 1604 y el original de 1549 es evidente de muchas maneras (por ejemplo, el cambio del lenguaje personal en el apéndice), esta respuesta muestra que Overall se preocupaba de que la nueva sección encajara o complementara lo que ya estaba bien establecido.
Esta explicación favorece lo práctico frente a lo abstracto. No excluye otras explicaciones, pero centra la atención del niño en lo que habría podido ver y oír una y otra vez en la iglesia cada vez que se bautizaba a un bebé: los padrinos acercan al bebé, le ponen nombre, hacen votos en su nombre, tras lo cual el ministro coge al bebé en brazos y lo lava. Tal vez no sea demasiado exagerado ver una similitud con la justificación bíblica del bautismo infantil incluida dentro de la liturgia, la lectura de Marcos 10:13-16, que también centra la atención en un momento vívido del ministerio de Cristo, en un acontecimiento visto y oído, en lugar de llamar la atención sobre argumentos más abstractos (como, por ejemplo, la identificación que hace Pablo del bautismo con la circuncisión en Colosenses 2:11).
Este artículo2La imagen usada en el artículo pertenece a William Ludwell Sheppard, Public domain, via Wikimedia Commons. ha sido traducido con el permiso del Dr. Drew Keane. Él es uno de los editores de la versión internacional del Libro de Oración Común de 1662.
- 1Marcos 10:13-16, versión de la Biblia Nácar-Colunga.
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