Este artículo hace parte de una serie de tres partes. Puede leer la primera aquí y la segunda aquí.
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Es difícil llegar a un acuerdo sobre lo que constituye el “anglicanismo” en su esencia. Hubo respuestas diferentes en el siglo XVII, y hoy en día continúan dándose respuestas diferentes. De hecho, eruditos como Anthony Milton argumentan que no deberíamos usar ese término hasta después de la restauración. Pero una forma de clarificar la distinción entre la Iglesia de Inglaterra establecida y sus críticos ingleses no conformistas es estudiar la disidencia del obispo Hooper contra ciertos elementos de su servicio de ordenación y de la controversia posterior sobre ceremonias similares y sobre la adiáfora que surgió entre los exiliados ingleses en Frankfurt. Juan Calvino ofrece su perspectiva sobre cada uno de estos aspectos en sus cartas. Aunque no de manera exhaustiva, lo que vemos en sus comentarios es coherente tanto con su teología como su estrategia práctica más amplia. En resumen, comparte las preferencias de Hooper y Knox, pero no está de acuerdo con sus estrategias. Comparte algunas de sus críticas, pero discrepa sobre la importancia de esas críticas cuando se comparan con el panorama general.
Hooper
Juan Hooper fue obispo de Gloucester y luego de Worcester, pero a menudo se le considera una especie de proto-puritano o, para decirlo de otra forma, usando las palabras de Richard Watson Dixon, uno de los “primeros autores de la no conformidad”. Hooper disfrutó de una relación cercana con Heinrich Bullinger, y estuvo afiliado con nombres reformados como Martín Bucero, Jan Laski y Pedro Mártir Vermigli. Con este tipo de introducción, cualquiera esperaría un fuerte apoyo a Hooper por parte de Juan Calvino.
Calvino escribió a Bullinger en 1551, poco después de la consagración de Hooper (aunque es probable que Calvino aún no supiera que Hooper se había entregado para ser apresado y, por lo tanto, ya había sido liberado del cautiverio). Calvino discute la naturaleza de la protesta de Hooper, y escribe:
Mientras tanto, hemos recibido la triste noticia del encarcelamiento de Hooper. Ya temía esto desde hace tiempo. Ahora me preocupa que los obispos, como si salieran victoriosos, se vuelvan mucho más insolentes y feroces. Por lo tanto, aunque admiro su firmeza al rechazar la unción, preferiría que no hubiera llevado su oposición tan lejos con respecto al gorro y la vestimenta de lino, aunque no los apruebo: esto se lo recomendé recientemente. Tiene numerosos adversarios muy poderosos, y no dudo que se lanzarán violentamente para aplastarlo. Pero confío en que el Señor estará con él, especialmente porque, según me informan, algunos se oponen traicioneramente a él, quienes, por lo demás, pretenden ser favorables al evangelio.
Es evidente que Calvino simpatiza con Hooper. Pero notemos la calificación que hace. Calvino concuerda con que se debe disentir en la unción con aceite durante la consagración, pero no cree que “el gorro y la vestimenta de lino” estén en el mismo nivel. Calvino ha deplorado el uso del aceite en algunos de sus otros comentarios sobre la liturgia inglesa, pero la ropa clerical no es tan significativa. Esta posición es esencialmente la misma que la de Bullinger y Pedro Mártir Vermigli.
Calvino y los problemas en Frankfurt
Frankfurt era una ciudad refugio para los exiliados durante el reinado de María, y tiene un lugar significativo en la historia anglicana debido a la controversia sobre la liturgia que estalló entre dos facciones inglesas rivales. Un grupo, asociado con John Knox, abogaba por reemplazar el Libro de Oración Común con una liturgia más nueva, mientras que el otro defendía el uso de dicho Libro. Frankfurt interesaba a Calvino por varias razones, ya que era el lugar de una iglesia de exiliados franceses, así como de los ingleses. Calvino escribió varias cartas a Frankfurt, la mayoría de las cuales estaban relacionadas con la situación francesa. Sin embargo, Calvino interactuó con las preocupaciones inglesas, lo que nos brinda una forma adicional de entender su punto de vista sobre los asuntos “anglicanos”.
Pero primero, Wesel
La primera carta relevante sobre este tema es en realidad una Carta a los exiliados en Wesel. Wesel es una ciudad en el noroeste de Alemania, y el hogar inicial de los protestantes franceses que habían estado reuniéndose como exiliados en Londres, pero que luego huyeron del continente. Muchos de ellos se mudarían más tarde a Frankfurt. Tal como sucedería en Frankfurt, los protestantes reformados en Wesel se sumieron en controversia sobre las ceremonias litúrgicas. La ciudad estaba dominada por luteranos, y los reformados no estaban seguros de hasta qué punto podrían someterse a ciertos distintivos que les resultaban ofensivos. De nuevo, esto anticipa algunos de los problemas en Frankfurt, y las instrucciones de Calvino a Wesel concuerdan con lo que dirá más tarde a Frankfurt. Les dio este consejo:
Con respecto a la forma a seguir en la recepción de los sacramentos, es razonable que tengan dudas y escrúpulos, pues nada es mejor que apegarse a esa pura simplicidad que recibimos del Hijo de Dios, cuyo mandato debería ser nuestra única regla, a la cual también el uso de los apóstoles se conformaba completamente. En efecto, en el momento en que nos desviamos, aunque sea un poco de tal regla, nuestra mezcla de invención humana no puede dejar de ser una corrupción. Pero nos parece que su condición es diferente a la de los pastores del lugar y la gran mayoría del pueblo. Si los pastores hicieran su deber, emplearían todos sus esfuerzos para recortar esas superficialidades que no fomentan la edificación, o más bien, que sirven para oscurecer la claridad del evangelio. Los gobernantes, por su parte, también harían bien en prestar atención. Es un vicio condenable en lo que a ellos respecta: que mantengan estas farsas sin sentido, las cuales son, por decirlo así, un residuo de supersticiones papales, cuyo recuerdo deberíamos esforzarnos por exterminar tanto como sea posible. Pero, en su capacidad de individuos privados, no solo pueden legalmente, sino que, además, deberían soportar y sufrir tales abusos que no les corresponde a ustedes corregir.
Este marco es importante para nuestro estudio más amplio. A las claras se ve que Calvino está de acuerdo con las objeciones. Él preferiría que ciertos errores litúrgicos se eliminaran, y su liturgia preferida es más simple que la orden luterana. Pero también remarca un punto importante sobre la autoridad. Una cosa es tener un cargo de autoridad y con él poder hacer cambios apropiados de manera ordenada. Pero otra cosa es ser un individuo privado o un residente temporal en una ubicación extranjera. En casos donde alguien no tiene jurisdicción ni responsabilidad, el tal debería “soportar y sufrir tales abusos”.
Antes de explorar más sobre cómo uno está justificado someterse y subyugarse a ciertos errores litúrgicos, primero necesitamos entender la naturaleza de dicho error. ¿Cuáles son estos abusos que tiene en mente Calvino? Son “un residuo de supersticiones papales”, pero ¿exactamente cuáles son?
Calvino menciona “velas encendidas en la celebración de la eucaristía”, “pan figurado” y “casullas” entre aquellas cosas que no son tan indiferentes como para que él pueda “aprobarlas”; sin embargo, son lo suficientemente indiferentes para que los fieles “puedan acomodarse a su uso, donde ya se han establecido, cuando no tenemos autoridad para oponernos a ellas”. Calvino es claro en que él no adoptaría estas cosas, “pero si nuestra suerte estuviera echada en algún lugar donde prevalece una forma diferente, ninguno de nosotros… aceptaría separarse del cuerpo de la iglesia, y así privarse del uso del sacramento”. Calvino añade que no deberíamos “escandalizar” a aquellos que actualmente emplean tales adiáforas. El hecho básico de que Calvino pueda permitir casos de adiáfora no es sorprendente, pero pocos lectores supondrían que incluiría la casulla entre tales cosas indiferentes. No obstante, dependiendo de la situación local, esto es exactamente lo que hace Calvino.
En efecto, estos errores “no afectan la sustancia de la fe”. Son suficiente error para que Calvino prefiera que se eliminen, pero dado que no son esenciales, él puede decir que “es perfectamente lícito para los hijos de Dios someterse a muchas cosas con las cuales no están de acuerdo”. Añade esta regla para clarificación: “En todas las ceremonias, debemos hacer concesiones mutuas que no impliquen perjuicio para la confesión de nuestra fe, y con este fin de que la unidad de la iglesia no sea destruida por nuestro rigor o morosidad excesivos”. Cuando se trata de la mejor práctica, Calvino añade: “Deberíamos, por todos los medios honestos, preservar la mayor sobriedad posible”, pero si otros factores hacen que este objetivo sea demasiado difícil o imposible de lograr, la gente debe someterse a las costumbres y ceremonias locales mientras “no concedan a una flexibilidad defectuosa en la confesión de su fe”, ni hagan ningún “compromiso en cuanto a la doctrina”.
Esta distinción entre “ceremonia” y “doctrina” es una que Calvino hace regularmente. También contrastará la ceremonia con la “adoración”. Cuando se trata de doctrina y adoración, Calvino cree que estamos totalmente vinculados a la palabra de Dios. No podemos exigirle a nadie que vaya más allá de las Escrituras, ni nosotros mismos deberíamos participar en la adoración creada por el hombre. Sin embargo, las ceremonias particulares que se utilizan como ayudas para la adoración involucran necesariamente cierta artesanía y costumbre humanas, y aquí podemos discrepar y aun así someternos a prácticas defectuosas, con la condición de que no se nos requiera afirmar estas prácticas como doctrina o adoración en sí mismas. Este marco conceptual será muy importante para la situación en Frankfurt.
Frankfurt
Al enfocar nuestra atención en la situación más conocida en Frankfurt, debemos entender que hubo tres controversias distintas en esa ciudad. En primer lugar, el contexto más amplio de exiliados reformados en una ciudad luterana, siendo esta la controversia más peligrosa. Los magistrados de la ciudad podrían, en cualquier momento, expulsar a los reformados. En segundo lugar, hubo una controversia dentro del cuerpo de exiliados franceses, algunos de los cuales habían venido de Wesel. En las cartas de Calvino a los exiliados franceses, la controversia dominante rodea la sucesión ministerial. Los franceses no podían ponerse de acuerdo sobre un nuevo pastor, y Calvino dedica bastante tiempo instándolos a aceptar los resultados de la nueva elección. Por último, tenemos la tercera controversia, que nos interesa más: los problemas entre los ingleses.
Una útil revisión de lo que sucedió en Frankfurt puede encontrarse aquí.Algunos de los nombres importantes asociados con la controversia son John Knox —quien fue el pastor de esta congregación durante una temporada y un crítico de la liturgia anterior utilizada en Inglaterra—, Edmund Grindal y John Jewel, hombres que ejercieron una influencia importante y salieron de la controversia más decididos a preservar la tradición del Libro de Oración Común del Rey Eduardo cuando regresaron a Inglaterra. Calvino escribió varias cartas que son relevantes para esta controversia, algunas directamente dirigidas a la iglesia en Frankfurt, una posterior dirigida a Knox y, además, una más tardía dirigida a Grindal.
Para comenzar, observemos las cartas de Calvino a la iglesia inglesa en Frankfurt. Primero les escribe el 13 de enero de 1555 (un documento listado como Carta 380). Inicia su carta con una disertación sobre la decepción que tenía porque la iglesia había permitido que una disputa en cuanto a ceremonias los divida. Dice: “Esto me aflige gravemente y es altamente absurdo: que haya discordia entre hermanos que son exiliados y fugitivos de su país por la misma fe; y que, por una causa que, en su dispersión, más bien debería haberlos unido estrechamente como un vínculo sagrado”. Según la opinión de Calvino, esta es una disputa que nunca debería haber ocurrido. Añade: “Esto es realmente demasiado irrazonable”.
A medida que Calvino continúa, se vuelve claro que deposita la mayor parte de la culpa en el grupo del Libro de Oración antes mencionado. Habla despectivamente de ciertos elementos de la antigua liturgia inglesa, y desea que los ingleses utilicen su nueva oportunidad de exilio para superar el compromiso anterior. Continúa creyendo que los problemas son técnicamente “materias indiferentes”, pero precisamente por eso, piensa que las personas deberían estar dispuestas a ceder y tomar. “Aunque en materias indiferentes, como son los ritos externos, me muestro indulgente y flexible —escribe Calvino—; pero, al mismo tiempo, no creo conveniente ceder siempre a la caprichosa necedad de aquellos que no quieren renunciar a un solo punto de su rutina habitual”. Calvino regresará a este punto más tarde, aconsejando al grupo de Knox que no sea demasiado riguroso con los “débiles”, pero también argumenta que esos débiles no deben ser demasiado complacientes, ignorantes o tercos.
Con una ironía considerable, al menos para los lectores modernos, Calvino se coloca en una posición moderada, criticando a los “anglicanos” por ser demasiado intransigentes. A partir de ahí, lanza lo que parece ser un ataque directo a la liturgia que mantenía el grupo del Libro de Oración:
En la liturgia anglicana, tal como me la describen, veo que había muchas tonterías que podrían ser toleradas. Con esto quiero decir que no poseía la pureza deseada. Sin embargo, los errores que no se pudieron corregir de inmediato desde el primer día, si no esconden una impiedad manifiesta, debían ser tolerados por un tiempo. Así, era lícito comenzar desde tales rudimentos, pero sería apropiado que los ministros de Cristo estudiosos, serios y virtuosos avanzaran más, eliminaran excrecencias desagradables y aspiraran a algo más puro. Si la religión sin mancha hubiera florecido hasta este momento en Inglaterra, habría sido necesario corregir muchas cosas para mejorar y eliminar muchas otras. Ahora, que estos primeros comienzos han sido destruidos, una iglesia debe ser construida por ustedes en otro lugar, y son libres de componer nuevamente la forma que parezca mejor adaptada para el uso y edificación de esa iglesia.
Los principios de Calvino aquí son los mismos. Los errores que ve eran tolerables hasta cierto punto. No dañaban la esencia de la religión. Sin embargo, eran “rudimentos” que deberían haberse perfeccionado con el tiempo. Dado que los exiliados ingleses se encuentran ahora en otro contexto, con nuevas libertades, deberían sentirse libres de moverse más allá de las limitaciones del acuerdo inglés anterior.
Los comentarios de Calvino sobre la “liturgia anglicana”, expresión que aquí simplemente significa la adoración establecida en Inglaterra en ese momento, son bastante críticos. El mismo Calvino ya ha llamado a esta liturgia algo “tonto”, y luego dice que sus defensores más estrictos “se deleitan tanto con la escoria como con las heces del papismo”. Sin embargo, esta expresión no debe tomarse completamente al pie de la letra. En primer lugar, Calvino ha mencionado que sus comentarios están dirigidos a la liturgia anglicana “tal como me la describen”. Esto significa que está respondiendo al informe que ha recibido de Knox, es decir, desde un punto de vista crítico. Una segunda razón para tratar los comentarios de Calvino con cierto escepticismo es que él aclara que el reemplazo propuesto por Knox “difiere mucho de un cambio total”. Entonces, si los presionamos estrictamente, tendríamos a Calvino diciendo que la liturgia adecuada a usar es una que no sea un cambio total de “la escoria y las heces del papismo”. Esta es una retórica polémica y parece dirigida principalmente al grupo de Knox. Finalmente, esta no es la última palabra de Calvino sobre el asunto.
Calvino escribe otra carta sobre la situación inglesa en Frankfurt el 12 de junio de 1555 (Carta 404). Esta carta es sorprendente y hasta confusa. La traducción al inglés está dirigida a John Knox, pero Calvino describe a Knox de una manera completamente incoherente con lo que sabemos sobre la disputa en Frankfurt. Calvino presenta a Knox como alguien que “insistió tan perentoriamente en las ceremonias anglicanas” que mostró estar “más apegado a las costumbres de [su] país de lo que es preciso”. De hecho, Calvino afirma que Knox no se desviaría de “una forma recibida”.
Un segundo problema es que la carta de Calvino a Knox tiene una fecha posterior a la expulsión de Knox desde Frankfurt. Es posible que Calvino simplemente no haya escuchado las noticias aún, pero su carta también habla como si la controversia se hubiera resuelto. Algo no cuadra aquí.
Lo más probable es que la Carta 404 de Calvino tenga un título erróneo. Es más probable que sea sobre John Knox. Esto puede verse en esta sección de la carta de Calvino:
Ciertamente, no disimulo que, en mi opinión, no se trató de manera piadosa ni fraterna a N., si es cierto que, a instancias clandestinas referentes a ciertas personas, se le imputaron cargos criminales. Hubiera sido mejor permanecer en el país natal que ser llevado a regiones distantes. Estas son las marcas de una crueldad injusta, para inflamar aun a aquellos que eran adversos a la discordia. Pero como me rehúso a aludir siquiera levemente a faltas de las cuales quisiera que el recuerdo estuviera sepultado en un olvido perpetuo, solo les exhortaré, venerables hermanos, a que si encuentran que las mentes de algunos todavía están resentidas por sentimientos irritantes, hagan lo posible por apaciguar su resentimiento.
Esta descripción solo tiene sentido si “N.” es Knox y Calvino está escribiendo al grupo restante: el grupo del Libro de Oración. Viéndolo bajo esa luz, Calvino los está criticando por la manera en que trataron a Knox, y son ellos quienes insistieron demasiado en las formas recibidas de la liturgia anglicana. Esto tiene sentido. Cómo explicar el error en el título debe dejarse a aquellos con algún conocimiento del manuscrito original y su crítica textual. Por lo tanto, Calvino todavía simpatiza con Knox y siente que el partido “anglicano” le jugó una mala pasada. Pero esta carta proporciona detalles clave sobre la naturaleza de los elementos ofensivos. Calvino escribe:
Con certeza lo digo: nadie que tenga un juicio sólido negará que las velas encendidas, los crucifijos y otras baratijas de la misma descripción fluyen de la superstición. Por lo tanto, estoy convencido de que aquellos que retienen estas cosas por elección propia están demasiado ansiosos por beber de heces contaminadas. No veo por qué razón una iglesia debería estar cargada con estas ceremonias frívolas e inútiles (sin llamarlas por su nombre real: perniciosas), cuando tenemos a nuestro alcance un orden de adoración puro y sencillo.
Por lo tanto, estas son las heces del papismo a las que Calvino se opone. Están muy en línea con las cosas que ha criticado en algunas de sus correspondencias anteriores: velas, crucifijos y “otras baratijas”.
También vale la pena señalar que, incluso con la crítica, Calvino habla de esta facción inglesa como “hermanos respetados”. Se lamenta por Knox, pero también implora a los ingleses en Frankfurt que continúen. Todavía los ve como una verdadera iglesia reformada, aun si no tomaron la misma decisión que él habría tomado.
Cartas Posteriores a Knox y Grindal
Calvino continuó escribiendo a hombres de ambos partidos de Frankfurt. Tenemos otras dos cartas a Knox, esta vez dirigidas correctamente, y también una carta a Edmund Grindal. Dichas cartas son interesantes, pues muestran cómo Calvino continuó teniendo una relación con ambos hombres. También continúan demostrando su actitud hacia ciertos asuntos “anglicanos”.
Primero, a Knox. Calvino escribió a Knox el 7 de noviembre de 1559. La carta es en realidad una respuesta a preguntas que Knox le ha enviado. Algunas de estas preguntas tienen que ver con el bautismo. Calvino afirma que los hijos de “idólatras” y de aquellos que han sido excomulgados deben ser bautizados. Dice que la herencia familiar más amplia todavía justifica el bautismo de estos niños. “Para nosotros, entonces, no cabe duda de que una descendencia proveniente de antepasados santos y piadosos pertenece al cuerpo de la iglesia, aunque sus padres y abuelos hayan sido apóstatas”. En el proceso de explicar esto, Calvino mantiene que el niño debe tener algún pariente “que dé fe a la iglesia de que se encargará de la tarea de instruir al infante”. Así pues, tenemos el caso de un “padrino”. Los padres del niño no son candidatos aptos para dar fe y, por lo tanto, algún otro pariente puede hacerlo por el bien del niño. Calvino afirma: “No vemos ninguna razón para rechazar a ningún niño para el cual se ha dado una garantía adecuada”; luego agrega que los padres deberían ser los “primeros padrinos” y que dicho estado debería ser un objetivo a largo plazo. Pero, mientras tanto, Calvino está dispuesto a aceptar a otros padrinos para el niño. Concluye: “Mientras tanto, esperando hasta que se hayan hecho mayores progresos y la disciplina se haya fortalecido, permitan que los niños sean admitidos al bautismo en la condición que hemos mencionado, es decir, que sus padrinos se comprometan a asegurarse de que se les enseñen los principios de una religión piadosa e inmaculada”.
La próxima carta de Calvino a Knox llega en abril de 1561. Aparentemente, hay otra controversia, ya que Calvino menciona a ciertos escoceses que han tenido problemas con el enfoque de reforma que el mismo Knox había suscitado. Si bien su simpatía sigue estando con Knox, Calvino teme que el tal pueda haber tenido problemas con algunos de sus comentarios. Calvino dice: “Me duele que algo que ha salido de mis labios haya causado tal impresión en tu mente, como para hacerte suponer que se te acusó de astucia o mala fe, cosas que considero las más ajenas a tu carácter”. Uno se pregunta qué dijo exactamente Calvino sobre Knox.
Después de esta seguridad, Calvino continúa celebrando los éxitos que Knox ha tenido en Escocia. Dice: “Me alegro enormemente, como puedes suponer con relativa facilidad, de que el evangelio haya tenido un progreso tan rápido y feliz entre ustedes”. Aun así, Calvino también aconseja a Knox hacia una mayor moderación en su campaña de Reforma. Escribe: “Con respecto a la liturgia, confío en que, aunque desagrades a muchos, moderarás tu rigor”. Esto es ciertamente interesante. Después de emitir una suave disculpa por críticas potenciales pasadas, Calvino aquí le pide a Knox que modere las cosas. Continúa diciendo que, “por supuesto”, es el deber de Knox “ver que la iglesia se purgue de todas las impurezas que fluyen del error y la superstición”, pero Calvino también aclara: “Con esta excepción, eres muy consciente de que ciertas cosas deben tolerarse incluso si no las apruebas completamente”. Según la opinión de Calvino, Knox haría bien en tomar un camino intermedio.
También tenemos una Carta de Calvino al “obispo de Londres” en mayo de 1560. El obispo en ese momento era Edmund Grindal, futuro arzobispo de Canterbury y el hombre que se había opuesto a Knox en Frankfurt. El tema principal de esa carta involucra el nombramiento de un ministro para la iglesia de extranjeros franceses en Londres. Grindal ha asegurado que esta iglesia pueda buscar un ministro por sí misma y ha pedido a Calvino que sugiera un candidato. Calvino ofreció a Nicholas des Gallars, quien se convirtió en el pastor de la congregación francesa en Londres.
Hacia el final de esta carta, Calvino nuevamente emite una crítica al estado de la iglesia en Inglaterra. Escribe: “Es motivo de profundo pesar que las iglesias de todo su reino aún no se hayan organizado como todos los hombres buenos podrían desear, y como al principio se hubiera esperado”. Pero antes de reaccionar con demasiada fuerza, una nota al pie nos alerta sobre el hecho de que fue el propio Grindal quien inició esta línea de conversación. En su carta a Calvino, en marzo de 1560, Grindal había escrito: “Encomiendo a tus oraciones y a las de los otros hermanos el estado de nuestras iglesias, aún no lo suficientemente establecidas según nuestra opinión”. Así que Calvino está de acuerdo con el obispo. Continúa alentando tanto al obispo como a la Reina Isabel a continuar con la obra de la Reforma. Dice que si la Reina no usa la dominación terrenal, sino que apoya a la iglesia, tendrá una verdadera “supremacía y preeminencia”. Calvino concluye con este elogio a Grindal, acompañado de una bendición: “Pero como ni tu sabiduría necesita de consejo; ni tu magnanimidad, de incitaciones; solo tendré que recurrir a las oraciones y suplicar a Dios, mi excelentísimo y honrado señor…”. Aún con críticas a la iglesia inglesa, Calvino respeta al obispo de Londres y lo ve como un hermano y compañero en el ministerio.
Conclusión
Ahora debemos concluir nuestro estudio sobre Calvino y la Iglesia de Inglaterra. Hemos abordado un período que va desde los primeros días del Rey Eduardo VI hasta el reinado de Isabel I. A lo largo de este tiempo, Calvino ha mostrado una actitud bastante coherente. Cree que la Iglesia de Inglaterra es una iglesia verdaderamente Reformada, pero que necesita seguir reformándose para alcanzar un estado más puro. Esto se lo expresa a Cranmer, a varios magistrados ingleses, a los ingleses en Frankfurt y al Obispo Grindal.
Sin embargo, cuando Calvino especifica los errores que ve en la iglesia anglicana, no menciona los distintivos esenciales del Acuerdo anglicano de 1662. No les dice que rechacen el episcopado. No afirma que el Libro de Oración Común sea ilegítimo. No habla sobre el calendario litúrgico, ni sobre arrodillarse durante la Comunión. Y en cuanto a ciertos vestuarios litúrgicos, claramente afirma que pueden ser tomados como casos de adiáfora. Lo que Calvino considera intolerable es el uso litúrgico de velas, crucifijos, aceites para ordenación y oraciones a los santos. También cree que la iglesia debe promover la predicación de la palabra y, por ende, un clero educado.
En lo que respecta a asuntos ceremoniales, que son de naturaleza indiferente, Calvino es claro acerca de sus preferencias. Personalmente cree que muchos de estos elementos deberían eliminarse en favor de la simplicidad. Sin embargo, considera que este proceso debe realizarse de manera ordenada. Aquellos que no poseen autoridad o jurisdicción sobre tales asuntos deben continuar sometiéndose, incluso cuando no estén de acuerdo. Los tales no deberían romper la unidad de la iglesia por formas externas. Para aquellos en autoridad, Calvino cree que deben seguir un curso moderado de Reforma, sin arriesgar el bien mayor de la iglesia por ser demasiado rigurosos en ninguna dirección.
Aunque podría ser un resumen demasiado general, podríamos decir que Calvino es “puritano” en gustos personales y metas finales, pero “anglicano” en principios básicos y política eclesiástica. Y aunque quizás no se logró cada instancia de su Reforma preferida, se logró bastante. Por ejemplo, el propio Cranmer comenzó a educar a los laicos y a enseñarles a predicar. Esto continuó aún más durante los reinados de Isabel y de Jacobo. El Libro de Oración Común de 1662 no tiene oraciones a los santos. Tampoco tiene velas en sus rúbricas. El Ordinal no prescribe ungimiento con aceite. Si Calvino hubiera vivido otro siglo, habría obtenido la mayoría de lo que pidió.
Pero aun aparte de esa evaluación a largo plazo, el argumento de Calvino sobre autoridad y moderación es completamente coherente con los principios defendidos por Cranmer, Hooker y, sí, Durel. Cuando se lee cuidadosamente, Calvino es un amigo de los anglicanos clásicos.
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Este artículo 1Este artículo hace parte de una serie de tres partes. Puede leer la primera aquí, la segunda aquí y la tercera aquí. fue publicado originalmente en Ad Fontes Journal y ha sido traducido con el permiso del Pastor Steven Wedgeworth. Puede escuchar sus sermones aquí. Ad Fontes Journal es una publicación de The Davenant Institute, una insitución que busca recuperar la riqueza del protestantismo clásico para renovar y edificar la Iglesia contemporánea.2Los links que redirigen al lector a otros artículos de este sitio web no hacen parte del artículo original.
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