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Catolicismo Reformado

Este artículo hace parte de una serie de tres partes. Puede leer la primera aquí, la segunda aquí y la tercera aquí.

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John Durel fue un ministro franco-anglicano que se convirtió en un apologista reformado clave de la Iglesia de Inglaterra tras la restauración de la monarquía de la casa Estuardo. Mayormente olvidado hoy en día, Durel fue una figura clave durante el acuerdo de 1662, actuando como un enemigo importante de Richard Baxter. Uno de los logros más importantes de Durel fue conseguir el apoyo de los principales teólogos hugonotes en favor de la iglesia estatal inglesa restaurada, socavando así una parte poderosa de la polémica no conformista. En su libro, A view of the government and public worship of God in the Reformed Churches beyond the seas: wherein is shewed their conformity and agreement with the Church of England [Un panorama del gobierno y del culto público de Dios en las iglesias reformadas más allá del continente: donde se muestra su conformidad y acuerdo con la Iglesia de Inglaterra], Durel intenta reforzar este tipo de enfoque, reivindicando el amplio mundo reformado internacional como aliado de los asentamientos tanto Isabelino como Estuardo. Durel hace varias observaciones interesantes en ese libro, pero algunas de las más intrigantes tienen que ver con Juan Calvino.

Durel comienza anticipándose a Richard Muller. Dice que demasiada gente en su época trata a Ginebra y a Calvino como la “madre” del presbiterianismo e incluso como un ejemplo “a imitar por todas las demás iglesias y países reformados”. Durel rechaza esto por completo. Pero a continuación señala que, en primer lugar, los ginebrinos nunca reclamaron para sí tal posición. De hecho, afirma que al principio se había dejado engañar por esta percepción y que arrastraba un prejuicio injusto contra Calvino. Sin embargo, tras leerle directamente, llegó a creer que Calvino estaba más del lado de la Iglesia de Inglaterra conformista que de los disidentes. A Durel le agradaba totalmente el Calvino poco complaciente.

Ahora bien, sin duda, esto es solo la apologética hablando. ¿Es posible que Durel tenga razón en que Calvino es más anglicano que puritano ? Parece una exageración. Sin embargo, Durel señala varias fuentes en los escritos de Calvino, entre las que destaca una carta al duque de Somerset, tutor del rey Eduardo VI y Protector de Inglaterra. Esta carta es muy interesante, y me hizo adentrarme en la madriguera del conejo de las cartas de Calvino, centrándome en lo que tenía que decir sobre lo que ahora llamamos “anglicanismo”. En este ensayo y en futuras entregas, reuniré estos diversos comentarios con el objetivo de formar para nosotros el comentario de Calvino sobre la naciente Iglesia de Inglaterra.

La primera carta de Calvino a Somerset

Eduardo Seymour era hermano de Juana Seymour, la tercera esposa de Enrique VIII y madre de Eduardo VI. A la muerte de Enrique, Seymour fue nombrado Protector de Inglaterra hasta que el niño Eduardo alcanzara la mayoría de edad. Eduardo Seymour se tituló entonces duque de Somerset y se aproximó al estatus real. También resultó ser un acérrimo protestante. Al escribir a Somerset, Calvino expresa lo que le gustaría ver en la recién reformada Iglesia de Inglaterra, y también da a Somerset ciertos consejos sobre cómo hacerlo realidad. Algunas selecciones son particularmente importantes.

Calvino comienza escribiendo: “Tenemos todos los motivos para estar agradecidos con nuestro Dios y Padre, porque se ha complacido en emplearte en una obra tan excelente como la de establecer la pureza y el recto orden de Su culto en Inglaterra por tus medios, y establecer la doctrina de la salvación, para que sea allí fielmente proclamada a todos los que consientan en oírla…”. Calvino escribió a Somerset con el objetivo de indicarle la mejor manera de establecer “la pureza y el recto orden” del culto, así como la manera de establecer “la doctrina de la salvación”. Luego compara a Somerset, y por implicación a Eduardo VI, con el antiguo rey judío Ezequías, señalando que Dios lo preservó de lo que parecía ser la derrota y la muerte porque le dio el propósito superior de establecer Su ley y, principalmente, el verdadero culto en el reino.

A continuación, Calvino menciona “dos tipos de rebeldes” que perturban el reino. Estos son, efectivamente, los libertinos y los simpatizantes católico-romanos. El consejo de Calvino va directo al grano: “Ambos por igual merecen ser reprimidos por la espada que se te ha encomendado, ya que no solo atacan al rey, sino que contienden con Dios, que lo ha colocado en un trono real, y te ha encomendado la protección tanto de su persona como de su majestad”.

El llamado a la persecución no era algo raro en aquella época. Todo el mundo estaba de alguna manera metido en esos temas. Pero la afirmación de Calvino de que Dios había colocado al rey en el trono con un encargo especial es importante para la política inglesa, sobre todo en lo que tiene que ver con los disidentes religiosos. Esto es aún más relevante cuando observamos que el grupo que antes denominó “libertinos” era conocido principalmente por sus opiniones sociales y políticas. Calvino los llama “un tipo extravagante de personas, que, bajo el color del evangelio, podrían poner todo patas arriba”. Y añade: “Estos locos, que querrían que el mundo entero se convirtiera en un caos de libertinaje, son contratados por Satanás para difamar el evangelio, como si este no engendrara más que revueltas contra los príncipes y toda clase de desórdenes en el mundo”. Los libertinos eran un grupo de rebeldes radicales [levelers]; estaban en contra de la monarquía [monarchomachs].

Conformidad de fe

En el resto de la carta, Calvino enumera tres maneras en que Somerset puede asegurarse de que la verdadera fe se conserve en Inglaterra. La primera tiene que ver con la “sana instrucción” y el orden de la iglesia, en particular de sus ministros. Calvino señala que la fe reformada ortodoxa ya está presente en Inglaterra para esta época. “Alabado sea Dios, no tienen que aprender cuál es la verdadera fe de los cristianos y la doctrina que deben sostener, viendo que por sus medios se ha restaurado la verdadera pureza de la fe”. A esto añade que la ley de Dios es “la única regla y el único directorio espiritual para nuestras conciencias”. Calvino elogia a Somerset porque tal sea actualmente el caso en Inglaterra, y luego da consejos sobre cómo mantenerlo así.

El primer imperativo de Calvino es la predicación. Critica suavemente a la Iglesia de Inglaterra por confiar demasiado en la lectura de sermones escritos de antemano. Dice que entiende la razón por la que esto era necesario, pero cree que la Iglesia necesita pasar de esto a equipar sus parroquias con ministros que sean capaces de dar vida a la Palabra en su propia homilética. “Ahora bien, esta predicación no debe ser inerte, sino viva y lista para enseñar, exhortar y reprender, como dice San Pablo al hablar de ello a Timoteo [2Ti 3:16-17]”.

Más tarde, Calvino pide un catecismo para asegurar una enseñanza uniforme. “Créanme —dice— la Iglesia de Dios nunca se preservará sin un catecismo, pues este es como la semilla que evita que el buen grano se apague y hace que se multiplique de generación en generación”. En una prosa tan tortuosa, por la que debemos culpar al traductor, Calvino añade: “En efecto, no digo que no sea bueno, e incluso necesario, obligar a los pastores y coadjutores a una cierta forma escrita, tanto para suplir la ignorancia y las deficiencias de algunos, como para manifestar mejor la conformidad y el acuerdo entre todas las iglesias”. Así, mientras Calvino quiere que los predicadores tengan la libertad de escribir sus propios sermones, no quiere que tengan la libertad de formar su propia doctrina individual.

Ahora bien, aunque Calvino la introdujo antes de la declaración sobre la catequesis, he dejado para el final la parte más llamativa de esta sección. Al pedir la uniformidad de la doctrina, Calvino también pide la suscripción confesional entre el clero. Y la forma en que lo hace es precisamente lo que llamó la atención de John Durel. Calvino escribe: “En primer lugar, debe haber un resumen explícito de la doctrina que todos deben predicar, que todos los prelados y coadjutores juren seguir, y nadie debe ser recibido en ningún cargo eclesiástico si no promete preservar tal acuerdo”.

Sí, en una carta al jefe temporal de Inglaterra y al hombre que tenía el poder de reformar la Iglesia, Calvino escribe que “todos los prelados y coadjutores” deberían suscribir una confesión de fe común. Si Calvino creía firmemente que la jerarquía entre el clero era un problema, esta era su oportunidad de decirlo. En lugar de ello, da la impresión de que Somerset debería continuar con este arreglo eclesiástico, y esto después de haber dicho previamente que Somerset debería usar la espada para reprimir a cualquiera que se rebelara contra el rey.

Errores que quedan por corregir

Calvino no es todo afirmación hacia la Iglesia de Inglaterra. Señala ciertos asuntos problemáticos que aún debían ser abordados. El “tipo bastardo de cristianismo” que había instituido el Papa no ha sido desarraigado del todo. Calvino admite que la “moderación” es necesaria para la reforma. Incluso dice: “Las formas de culto deben acomodarse a la condición y gustos del pueblo”. Sin embargo, simplemente no se puede permitir que algunos abusos se enconen. “Tales corrupciones —afirma Calvino— si se permite que permanezcan, se convertirán en un poco de levadura que al final agriarán toda la masa [cf. 1Co 5:6]”.

¿Cuáles son estas corrupciones? Calvino enumera tres: la oración por los difuntos en el servicio de comunión, la crismación con aceite y el ritual sacramental de la extremaunción. En cuanto a la primera, Calvino admite que se ofrecen diversas explicaciones que disminuyen la gravedad del problema. Aun así, el peligro es muy grande. Calvino dice:

… la Cena de Jesucristo es una acción tan sagrada que no debe ser ensuciada por invención humana alguna. Además, en la oración a Dios, no debemos tomarnos una licencia ilimitada en nuestras devociones, sino observar la regla que San Pablo nos da: debemos estar fundados en la palabra de Dios (Ro 10); por lo tanto, tal conmemoración de los muertos, que implica encomendarlos a Su gracia, es contraria a la debida forma y manera de orar; es una adición hiriente a la Cena de nuestro Señor.

Este es el mayor problema que Calvino ve en la Iglesia de Inglaterra en 1548.

A continuación, Calvino menciona dos errores más. Según él, estos errores “posiblemente pueden ser menos reprensibles”, pero aun así “no deben… ser excusados”. La crismación la descarta rápidamente: “El crisma ha sido inventado debido a un humor frívolo por aquellos que, no contentos con la institución de Jesucristo, deseaban falsificar el Espíritu Santo mediante un nuevo signo, como si el agua no fuera suficiente para el propósito”. Es importante señalar que Calvino no se opone a la noción de un signo para la impartición del Espíritu Santo. Simplemente cree que las aguas bautismales son ese signo. No hay necesidad de otro.

En cuanto a la unción, Calvino dice que este ritual cesó cuando cesaron los dones milagrosos: “Cuando los apóstoles usaban aceite en el caso de los enfermos, era para curarlos milagrosamente. Ahora, cuando el don de los milagros ha cesado, la figura ya no debe emplearse”. Puesto que los ministros ya no tienen el don permanente de la curación milagrosa, no deberían utilizar el aceite que ahora no es más que una señal vacía.

Y aquí termina Calvino su lista de errores que el Protector debe corregir. Se nos podría advertir que Calvino no querría exagerar aquí. Tiene que medir su petición con cuidado. Esto es sin duda cierto. Seguramente tenía otros pensamientos. Y, sin embargo, seguramente pondría en primer lugar los asuntos más urgentes. Cuando tiene su oportunidad de hacerla valer, Calvino no pone objeciones a los obispos (de hecho, da la impresión de que los elogia), ni a una liturgia o un libro de oraciones fijos, ni a las doctrinas bautismales o eucarísticas de Inglaterra. De hecho, los tres errores que menciona Calvino han sido eliminados por desarrollos posteriores dentro del anglicanismo (aunque fueron reintroducidos con alteraciones en el siglo XX) y no están presentes en el Libro de Oración Común de 1662.

Disciplina eclesiástica

La sección final de Calvino es un llamado a la disciplina eclesiástica y a un cercado adecuado de la Mesa del Señor. Hasta que por fin tenemos el famoso énfasis puritano y presbiteriano de Calvino. Y sí, es cierto, hace un llamamiento a una disciplina más estricta, particularmente en lo que respecta a la “prostitución”, el adulterio, la embriaguez y la blasfemia. Sin embargo, incluso aquí, las palabras de Calvino podrían sorprender a lectores posteriores. Dice: “El deber de los obispos y coadjutores es vigilar eso, a fin de que la Cena de nuestro Señor no sea contaminada por personas de vida escandalosa”. Y luego comenta: “Pero en la autoridad en la que Dios te ha puesto, la responsabilidad principal vuelve a recaer sobre ti, que tienes un encargo especial que se te ha dado para poner en marcha a los demás, con el propósito de que cada uno cumpla con su deber y vele diligentemente para que el orden que se haya establecido sea debidamente observado”. Así pues, como lo había dicho antes, lo repite: obispos y coadjutores; pero agrega que quien tiene el más alto deber de ponerlo todo en marcha es el magistrado civil. Los reyes ingleses posteriores agradecerían sin duda un consejo así.

Intermedio final

Esto no es todo lo que Calvino tiene que decir sobre la situación inglesa. En próximas entregas, examinaré otras cartas de Calvino que tocan temas relevantes, tanto de la política como de la liturgia inglesas. Pero la evidencia de esta carta es sorprendente. Calvino respalda a la Iglesia de Inglaterra bajo Somerset y Eduardo VI. Sus críticas son bastante suaves y, de hecho, resueltas por reformas anglicanas posteriores. Por último, las afirmaciones de Calvino sobre la naturaleza, los derechos y el deber de la corona suenan más “anglicanas” que “puritanas”.

John Durel no estaba inventando cosas. Juan Calvino es amigo de los anglicanos.


Este artículo 1Este artículo hace parte de una serie de tres partes. Puede leer la primera aquí, la segunda aquí y la tercera aquí.fue publicado originalmente en Ad Fontes Journal y ha sido traducido con el permiso del Pastor Steven Wedgeworth. Puede escuchar sus sermones aquí. Ad Fontes Journal es una publicación de The Davenant Institute, una insitución que busca recuperar la riqueza del protestantismo clásico para renovar y edificar la Iglesia contemporánea.2Los links que redirigen al lector a otros artículos de este sitio web no hacen parte del artículo original.

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