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Catolicismo Reformado

Si por mí fuera en lo que concierne a la formación teológica, trataría de ayudar a los estudiantes a dominar las distinciones teológicas básicas de la era de la escolástica protestante. Quienes creen que “escolástica” es una mala palabra probablemente no conocen mucho sobre la escolástica. A decir verdad, todos necesitamos un poco -tal vez mucho- de escolasticismo en nuestras vidas. De hecho, todos usamos las distinciones como una forma básica de comunicarnos.

Sinclair Ferguson hace una buena observación en su libro, La devoción trinitaria de John Owen, sobre la utilidad de las distinciones:

La escolástica se utiliza a menudo como un insulto teológico que pretende introducir un mal olor. Sin embargo, las personas que usan así esa palabra son a veces las mismas que son quisquillosas acerca de acciones en el deporte, nombres de personajes o gentilicios exactos. ¿No son estas distinciones meramente “escolásticas”? Formular la pregunta es responderla. La comprensión correcta siempre implica hacer distinciones cuidadosas.

Durante la Edad Moderna, los estudiantes de teología solían recibir formación para hacer distinciones adecuadas y correctas. El objetivo de las distinciones teológicas y filosóficas es desenmarañar las palabras y los términos ambiguos utilizados en el discurso teológico, así como aclarar lo que se quiere decir o no cuando se utiliza una frase, un término o un tuit (por ejemplo, el poder de Dios o el amor de Dios).

Idealmente, las distinciones deberían ayudar, no entorpecer, la exégesis y la teología. Deben tener apoyo bíblico o, al menos, aclarar el lenguaje teológico. Así, por ejemplo, consideremos la distinción entre el poder absoluto de Dios (de potentia absoluta Dei) y el poder ordenado de Dios (de potentia ordinata Dei). El poder absoluto de Dios es aquel poder para hacer aquello que no necesariamente efectuará (por ejemplo, convertir una piedra en un hijo de Abraham). Su poder ordenado implica su decreto de hacer aquello que ha ordenado efectuar. Sencillamente, lo que Dios es capaz de hacer no es sinónimo de lo que Dios ha decidido hacer.

Esta distinción tiene apoyo bíblico:

y no piensen que pueden decirse a sí mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque les digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras.1Mateo 3:9, NBLA

En otro lugar, Cristo reúne el poder absoluto de Dios con su poder ordenado:

¿O piensas que no puedo rogar a Mi Padre, y Él pondría a Mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que así debe suceder?».2Mateo 26:53-54, NBLA

Ejemplos de las distinciones

En el ámbito de la justificación, uno debe conocer la causa formal, la causa material, la causa instrumental y la causa final. Uno debe conocer la diferencia entre una “aestimatio” (visión arminiana) y “secundum veritatem” (visión reformada) o la diferencia entre el derecho frente a la posesión de la vida.

Varias tradiciones pueden estar de acuerdo en que estamos justificados por la justicia de Cristo, pero distinguir lo que se quiere decir con eso es la diferencia entre la verdad y el error.

El estudiante de teología del siglo XVII probablemente sabría exactamente lo que significa:

Justificatio activa et passiva (Justificación activa y pasiva)

Habitus et actus fidei (Hábito y acto de fe)

Unio mystica et unio foederalis (Unión mística y unión federal -o pactual-)

Justificatio ante fidem et post fidem (Justificación antes de la fe y después de la fe)

Impetratio et applicatio (Obtención-impetración y aplicación)

Justificatio a priori et a posteriori (Justificación a priori y a posteriori)

Justificatio in foro dei et in foro conscientiae (Justificación en el tribunal de Dios y en el tribunal de la conciencia)

La distinción acto-hábito (véase más arriba, habitus et actus fidei) es prácticamente el mismo concepto que la distinción acto-poder. Dios otorga el poder, pero nosotros realizamos el acto. Así John Flavel dice “aunque la fe, que llamamos la condición por nuestra parte, sea el don de Dios, y el poder de creer se derive de Dios; sin embargo, el acto de creer es propiamente nuestro acto…”

Esta distinción preserva la gracia de Dios en la salvación, pero evita que seamos “meros bloques” en el esquema de la salvación.

En la expiación

En cuanto a la expiación, además de comprender la distinción eficiencia-suficiencia, lo ideal sería que un estudiante de teología conociera la diferencia entre “acceptatio” y “acceptilatio” y la diferencia entre los medios de obtención (medium impetrationis) y los medios de aplicación (medium applicationis). La aplicación de la justificación depende de la intercesión de Cristo, no de su resurrección. Esto nos ayuda a comprender la importancia de la intercesión de Cristo, que lamentablemente se pasa por alto a menudo.

La muerte de Cristo fue una obra de impetración que puede entenderse como una causa física o como una causa moral. Según John Owen “las causas físicas producen sus efectos inmediatamente”, y el sujeto debe existir para que se actúe sobre él. Las causas morales “nunca actúan inmediatamente sobre sus propios efectos”. La muerte de Cristo fue una causa moral, no física. Así, aquellos por quienes murió no necesitan estar vivos en el momento de su muerte para recibir los beneficios de su sacrificio vicario. Las causas físicas no requieren actos humanos, pero las causas morales sí.

En el amor

También distinguimos en cuanto al amor de Dios. El amor voluntario (exterior) de Dios tiene una triple distinción: (1) el amor universal de Dios por todas las cosas, (2) el amor de Dios por todos los seres humanos, tanto elegidos como réprobos, y (3) el amor especial de Dios por su pueblo. El amor voluntario de Dios, entendido como un afecto, tiene tres componentes principales. Los teólogos reformados no siempre han expresado estas distinciones de la misma manera; pero las tres categorías siguientes se refieren al amor de Dios por los elegidos: (1) el amor de benevolencia de Dios (amor benevolentiae), entendido en términos de la elección y predestinación de Dios, (2) el amor de beneficencia de Dios (amor beneficentiae), por el que quiere redimir a su pueblo,y (3) el amor de complacencia o amistad de Dios (amor complacentiae vel amicitiae), por el que recompensa a su pueblo según su santidad.

En el pecado

Las distinciones teológicas también nos ayudan en nuestra doctrina del pecado. Así, Maccovius argumenta:

1. El pecado es o bien pecado original o bien pecado actual.

El pecado original, proveniente de Adán, es el pecado con el que nacemos y en el que nacemos, y comienza en el momento en que nos convertimos en seres humanos.

2. El pecado original es pecado imputado o inherente.

Se nos imputa como si nosotros mismos lo hubiéramos cometido.

El pecado inherente es una depravación de nuestra naturaleza y, por tanto, una inclinación a todo lo malo.

3. La imputación es un acto moral, no físico.

No se requiere que la persona exista, sino solo que la persona existirá.

Además, cabe distinguir entre el pecado cometido por debilidad y el pecado cometido por pleno deseo. Solo los cristianos pueden pecar por debilidad.

1. Los verdaderos creyentes pecan más gravemente que los incrédulos.

A) Porque tenemos mayor conocimiento
B) Porque tenemos poderes para resistir.

2. Los incrédulos pecan más gravemente que los creyentes.

A) Porque se precipitan en el pecado con gran deseo; pero los creyentes con una voluntad quebrantada.
B) Los fieles sienten tristeza (arrepentimiento) por los pecados cometidos, pero los incrédulos no (solo por las consecuencias).

Sólo he tocado algunas distinciones de algunos lugares teológicos. Las obras, especialmente de teólogos católicos romanos, sólo sobre distinciones en la Edad Moderna temprana son enormes (ver aquí un ejemplo). Creo que el mundo teológico reformado -por no mencionar el mundo teológico más amplio- estaría mucho mejor hoy en día si fuéramos capaces de hacer distinciones teológicas sólidas.

Como dijo Francis Turretin, “distinguimos”. ¡Ah, los buenos viejos tiempos, cuando la educación teológica era realmente eso!

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Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Mark Jones. Le invitamos a conocer sus libros aquí. 3Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original

  • 1
    Mateo 3:9, NBLA
  • 2
    Mateo 26:53-54, NBLA
  • 3
    Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original

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