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Catolicismo Reformado

Bienvenido de nuevo.

La pregunta de hoy es:

Como has compartido en varios lugares, procedías de un trasfondo teológico bautista reformado y más tarde te trasladaste a un entorno anglicano. Me encuentro en una situación similar en la que la mayor parte de mi formación y educación teológica ha sido en un contexto bautista reformado, pero he estado al borde de abrazar el bautismo de niños desde hace varios años.

¿Podrías hablarnos de lo que te empujó al borde del abismo en la cuestión del bautismo de niños? ¿Cambiaste a ese punto de vista con bastante facilidad? ¿O fue un largo camino?

Quiero dar algunos antecedentes acerca de dónde me encuentro en mi reflexión sobre este tema: Los argumentos presbiterianos básicos no me persuaden del todo, aunque son convincentes. Tampoco quiero poner todas mis fichas teológicas en las escasas casillas de la fe infantil, como podrían hacer algunas personas en los círculos luteranos. Sigo a Peter Leithart desde hace algún tiempo, y junto a Leonard Vander Zee han sido quizá los más útiles y persuasivos en esta conversación. En muchos sentidos, el libro de Leithart, The Baptized Body [El cuerpo bautizado] me ha dado mucho en qué pensar acerca de la comunidad del pacto como una comunidad formada por los que están a medio camino y por los que están plenamente dentro, lo que va en contra de la visión típica presbiteriana. Pero también soy cauto a la hora de abrazar plenamente la postura de Leithart, porque no creo que pueda estar de acuerdo con la apostasía predestinada como algo verdadero, lo cual parece sostener en ese libro.

Sin embargo, la exigencia bautista de que la iglesia sea una comunidad regenerada del pacto y su insistencia en un vínculo entre el arrepentimiento y el bautismo me frenan a la hora de abrazar el paidobautismo1Es decir, bautismo de infantes (o de niños).por completo.

Imagino que te acercarás a los puntos de vista de Leithart en algunos aspectos, pero me encantaría oír cuál parte del apoyo bíblico en cuanto al bautismo de niños te impulsó originalmente a abrazar esa postura y también cómo han evolucionado tus puntos de vista desde entonces. Además, ¿cómo se relaciona, en tu opinión, la postura del paidobautismo con la de la paidocomunión? Y si pudieras recomendarme algunos libros que describan bien tu posición general, te lo agradecería.

La respuesta de Alastair Roberts

Ya he respondido a algunas de estas preguntas en mayor o menor medida en algunos videos, pero daré una respuesta general a las cuestiones planteadas allí. No responderé a todo aquí,2 Si alguien tiene más preguntas al respecto, por favor, déjelas en mi cuenta de Curious Cat,Una página para recibir preguntas del público y contestarlas. La cuenta del autor de este post para hacerle preguntas es https://curiouscat.me/zugzwanged.y buscaré responderlas en un futuro.

¿Qué fue lo que me llevó al límite en la cuestión del bautismo de niños? Quiero empezar diciendo que cuando cambiamos de opinión, tendemos a hacerlo por una variedad de razones diferentes, y una de las razones más importantes es la del trasfondo. Es importante saber que provengo de un trasfondo teológico bautista reformado.

Nuestra teología, de alguna manera, siempre se desarrollará espalda con espalda con nuestro trasfondo. En mi caso, este fue el bautista reformado. Lo que obtuve de él siempre será como una voz en mi cabeza con la que hablo. No es literal (¡yo no oigo voces!), sino que parece como si fuera una persona con la que dialogo y reflexiono sobre mi teología. Pienso en cómo me educaron y en cómo mi teología se relaciona con eso.

Ahora bien, el problema potencial del trasfondo que vamos formando de niños es que, de varias maneras, este casi siempre se simplifica y con frecuencia se distorsiona. Tal trasfondo también está ligado a muchos apegos emocionales, quizá a un sentimiento de amargura. Como fuera, nuestras relaciones pasadas pueden estar muy cargadas. Por ejemplo, las personas que tienen un pensamiento muy progresista reaccionan en contra de un trasfondo evangélico particular, y a menudo, el contenido de su pensamiento, por sí mismo, es muy pobre. Este pensamiento no se desarrolla a partir de su propio ímpetu ni de su propio fundamento seguro; más bien, reacciona en contra de algo con lo que crecieron.

En mi caso, parte de mi desarrollo (o crecimiento) se debió gracias a un trasfondo ligado a varias relaciones que formé mientras crecía y, para bien o para mal, esto importa: mi relación con mi padre como pastor bautista reformado, mi relación con mi educación eclesiástica, mi relación con este tipo de teología y con el entorno en el que me crié. Es importante reconocer esto porque, por lo general, nos gusta pensar que nuestros desarrollos (o crecimientos) en la teología ocurren en un vacío intelectual puro y abstracto, pero no es así; estos ocurren sobre el trasfondo de las relaciones: del resentimiento, de la amistad, de los apegos.

Ahora bien, sobre cómo cambié mi posición acerca del bautismo. Debo empezar diciendo que tenía una muy buena relación con mi padre. Sin embargo, un aspecto importante de mi desarrollo (o crecimiento) fue que para mí la postura no era abstracta, sino que estaba apegada a algo: a la forma en que me habían criado mis padres.

Por eso, siempre me ha parecido importante relacionar mi cambio con dicho contexto. Fue crucial para mí pensar hasta qué punto intentaba forjar mi propia identidad porque quería contradecir la posición con la que me habían criado mis padres; o hasta qué punto me enfrentaba a una posición caricaturesca y muy limitada sobre el tema (por ejemplo, la posición a veces infantil que uno mantiene sobre algún tema controversial cuando es adolescente, en lugar de una posición madura de alguien que ha estudiado profundamente la teología del pensamiento bautista reformado).

El contexto de mi cambio

He tenido que hacerme esas preguntas, y al final he mantenido una posición paidobautista, la cual se ha desarrollado de diversas maneras. Sin embargo, reconozco hasta cierto punto los diferentes factores que dieron forma a mis primeras incursiones hacia esta posición. Entre estos factores se encontraban la amistad, el traslado a un nuevo contexto y el descubrimiento de que algunos de los contextos en los que me sentía con más cancha y en donde tenía más ganancias en mi teología eran los presbiterianos.

Me di cuenta de que había un peso teológico dentro del contexto presbiteriano que no podía encontrar en el contexto bautista reformado. A veces parece que tu cancha teológica se expande cada vez más, no por la virtud que sugiere tu cambio de posición, sino porque sientes experimentar un cierto ascenso en el mundo a medida que te unes a una nueva multitud con teología un poco más sofisticada o con mejores apegos —o cosas como esas—. Otra vez, nuestro trasfondo está muy ligado con nuestra teología.

Reconocer este factor en mi cambio de postura fue importante para mí, y creo que debe ser importante para mucha gente. Por ejemplo, miremos la forma en que varias personas han entrado a la Iglesia católico-romana. Con frecuencia, vemos que hay una sofisticación evidente en las instituciones más elitistas, ideales para personas que están trabajando en el nivel más alto del pensamiento teológico dentro de los contextos católico-romanos, y para muchos que vienen de un contexto presbiteriano o evangélico reformado no tan sofisticado (o de bajo nivel) esto puede resultar profundamente atractivo.

A medida que uno asciende dentro del ámbito académico, puede sentir que no tiene un hogar dentro del contexto del que procede. Es importante considerar hasta qué punto se trata de cierta atracción por un grupo de iguales y hasta qué punto es en realidad una respuesta a cuestiones teológicas reales, porque las posturas pueden llegar a ser muy atractivas cuando existe un motivo personal para sostenerlas. Por esto, antes de entrar a detallar las razones más propiamente teológicas por las cuales cambié de opinión, quiero considerar algunas de esas razones personales que enmarcan mi decisión. No todas ellas, aunque sí la mayoría, me impulsaron a optar por el paidobautismo. Y es importante reconocer que, aunque algunas razones me llegaron a frenar, la mayoría me empujó con más fuerza en esa dirección.

He tenido que auditar, por así decirlo, mis razones. Reconozco que algunas de ellas no eran buenas, sino que, aunque pueden haber sido lógicas, debían manejarse con cuidado. Necesitamos investigar esas razones con más cuidado para pensar lo qué realmente subyace en ellas, porque cuando cambiamos de opinión sobre varios asuntos, no lo hacemos siempre por pura decisión intelectual, sino que hay muchas más cosas de por medio que hacen el cambio más complicado. Tal cambio está ligado a amistades, a relaciones y a sucesos determinantes en nuestras vidas, y no es debido al puro poder de decisión intelectual que nos gusta pensar que es.

Con frecuencia, surgen complejidades de nuestros cambios que nos revelan que en realidad no hemos cambiado tanto como pensamos. Seguimos fijados en un determinado tema o trasfondo. Por ejemplo, el trasfondo al que antes estábamos profundamente apegados puede ser algo contra lo que ahora estamos reaccionando profundamente. Así que es importante tener en cuenta estas cosas. Si vamos a tener una forma sana de relacionarnos con asuntos teológicos, necesitamos reconocer estos factores personales, pensar en ellos, pensar en las formas en que hemos sido impulsados a veces a tomar decisiones por el pánico. Sí, hay ocasiones en las que cambiamos de opinión a través del pánico, del miedo, de la aversión, del rechazo, del antagonismo, de la amargura, de la reacción y del amor; a través de la forma en que podemos estar en una relación con alguien y de repente todos sus puntos de vista nos parecen atractivos. Todas estas son cosas sobre las que debemos reflexionar. De esta manera, antes de continuar, quiero registrar esas preocupaciones.

El cambio de paradigma teológico

¿Cuáles fueron algunas de las razones más importantes que me hicieron cambiar de opinión? No cambié por leer o estudiar unos versículos bíblicos clave. Cuando uno cambia de opinión sobre un tema tan específico como el bautismo de niños, es porque generalmente ya hubo un cambio de paradigma teológico más amplio. La mayoría de las personas hará ese cambio de paradigma en varias etapas. Hay un cambio fundamental que se produce bajo la superficie, y luego se expresa en otros tópicos, como en este caso, en el bautismo de niños.

Para mí, el cambio resultó de una comprensión a otra. Yo tenía la noción de que la salvación se centraba en el individuo, siendo Cristo el medio para salvarlo y llevarlo al cielo. Pero esta noción me llevó a otra en la que la salvación está enraizada en la gran narrativa histórica desde Génesis hasta Apocalipsis y, dentro de esa narrativa, en Cristo y la formación de la iglesia como Su cuerpo. Sería entonces algo así: Cristo es el que llena (cumple con) la identidad de Israel, el que forma una nueva humanidad.

Todo esto se fue uniendo a muchos otros asuntos. Cuando pensamos en los cambios de nuestra mente, además de pensar en las razones personales, también tenemos que pensar en las formas en que estas se producen dentro de sistemas interconectados. Cuando nuestra mente cambia, es como si cambiara un ecosistema. Es como si fuera una cascada: un cambio en un asunto concreto puede echar por tierra todo lo demás, y como todo lo demás ha cambiado, entonces se empieza a cristalizar un nuevo sistema de creencias, y la teología empieza a tomar nuevas formas.

Para mí, esos cambios se produjeron principalmente en ese ámbito: el cambio de ese centro de gravedad. Otros cambios que se produjeron estaban relacionados con mi antropología. De nuevo, asociado con mi posición anterior sobre la salvación, mi antropología antes se había centrado mucho en el individuo que se define a sí mismo, que está muy relacionado con Dios de forma directa e inmediata (y existe cierto tipo de relación directa con Dios). Pero empecé a darme cuenta de que en las Escrituras se hace mucho hincapié en un tipo diferente de antropología, en la que pertenecemos a grupos, en la que somos seres generativos3En el sentido de seres sociales, políticos, reproductores.. Somos seres que nacen de padres y tienen hijos, que están relacionados con otros, que tienen cuerpos sexuados. Somos seres que se definen por nuestros cuerpos, no solo por nuestras subjetividades, nuestro albedrío o por cosas así.

Una vez que empecé a darme cuenta de eso, muchos de los fundamentos de mi teología bautista empezaron a deshilacharse, porque me di cuenta de que, por lo general, la teología bautista descansaba sobre un conjunto muy individualista de supuestos sobre la salvación, la iglesia y la historia de las Escrituras. Y cuanto más me daba cuenta del centro de gravedad de las Escrituras, más empezaba a ver que, por ejemplo, la relación entre Israel y la Iglesia era crucial. Ahora bien, no creo que la circuncisión se relacione directamente con el bautismo, pero lo que sí veo es que dentro de la circuncisión vemos una lógica teológica y natural subyacente en la forma en que nos pertenecemos unos a otros, en la forma en que el niño pertenece a sus padres y a su familia: se define dentro de esa red relacional, no solo como un ser independiente.

También empecé a pensar en cosas como la adopción y en el modo en que proporciona un paradigma en el bautismo infantil. La adopción presenta la forma en que alguien puede, al margen de su propia elección, pero en aras de su bienestar, ser incluido dentro de una nueva familia sobre la base de una pertenencia real y en previsión de su plena participación en la vida de esa comunidad. Creo que el bautismo infantil es similar, al igual que el bautismo en general.

Esto es algo importante: tales cambios suelen ligarse con cambios más generales que tienen que ver con la compresión que otros tienen de los sacramentos. Cuando era bautista, cuando pensaba en mi bautismo a los 15 años, tenía mucha ansiedad al respecto acerca de mi salvación de forma más general durante un periodo de tiempo, pero la ansiedad fue causada en parte por el hecho de que me alejé poco después y tuve un largo periodo de reincidencia. Esto me hizo preguntarme si mi confesión de fe tenía sentido. ¿De qué valía realmente esa fe si, inmediatamente poco después de mi bautismo, me aparté de la iglesia?

El bautismo es una promesa que puedes experimentar

A medida que cambiaba mi comprensión del sacramento, cambiaba también mi comprensión de mi propio bautismo cuando tenía 15 años. Esto fortaleció mi seguridad. Me di cuenta de que el bautismo tenía más que ver con lo que Dios hacía y decía que con lo que yo decía. El bautismo era eficaz por toda mi vida. No podía ser destruido por mi pecado ni por mi fracaso. Más bien, yo podía retornar, y es así como también funciona la adopción. El bautismo tiene un significado que debes vivir y por el que debes entrar. Es una promesa que se te ha hecho la cual puedes experimentar.

A medida que miras a través de la evidencia de la Iglesia primitiva, verás que parece haber una variedad de prácticas sobre esto. En contra de ciertos argumentos relativos al tema, no creo que la Iglesia primitiva practicara universalmente el paidobautismo, pero quizás tenemos pruebas que sugieren que sí lo practicaban ampliamente. Así pues, existía una práctica mixta. Lo que vemos es a gente como Tertuliano oponiéndose al bautismo de bebés, no porque no sea válido y vaya en contra de la enseñanza bíblica, sino porque es algo (según él enseña) que se opone a la prudencia. No se quiere bautizar a los bebés como no se quiere bautizar a los que aún no se han casado, porque podrían caer. En última instancia, no creo que esta preocupación sea válida.

Existe la preocupación de que la gente no sea educada en la fe como debe serlo. Una de mis preocupaciones en cuanto al bautismo de bebés es que solo sea visto como algo que puede aplicarse al margen de su significado potencial. Creo que el significado del bautismo tiene mucho que ver con lo que señala a futuro. Al igual que la adopción, el bautismo está anticipando una participación plena en la vida del cuerpo de Cristo. Por tanto, si bautizas a bebés, y ellos luego nunca vuelven a pisar una iglesia en su vida, de verdad que eso no tiene sentido. Solo estás socavando el significado del rito. En realidad no estás celebrando el bautismo como debería celebrarse.

Así que ese fue un cambio que se produjo al principio, y lo he ido desarrollando de diversas maneras. Mi comprensión del bautismo infantil ahora es ligeramente diferente de lo que era en el pasado. Comprendo un poco más el tema como una práctica prudencial que puede aplicarse adecuadamente en muchos casos, y en ciertas situaciones reduciría el número de bautismos efectuados. Si no hubiera garantías claras de que un niño ha de ser educado en la fe, no lo bautizaría de bebé. Creo que el bautismo de infantes anticipa en gran medida que ese niño será criado en la fe y que será criado como miembro del cuerpo de Cristo. Por tanto, si no estás criándolo así, no bautices a tus hijos, porque solo estarás socavando el significado del rito.

La fe de la cabeza de familia

Ahora bien, más allá de esto, creo que hay razones por las que en las Escrituras vemos una conexión entre bautismo y arrepentimiento junto con fe, y además vemos la participación de los infantes en ello. Por ejemplo, si leemos: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa” (Hch 16:31), vemos que, por implicación, la inclusión del hogar en la fe del cabeza de familia es muy evidente.

Esta es una verdad antropológicamente fundamentada. No creo que se trate solo de una afirmación teológica que el Nuevo Testamento deba afirmar para que sea cierta. Más bien, se trata de una afirmación fundamentada en la verdad de la naturaleza humana. Así como Dios salvaría a Noé, a sus hijos y a sus nueras, así también Dios salvaría a Lot y a su familia, así también salvaría a los hijos de Israel como un cuerpo de personas. Dios trata con familias, porque estos cuerpos de personas están unidos en sus lealtades.

Cuando pensamos en la fe, con frecuencia la unimos al paradigma del individuo independiente que hace sus propias elecciones, sus lealtades, entre otras cosas, como adulto. Aquí tenemos el paradigma del individuo liberal. Sin embargo, como seres humanos, no somos de los que encajan bien en el paradigma del individuo liberal: no actuamos según la elección, la volición, la agencia individual y la subjetividad privada. Más bien, nuestro yo está ligado a nuestro cuerpo, a nuestra pertenencia a determinadas comunidades, a las personas con las que nos relacionamos. Si entendemos el bautismo en este marco, tiene mucho más sentido bautizar a los bebés, porque los bebés no son como aquellos que no tienen fe.

Si pensamos en los bebés como individuos independientes que deben tener una fe madura por su propia cuenta, por supuesto que no tienen fe en ese sentido. Pero estos bebés sí pertenecen a sus padres, y son los padres quienes tienen la responsabilidad. Si sus padres son personas de fe, entonces, así como adquieren la identidad nacional por sus padres, y así como adquieren la identidad familiar de sus padres, todas estas identidades dadas —el nombre que se les da, el apellido que tienen, y más— son similares a la forma en que opera el bautismo. El bautismo te introduce en una red relacional y a una identidad otorgada sobre la base de algo que ya está ahí: eres participante de la vida de fe de una familia concreta, y se supone que crecerás en ella.

Dios está formando una nueva humanidad

Esto se debe a que Dios está formando una nueva humanidad, y la nueva humanidad no debe entenderse como si las personas fueran fragmentos que se han desprendido de la vieja humanidad, pero que ahora han sido rescatados. No; la nueva humanidad es la restauración de los canales relacionales: la relación entre padres e hijos, la relación entre el niño y su familia de pertenencia. Estas son las relaciones naturales que Dios creó. El evangelio, tal y como mucha gente lo concibe, nos trata como individuos abstractos separados, como personas que en última instancia se ajustan al paradigma del individuo liberal. Cierto tipo de pensamiento bautista se ha sentido muy atraído a este paradigma. El tal es la base implícita de su antropología teológica. Pero, cuando miramos a través de las Escrituras, vemos una visión de la antropología que se opone a esto. Lo vemos de muchas maneras diferentes: en la salvación de los cuerpos de las personas y en la suposición de que los hogares están implicados por la fe de sus “cabeza de familia”.

Ahora bien, aquí no se supone que hay algún tipo de magia, por la cual, si un cabeza de familia se convierte, toda su casa se salva automáticamente. No, es más bien una realidad humana de que un conjunto de personas está en unidad, de que están unidos con la vida de los demás. Esto no es tan así en la sociedad moderna, y por eso creo que, por lo crucial del caso, el bautismo de infantes es más difícil de visualizar hoy que en el contexto de Israel. En aquel tiempo, estas redes estrechas permanecían; ser miembro de un hogar significaba participar en la vida de adoración del mismo, y hasta se podía presumir de eso. Pero hoy en día, hacer esto es muy complicado. A menos que haya una disposición clara para la crianza del niño en la fe, creo que hay motivos para la cautela sobre la práctica del bautismo infantil. Creo que hay consideraciones contextuales prudentes que debemos tener en cuenta en nuestra condición social particular, las cuales los judíos no tuvieron que considerar de la misma manera durante los primeros siglos.

Otras consideraciones

Otra cosa a considerar es que esto no es algo que deje atrás la fe. Es algo que supone el crecimiento de un cuerpo de personas en la vida de fe. Lo digo porque siempre hay un problema cuando se tiene una iglesia que se define puramente por bautismos infantiles sin tener una madurez en la vida de fe. Por otro lado, existe el peligro de tener iglesias en las que no hay bautismo de niños; en las que hay, como he dicho antes, solamente individuos raros, restos de la vieja humanidad caída reunidos y conformados en un nuevo cuerpo, en lugar de que Dios restaure las relaciones de la vieja humanidad en aras de hacernos seres generativos.

Por ejemplo, el bautismo tiene que ver con creer que Dios es amigo de la familia porque Él la creó. Dios creó el vínculo entre padres e hijos y va a restaurarlo, y parte de ello es que los niños pertenecen al hogar de la fe, que Cristo bendice al niño en nombre de sus padres. Esto es algo que vemos en varias ocasiones en los Evangelios. Cristo cura o incluso salva a la gente a causa de la fe de otras personas que están estrechamente relacionadas con ellas: el amo, el padre, la madre o cualquier cercano. Estas relaciones estrechas significan algo. Pesan. No se dejan atrás sin más, dejándonos como individuos desvinculados del evangelio.

Ahora bien, si ves la relación entre Israel, la iglesia y la historia de la salvación como algo mucho más central, todo esto comienza a cobrar sentido, porque sería un cambio radical en el patrón que vemos cuando Dios actúa: si Dios, de repente, dejara de tratar con las familias, dejara de incluir a los bebés y solo incluyera a los adultos en una confesión personal de fe, nos extrañaríamos. Si Dios de repente deja de actuar así, concluiríamos que hay una brecha entre el Antiguo y el Nuevo Testamento mucho mayor de la que vemos en realidad. Pero no es así. Hay una escalada, una transformación: hay muerte y resurrección, pero no hay una ruptura, ni un rechazo, ni una suplantación de lo anterior. Más bien, lo que vemos es el cumplimiento de lo que había antes, y aquí creo que la inclusión de los infantes es una parte importante en la vida de la iglesia. Es algo que retrotrae nuestra mente a la forma natural de la creación y se basa en la ley natural.

No es algo para lo que necesitemos un versículo bíblico explícito, porque forma parte de lo que significa ser humanos: que estamos unidos a otros seres humanos. No somos individuos aislados que formamos por nuestra cuenta nuestras propias lealtades e identidades. En realidad, tal y como hablaba al principio, nuestras mentes, nuestras lealtades, nuestras creencias se forman en las relaciones, y el niño que nace en un hogar creyente está implicado en ellas. Crecen dentro de eso y sus mentes se formaron dentro de eso. La esperanza es que, a medida que son criados en el temor y la amonestación del Señor, crecerán en plenitud de vida. Esto es exactamente lo que también es cierto en el caso de un converso mayor: que su bautismo es prospectivo. Son bautizados en la anticipación de que crecerán en el significado de eso, en la vida plena de la casa de Dios.

Hay mucho más que podría decir sobre esto, pero esos fueron los factores clave que me hicieron cambiar de opinión, que fueron como una cascada en mi teología, un cambio en todo el ecosistema de mi pensamiento, haciendo el paidobautismo mucho más convincente. Su fuerza no se basa en unos pocos versículos del Nuevo Testamento —que es una base bastante débil—, sino en la textura y en las raíces más profundas del pensamiento bíblico, en la comprensión y presentación más profundas de la naturaleza humana, en la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y en el centro de gravedad de la salvación ubicado en Cristo y la Iglesia.

Que Dios les bendiga.


Este artículo 4Los subtítulos del artículo no están en el artículo original, son puestos únicamente con el fin de hacer más amigable la lecturaha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Alastair Roberts en su web de podcast. Le invitamos a conocer su blog. Él ha publicado un libro que puede comprar aquí

  • 1
    Es decir, bautismo de infantes (o de niños).
  • 2
    Si alguien tiene más preguntas al respecto, por favor, déjelas en mi cuenta de Curious Cat,Una página para recibir preguntas del público y contestarlas. La cuenta del autor de este post para hacerle preguntas es https://curiouscat.me/zugzwanged.
  • 3
    En el sentido de seres sociales, políticos, reproductores.
  • 4
    Los subtítulos del artículo no están en el artículo original, son puestos únicamente con el fin de hacer más amigable la lectura

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