Con frecuencia, surgen las preguntas “¿En qué debe creer un cristiano para ser salvo?” o: “¿Cuáles son los elementos esenciales para ser salvo?”. Casi siempre, la respuesta evangélica general es: “No necesitas mucho”. Los evangélicos tienden al minimalismo en la doctrina (en la creencia) y en la práctica. En algunos círculos evangélicos, con decir que quien se acerca a una reunión, hace una oración y firma una hoja de compromisos (o pulsa “sí” en una página web), es suficiente.
Las Iglesias reformadas, sin embargo, confiesan una respuesta diferente a esa pregunta:
¿Qué es lo que debe creer el Cristiano?
R. Todo lo que se nos ha prometido en el santo evangelio, sumariamente contenido en el Credo de los Apóstoles, en cuyos artículos se expresa la fe católica e infalible de todos los cristianos.
El catecismo comienza con el evangelio, la buena nueva sobre Jesús el Mesías, que es la síntesis de Su encarnación, muerte, resurrección y ascensión por nosotros, los pecadores. Pero hay más. El evangelio tal y como lo entendemos se resume no solo en esos acontecimientos, sino en lo que “los artículos de nuestra fe cristiana católica e infalible” nos enseñan. Los artículos a los que se refiere esta respuesta son los doce artículos del Credo de los Apóstoles, que están en tres secciones, organizadas en función de la Santísima Trinidad:
Padre:
Creo en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
Hijo:
Creo en Jesucristo, Su Hijo unigénito, nuestro Señor,
que fue concebido por el Espíritu Santo,
nació de la virgen María
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, crucificado,
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió a los infiernos;
al tercer día resucitó de entre los muertos;
ascendió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso;
y desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.
Espíritu Santo:
Creo en el Espíritu Santo,
en La Santa Iglesia católica,
en la comunión de los santos,
en el perdón de los pecados,
en la resurrección del cuerpo
y en la vida eterna.
Amén.
Según la interpretación reformada, los doce artículos están bajo el término “evangelio”. Esto no significa que no haya un sentido estricto del evangelio (como se ha esbozado anteriormente), sino que cuando respondemos a la pregunta de qué se debe creer, no nos detenemos en el sentido estricto del término. Incluimos bajo el término “evangelio” la doctrina de la Trinidad, una doctrina de Dios, una doctrina de la creación y de la providencia, del pecado, de Cristo, de la salvación, de la iglesia, de los sacramentos y de las últimas cosas.
Las respuestas que los evangélicos modernos ofrecen a esta pregunta se han centrado en Cristo sin tener en cuenta estas otras doctrinas, pero en la Teología Reformada, todas estas están conectadas. Nuestra doctrina de Dios está íntimamente relacionada con nuestra comprensión del hombre, de la salvación, de la iglesia y del culto. Sin embargo, la fe reformada es bíblica y católica; es decir, creemos lo que enseñan las Escrituras sobre Dios, el hombre, Cristo, la salvación, entre otras doctrinas, tal y como lo entiende la iglesia en todos los tiempos y lugares.
En cambio, para los evangélicos, mientras se afirme una relación personal con Cristo resucitado, todo lo demás es negociable. Ni siquiera siempre es seguro lo que un evangélico entiende por “Cristo”. ¿Se refiere al Cristo de las Escrituras y de la historia, confesado en el Credo, o al Cristo de la experiencia subjetiva y mística?
Creer lo necesario
La respuesta reformada a la pregunta “¿qué debemos creer los cristianos?” no es minimalista, pero tampoco es maximalista. No pedimos a los cristianos que crean todo lo posible. Les pedimos que crean todo lo necesario. Se pueden establecer límites en cuanto a lo que se debe tener en cuenta como condición para la salvación. Existe una jerarquía de creencias. No todas son igualmente últimas o necesarias. Hay grupos fundamentalistas que exigen a sus adeptos que crean que la versión popular de la Biblia (por ejemplo, la Reina Valera 1960) es la única traducción aceptable, pero esa no es una creencia necesaria. Estas versiones populares son obras maravillosas, pero son solo unas traducciones entre muchas. La Biblia de Ginebra se publicó antes de estas versiones en español, y la Biblia de Tyndale se publicó antes de la Biblia de Ginebra, y hemos tenido muchas buenas traducciones desde 1611. Otros establecerían la duración de los días de la creación como una creencia necesaria. Cualquiera tiene ciertamente derecho a opinar sobre el significado de la palabra “día” en Génesis 1 y 2, pero, históricamente, el énfasis ha estado en la realidad de los días de la creación y en la verdad de que somos creados por el Creador.
Las Iglesias reformadas son trinitarias. Esto nos pone en desacuerdo no solo con los judíos, y los musulmanes, quienes rechazan la Trinidad, sino también con aquellos evangélicos que buscan cierta distensión con los mormones, quienes niegan la doctrina cristiana católica (universal) de la Trinidad.
Creemos en la providencia divina, que el mismo Dios que dio origen a la creación mediante el poder de Su Palabra sostiene y gobierna activamente todas las cosas. Rechazamos el deísmo. Rechazamos el panteísmo (todo es Dios). Rechazamos el panenteísmo (todo está en Dios). Dios es. No se está convirtiendo. Todo lo que sucede, sucede bajo el control de la poderosa y buena providencia de Dios.
Creer en los concilios ecuménicos
Creemos en la doctrina católica de las dos naturalezas de Cristo tal y como se resume en el Credo Niceno-Constantinopolitano (381), en la Definición de Calcedonia (451) y en el Credo Atanasiano (siglo séptimo). Él es verdadero Dios y verdadero hombre. Sigue siendo una sola persona con dos naturalezas distintas, unidas, inseparables, no confundidas. Lo que es cierto de Sus naturalezas es cierto de Su persona, pero las propiedades distintas de cada naturaleza no cambian.
No somos gnósticos. Creemos que Dios creó a la humanidad buena, justa y santa; capaz de cumplir Su ley y entrar en la bonanza eterna mediante la obediencia a esa ley (como mandamiento de vida, pacto de obras). Nuestros primeros padres, Adán y Eva, desobedecieron y Adán, como representante legal de toda la humanidad, murió espiritualmente. En la caída de Adán en el pecado, la muerte y la culpa, se vieron implicados todos los humanos. Todos nacemos en pecado y muerte.
Solo hay salvación por (un pacto de) gracia, solo a través de la fe, solo en Cristo. Así como Dios, en el huerto, ofreció a Adán la vida a condición de obediencia, ahora ha prometido la vida a Sus elegidos sobre la base de la obediencia del Segundo y Último Adán, Jesús. Su Espíritu concede la vida a aquellos por los que Jesucristo obedeció, sufrió, fue crucificado, murió, fue sepultado y resucitó y por los que ahora intercede. El Espíritu da la gracia de la fe a aquellos a quienes ha dado la vida y mediante la fe nos concede la libre aceptación con Dios, une a los creyentes al Cristo resucitado y los adopta como hijos. Creemos de corazón en una comunión personal con Cristo resucitado, pero el Cristo al que estamos unidos, con el que comulgamos, es el Cristo de tanto las Escrituras como de la historia. No es el producto de nuestra imaginación ni la criatura de nuestra experiencia.
Creer en la iglesia
No nos salvamos por sí solos ni para estar solos. El Dios Trino administra Su salvación en la iglesia visible. Donde el evangelio se predica puramente, los sacramentos (el bautismo y la Cena del Señor) se administran puramente, y donde hay disciplina, hay una verdadera iglesia. En las asambleas donde sucede lo anterior es donde el Espíritu ha obrado y continúa obrando trayendo a los elegidos a la fe; allí, los creyentes están creciendo en santidad como consecuencia de la gracia de Dios y de la comunión unos con otros. Esas asambleas visibles del pacto son mixtas. En ellas hay creyentes, no creyentes todavía y profesantes de la fe, pero no creyentes. Siempre ha existido una iglesia universal, compuesta en todos los tiempos y lugares por creyentes, desde el principio del mundo, y siempre existirá este cuerpo, unido por la fe verdadera, en la asamblea visible.
En la iglesia (asamblea) visible es donde se encuentran ordinariamente todos los creyentes. Los creyentes son aquellos a quienes se les ha dado un conocimiento de la fe, un asentimiento a la verdad de la fe y una confianza sincera en que las promesas del evangelio son ciertas no solo para los demás, sino también para ellos mismos. Los creyentes son libremente aceptados por Dios, (justificados) solo por la fe (conocimiento, asentimiento y confianza) en Cristo.
En esa comunión de los santos, Dios utiliza signos visibles de Sus promesas. Para los que creen, estos signos (sacramentos) atestiguan que lo que significan es realmente cierto para el creyente. Los cristianos siguen los pasos de Abraham y Moisés, los cuales inician a sus hijos en la comunidad del pacto visible en el bautismo y, tras la profesión de fe, los invitan a comulgar en la mesa del Señor. Estos signos y sellos no son mágicos, pero dicen la verdad, y el Espíritu los utiliza para fortalecer nuestra fe y ayudarnos a crecer en la semejanza de Cristo.
El pecado (la violación de la santa ley de Dios) corrompió la creación y especialmente la naturaleza humana, trayendo muerte a su paso, pero ese no es el final de la historia. Cristo hace que exista el perdón de los pecados, pero también Él, mediante Su resurrección corporal, ha comenzado a invertir los efectos de la caída. Su resurrección corporal es una promesa de que, cuando regrese, también los creyentes resucitarán de entre los muertos. Mientras esperamos el día final lo hacemos con la confianza de que Jesús ascendió corporalmente, de que Él, en Su verdadera humanidad, está a la diestra de nuestro Padre orando por nosotros.
La nueva vida que tenemos los creyentes, solo por gracia, es un anticipo de la vida eterna que ha de venir en los cielos nuevos y la tierra nueva. Vivimos nuestra vida en unión con Cristo, en comunión con los creyentes que esperan pacientemente, sirviéndole mediante el cumplimiento de nuestras vocaciones terrenales, como ciudadanos de Su reino doble (eterno y temporal).
La fe cristiana tiene un contenido objetivo que debe ser creído. Ese contenido (esas proposiciones) es más amplio de lo que a muchos les gustaría pensar, pero dicho contenido debe ser apropiado personalmente por la fe, o se habrá de quedar solo en teoría. El Espíritu obra a través de la proclamación de este evangelio verdades Suyas para producir vida nueva, fe verdadera y santidad. A quienes ha dado nueva vida también les ha dado una nueva identidad conformada por la fe católica y cristiana.
La fe bíblica, la fe católica, es un todo integral, un todo coherente. No es un remiendo, pero tampoco es una prenda interminable.
Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Scott Clark en el sitio web: Heidelblog.net. Le invitamos a conocer los libros que ha escrito el Dr. Clark aquí.