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Catolicismo Reformado

Este artículo hace parte de una serie sobre la justificación que consta de seis partes en el siguiente orden:

1. ¿Justificación por la Sola Precisión?

2. El acto y el hábito de fe en relación con la unión con Cristo

3. ¿Podemos perder nuestra justificación?

4. Reformados vs arminianos sobre la justificación

5. ¿Una o dos justificaciones?

6. El juicio según las obras

Es casi imposible negar que los cristianos serán juzgados según las obras cuando Cristo regrese (2 Cor. 5:10; Mat. 16:27; Jn. 5:28-29; Gál. 6:7-9; Ap. 20:13; 22:12). La pregunta que entonces surge es, ¿cómo mantenemos la enseñanza de los pasajes arriba mencionados con la enseñanza igualmente clara de que la justificación se recibe solo por la fe? Como he escrito anteriormente, no sostenemos la versión católico-romana de las «dos justificaciones». Nosotros sostenemos una sola justificación por fe; pero también debemos tener en cuenta la naturaleza de la fe verdadera y salvadora, y el lenguaje condicional que aparece con mucha frecuencia en el Nuevo Testamento. (Véase CFW 13.1, citando Heb. 12:14; 2 Cor. 7:1)

Con respecto a la fe, Owen dice:

Porque hay una fe por la cual somos justificados, la cual aquel que la tenga será ciertamente salvo, que purifica el corazón y obra por amor. Y hay una fe o un creer, que no hace nada de esto; la cual [aquel] que la tiene, y no tiene más, no está justificado, ni puede salvarse. (véase CFW 11.2).

Este concepto constituye la columna vertebral del juicio según las obras.

Autoritativa y declarativa

La justificación tiene tanto un aspecto «autoritativo» como un aspecto «declarativo» (o «demostrativo»). Thomas Goodwin señala que «la una [es decir, la autoritativa] es la justificación de las personas de los hombres coram Deo, ante Dios, tal como aparecen ante él desnudos, y tiene que ver solo con él por el derecho a la salvación; y así son ellos justificados por la fe sin obras»(Rom. 4:2-5) (véase Works, 7:181ff.). Pero hay un aspecto demostrativo en nuestra justificación. Dios, en el Día del Juicio, juzgará a los hombres y «pondrá una diferencia entre hombre y hombre, y lo hará sobre esta base: los unos eran verdaderos creyentes cuando los justificó; los otros no eran auténticos, incluso en sus mismos actos de fe» (Goodwin) (Hch. 8:13). Por lo tanto, Dios hará evidente, para que todos vean, la diferencia entre aquellos a quienes ha justificado verdaderamente y aquellos que han quedado bajo ira, aunque hayan «profesado» fe. Mateo 25:31-46  es instructivo en este punto.

Volviendo a la distinción «derecho» versus «posesión», Goodwin, que ha afirmado que el derecho a la salvación solo se recibe por la fe, también postula: Dios no «pondrá la posesión de la salvación sobre ese acto privado propio, sin tener nada más que mostrar para ella». Este lenguaje es notablemente similar al de Petrus van Mastricht: «Dios no quiere conceder la posesión de la vida eterna, a menos que, junto a la fe, haya también buenas obras que precedan a esta posesión, Heb. 12:14; Mat. 7:21; 25:34-36; Rom. 2:7, 10». Este no es un distintivo «puritano», como algunos parecen pensar. Docenas de teólogos continentales hablaban de esta manera.

La clave en todo esto es entender que Goodwin está argumentando sobre la propia justificación de Dios en el Día del Juicio. Dios justifica aparte de las obras, pero también «irá a las obras demostrativamente» y distinguirá claramente entre un verdadero creyente y un creyente espurio. Dios «justificará sus propios actos de justificación». O, dicho de otro modo, Dios justificará la fe del creyente que ha sido justificado: el juicio probará que tuvimos una fe viva que obró por amor.

El contraste entre Pablo y Santiago se hace entonces más evidente, Goodwin dice:

En una palabra, la persona de Abraham, considerada sola y singularmente, sí, como impía, es el objeto de la justificación sin obras de Pablo, Rom. 4:3-5. Pero Abraham, en cuanto que profesa tener esa verdadera fe justificadora, y haber sido justificado por ella, y afirma tener derecho a la salvación por ella, Abraham, como tal, ha de ser justificado por las obras.

Goodwin habla del sentido en que «puede decirse que un hombre será juzgado por sus obras en el último día». Todos los juzgados serán justificados o condenados. «Así que no hay mayor peligro en decir que un hombre en el último día será justificado por sus obras, como evidencias de su estado y fe, que en decir que será enjuiciado de acuerdo a ellas». Esencialmente argumenta que seremos justificados por las obras, pero solo demostrativamente en la medida en que Dios justifica su propio acto de justificación en cada creyente. Después de todo, Cristo habla de una justificación (demostrativa) según las obras en Mateo12:36-37, «…porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado».

Goodwin añade: «ni se dice en ninguna parte, que Dios juzgará a los hombres únicamente según su fe». (Como afirma Calvino, la justificación «solo por la fe» es ambigua; el sentido de «solo» debe entenderse adverbialmente, no como adjetivo). «Dios dirá: “he de juzgarte de modo que cada uno pueda juzgar mi sentencia justa junto conmigo: 1 Cor. 4:5”, el mundo entero sabrá que él justificó a uno que tenía verdadera fe». El juicio final tiene que ver tanto con la vindicación del Dios trino como con la de las vidas de los verdaderos creyentes.

El resultado de esto, para Goodwin, es que:

El juicio de Pablo según las obras, y la justificación por obras de Santiago, son una sola cosa, y son igualmente consistentes con la justificación solo por la fe de Pab|o. Porque en la misma epístola donde argumenta tan fuertemente a favor de la justificación por la fe sin obras, como es Rom. 3-4, en el capítulo 2, también declara, que “[Dios] juzgará a cada uno según sus obras”.

La mayoría de los reformados de principios de la Edad Moderna no consideraban que Romanos 2:7-11 fuera hipotético, contrario a lo que algunos en el campo reformado actual han sugerido. Rick Phillips ha abordado este tema en el pasado, pero me siguen preocupando algunos puntos históricos y exegéticos que se plantean allí; su publicación también me parece excesivamente defensiva. En mi opinión, es mejor el enfoque que propone Richard Gaffin en By Faith, Not By Sight.

¿Debemos temer el jucio final?

¿Debería esto hacer que la gente pierda la esperanza respecto al juicio futuro? Sólo si uno es un hipócrita de bona fide. Cristo condenará justamente a los hipócritas de la Iglesia (Mat. 25:41-46). Ellos son identificados como los que no hicieron buenas obras. Son los que descuidan los asuntos más importantes de la ley (Mat. 23:23).

Esta es la buena noticia para los que tienen una fe verdadera y viva: la resurrección precederá al juicio (Catecismo Mayor, 88; 2 Cor. 5:10). Basándonos en 1 Juan 3:2, veremos a Cristo e inmediatamente seremos transformados por la visión de Él (visión beatífica). Apareceremos, entonces, por así decirlo, como ya justificados en el juicio. Recordemos que cuando creímos por primera vez, recibimos el «derecho a la vida». Esta es la gloria de la justificación (Rom. 5:1; 8:1). Nada puede separarnos del amor de Dios, especialmente en el juicio.

No debemos temer el juicio final si somos hijos de Dios. Pero, como hijos de Dios, glorificados en la presencia de Cristo, «es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda por lo que haya hecho en el cuerpo, sea bueno o sea malo» (2 Cor. 5:10) Y, sí, habrá aquellos en la iglesia que no les irá muy bien en el juicio final porque su fe estaba muerta (es decir, no produjo frutos, Jn. 15:2-5, 10, 16).

¿Sub-trinitarianismo?

Un pensamiento final. Me parece que algunos hablan del juicio final de una manera sub-trinitaria. Para ellos se trata de una justificación declarativa. Ahora bien, por supuesto, la justificación declarativa nos da el derecho a la vida. Solo la justicia imputada de Cristo puede resistir la severidad del juicio de Dios. Pero, la justificación demostrativa, como he destacado arriba, es la aprobación del Padre de la obra del Espíritu –es decir, el Espíritu de Cristo– en su pueblo debido a nuestra unión con el Salvador.

El Padre que nos dio dos dones, al Hijo y al Espíritu, nos mirará como justificados en Cristo y santificados en Cristo por el Espíritu; y se complacerá con su obra. Él nos aceptará por amor a Cristo y nos recompensará y vindicará gracias al Espíritu de Cristo, que nos ha capacitado para hacer buenas obras, las cuales estaban preparadas de antemano para que las hiciéramos (Ef. 2:10).

Así que, me parece, tenemos que hacer un mejor trabajo –al menos, por lo que he podido leer– para describir el juicio final en términos explícitamente trinitarios. Con ese fin, creo que la explicación anterior pretende precisamente eso.

Si hay una mejor manera de unir la gratuidad de la justificación por la fe, el lenguaje condicional de las Escrituras (Rom. 8:13) y el hecho de que los cristianos serán juzgados según lo que hayan hecho en el cuerpo (2 Cor. 5:10), me interesaría mucho tal explicación. Pero confío y espero que el mapa básico presentado más arriba, con la ayuda de un respetado divino (teólogo) de Westminster, sea fiel a la enseñanza general de las Escrituras.

Me pregunto, dado el celo de algunos hoy en día, si Goodwin no se encontraría en algunos problemas en ciertos presbiterios, y que por más que se escudara («oigan, yo escribí la Confesión») eso no lo absolvería de sus errores.

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Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Mark Jones. Le invitamos a conocer sus libros aquí. 1Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original al igual que los subtítulos que se ingresan para facilitar la lectura.

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    Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original al igual que los subtítulos que se ingresan para facilitar la lectura.

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