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Catolicismo Reformado

Calvinismo es una palabra desafortunada, los académicos deberían intentar evitarla en la mayoría de los casos. Los eclesiásticos y los laicos necesitan estar conscientes de las trampas de la palabra. Con todo, el término está aquí para quedarse, con solo los postmilenialistas más rabiosos sugiriendo que algún día podría caer en el olvido. Pero consideremos que hoy el «calvinismo» se ha convertido en un tipo de teología que no habría sido bien recibida en Ginebra en tiempos de Calvino. Algunos hoy sostienen puntos de vista heréticos sobre la Trinidad (por ejemplo, la subordinación eterna del Hijo) y otros (tal vez las mismas personas que acabamos de describir) se autodenominan alegremente «calvinistas de cuatro puntos», que también se niegan a bautizar bebés.

¿Qué es el calvinismo?

Para comenzar, me gustaría sugerir que el «calvinismo» como término de referencia para un cuerpo de doctrina en última instancia carece de sentido hoy en día. En muchas iglesias «calvinistas» existe una postura de la Mesa del Señor que prohibiría a la mayoría de los Presbiterianos disfrutar de la comunión en su iglesia. El presbiteriano, que es bautizado siendo infante, no está realmente bautizado y por lo tanto necesita ser bautizado (por inmersión) antes de que pueda venir a la Mesa del Señor en estas iglesias «calvinistas». Cuando uno considera el lenguaje más bien fuerte que Calvino usa contra los antipaidobautistas, parece bastante extraño referirse a un grupo de creyentes como «calvinistas» cuando Calvino probablemente los habría expulsado de Ginebra por sus posturas. Y, francamente, después de haber sido calificado de “espíritu frenético/fanático/enloquecido” (“Quoniam autem hoc seculo phrenetici quida spiritus…”)1Institutio, Lib. IIII, cap. 16.1 ¿quién querría ser identificado con Calvino? No estoy afirmando que los bautistas estén equivocados –aunque, como presbiteriano, difiero con mis hermanos sobre si los hijos de los creyentes deben ser bautizados–, sino más bien que ser «bauticista» (es decir, antipaidobautistas) e identificarse como «calvinista» es algo extraño, en mi opinión. Hay que dar crédito a la distinción entre bautistas «particulares» y «generales».

Uno tiene que preguntarse, si uno desea ser identificado como calvinista, pero no admitiría a Calvino en la Mesa de su iglesia local, ¿qué sentido tiene autoidentificarse como calvinista? Usualmente uno es «calvinista» hoy en día porque sostiene ciertas verdades soteriológicas, especialmente la doctrina de la justificación solo por la fe y la gracia soberana de Dios en la salvación. Después de eso, casi todo lo demás parece quedar prácticamente en el aire, hasta el punto de que algunos tipos de antinomianismo son considerados pilares de la ortodoxia en gran parte del pensamiento actual sobre la salvación y la gracia. De hecho, sin querer entrar en detalles probando este punto, sino dejando que el lector lo vea como lo que es, Jacobo Arminio (1559-1609) probablemente estaba más cerca de Calvino teológicamente que muchos de los llamados calvinistas de hoy. Sin duda leyó a Calvino mucho más que la mayoría de los calvinistas de hoy.2See William den Boer, God’s Twofold Love: The Theology of Jacob Arminius (1559–1609) (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 2010).

Rechazados históricamente

También está la pregunta de si «calvinismo» es un término útil incluso en el contexto del siglo XVI en el que surgió. Al igual que el término «puritanismo», «calvinismo» fue originalmente un epíteto hostil.  De hecho, «luteranismo» también fue utilizado con hostilidad por los católicos romanos contra los seguidores de Lutero. Calvino ciertamente veía el término «calvinismo» como un término de hostilidad, especialmente porque el «calvinismo» era considerado más peligroso que el Islam. Como aclara Bruce Gordon, «términos como ‘calvinista’… no eran insignias que se llevaban con orgullo, sino insultos que utilizaban los oponentes para indicar que la gente no era cristiana”.3Calvin (New Haven: Yale University Press, 2009), 185.

Calvino deseaba ser conocido como un verdadero católico, declarando en una ocasión acerca de los luteranos: «No pueden encontrar un insulto más horrible para atacar a Su Alteza [Federico III]… que el término calvinismo».4Bruce Gordon, Calvin, 330. Los luteranos utilizaban el término en relación a su desacuerdo con los reformados sobre la Cena del Señor. En su contexto original, «calvinismo» no es un término que denote el surgimiento de una tradición teológica distinta, sino más bien la desafortunada discordia entre protestantes. De ahí «calvinistas» versus «luteranos». De haber sido capaces algunos reformadores de persuadir a Lutero y a sus seguidores de poner en orden su cristología, tal vez el epíteto «calvinista» nunca habría surgido. Pero, por desgracia, ¡Hoc est corpus meum, dice Lutero!

La oposición al término surgió de parte de los reformados ya en 1555, donde los ministros reformados de Lausana protestaron contra el término «calvinistas». El teólogo reformado francés Daniel Tossanus (1541-1602) también rechaza claramente el término. Herman Selderhuis relata lo siguiente: «En sus escritos, Tossanus habla continuamente de los ‘llamados calvinistas’. Otros nos llaman calvinistas, pero nosotros somos la iglesia evangélica católica, dijo Tossanus. Además, no fuimos bautizados en el nombre de Lutero, ni en el nombre de Calvino, sino en el nombre de Cristo».5“Calvinism as Reformed Protestantism: Clarification of a Term” in Church and School in Early Modern Protestantism: Studies in Honor of Richard A. Muller on the Maturation of a Theological Tradition. Edited by Jordan J. Ballor et al. (Leiden: Brill, 2013), 724–25. Una vez más, el temor es claramente real y agudo entre los protestantes, de que Dios y Cristo son celosos por su gloria.

Para la época del Sínodo de Dort (1618), los reformados seguían siendo denominados a veces «calvinistas». En Dort, los términos preferidos eran, sin embargo, «Reformados» o «Contra-Remonstrantes» – este último un término acuñado en referencia a los teólogos Remonstrantes (Arminianos) que redactaron una Remonstranza que contenía cinco tesis que muy seguramente procedían de la Declaración de Arminio de 1608. Los cinco artículos de los Remonstrantes fueron debatidos en Dort, pero puede que estos cinco artículos no hagan justicia al proyecto teológico más amplio de Arminio, aunque seguramente él no habría estado en desacuerdo con lo presentado por sus «seguidores». De hecho, al igual que muchos «calvinistas» no desean ser conocidos por ese nombre, también muchos «arminianos» preferirían ser conocidos como «remonstrantes».

Católicos Reformados

En general, muchos teólogos reformados deseaban ser identificados como católicos reformados. El brillante teólogo holandés Gisbertus Voetius (1589-1676) aborda esta cuestión en su Catequesis del Catecismo de Heidelberg (Día del Señor 12, Cuestión 82). Voetius señala que los «papistas» desean ser llamados «católicos», pero esto es ilegítimo; más bien los reformados son los verdaderos católicos. De hecho, dice:

1. ¿Queremos ser llamados calvinistas?

2. No.

3. ¿Por qué no?

4. Porque Calvino no es nuestra cabeza/líder.

5. Pero, dicen, ustedes tienen su doctrina de Calvino; por lo tanto, ¿ustedes son calvinistas?

6. No tenemos nuestra doctrina de Calvino.

7. ¿De quién entonces?

8. De la Palabra de Dios.

9. Pero, dicen, ¿sienten ustedes en los asuntos de la religión como Calvino?

10 Eso es así, pero él no es nuestro líder/cabeza.6Voetius’ Catechisatie over den Heidelbergschen Catechismus. 2 Vols. Ed. A. Kuyper (Rotterdam, 1891), 1:395–96.

Voetius y otros teólogos reformados no querían ser conocidos como calvinistas porque eso era un error “papista”: seguir a un hombre. [El término] Católico Reformado (Reformato Catholici) tiene en vista una tradición que forma parte de una tradición más amplia.

Como Católicos Reformados, podemos afirmar que somos parte de la tradición cristiana que incluye la impresionante labor de los Padres de la Iglesia (por ejemplo, Ireneo, Tertuliano, Agustín, Cirilo), los Teólogos Medievales (por ejemplo, Abelardo, Anselmo, Aquino), y los Teólogos de la Reforma y Post-Reforma (por ejemplo, Calvino, Beza, Ursinus, Cocceius, Owen, Turretin). No solo eso, al evitar el término «calvinismo» estamos reconociendo que hubo otros teólogos importantes durante el periodo de la Reforma que hicieron contribuciones similares a las de Calvino, como Enrique Bullinger, Pedro Mártir Vermigli y Wolfgang Musculus. Además, antes de Calvino, muchos reformadores ya estaban haciendo sus propias contribuciones significativas a la causa protestante, como Ulrico Zuinglio (1484-1531), Martín Bucero (1491-1551), Wolfgang Capito (1478-1541), John Oecolampadius (1482-1531) y Guillermo Farel (1489-1565). Bucero fue una figura paterna para Calvino, siendo enormemente influyente en su ascenso a la prominencia; en cuanto a Farel, era el tipo de tío «revoltoso» que parecía ser una mala influencia para Calvino al avivarlo cuando en realidad lo que este necesitaba era un irenismo «buceriano». No obstante, fue un pensador y teólogo impresionante.

No se puede enfatizar lo suficiente que Calvino, que no recibió una formación teológica formal, lo que a veces es obvio en sus escritos, era (como todos nosotros) un teólogo dependiente: dependía de los Padres de la Iglesia, de los Medievales y de sus contemporáneos de tal manera que su teología era en realidad muy poco original. De hecho, esto es un cumplido. La voluminosa labor que realizó a lo largo de su vida demuestra que se sentía obligado a hacer sus contribuciones a la búsqueda continua de la verdad, pero nunca lo hizo aislado de la comunidad interpretativa cristiana más amplia. Era a los herejes a quienes les quedaba abandonar la tradición en favor de sus «nuevas enseñanzas». Los papistas afirmaban que tenían la tradición de su parte. En respuesta, los reformadores no gritaron «al diablo con la tradición». Más bien, como es bastante obvio en muchas de las disputas públicas de Calvino, simplemente mostraron que la tradición estaba muy del lado de los protestantes. Pero, aún más, las Escrituras estaban del lado de los protestantes.

Muller también ha argumentado que los términos «calvinista» y «calvinismo» son potencialmente engañosos. Al fin y al cabo, quienes siguieron a Calvino y simpatizaron con su teología no se limitaron simplemente a hacer eco de la teología de Calvino sin, al mismo tiempo, hacer aportaciones únicas propias. Además, Muller añade: «Si por ‘calvinista’ se entiende un exponente tardío de una teología que se sitúa dentro de los límites confesionales descritos por documentos tales como la Confesión Galicana, la Confesión Belga, la Segunda Confesión Helvética y el Catecismo de Heidelberg, entonces se tendrá el problema de explicar las muchas maneras en que tales pensadores -notablemente, Amandus Polanus…William Perkins, Franciscus Junius y Gulielmus Bucanus, por nombrar algunos- difieren de Calvino tanto doctrinal como metodológicamente».7Post–Reformation Reformed Dogmatics. 4 vols. (Grand Rapids: Baker, 2003), 1:30. Hereafter cited PRRD.

Carl Trueman hace eco de pensamientos similares: «el término calvinismo es profundamente inservible. Se acuñó como herramienta polémica para empañar la reputación de los reformados, y no tiene ninguna utilidad real para la historia intelectual moderna. Son mucho mejores los términos ‘teología reformada’ y ‘ortodoxia reformada’, ya que realmente reflejan el hecho de que los llamados calvinistas no eran los que veían a Calvino como la principal autoridad teológica, sino los que se guiaban por la tradición de las confesiones reformadas».8“Calvin and Calvinism” in The Cambridge Companion to John Calvin. Ed. Donald K. McKim (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), 226.

Conclusión

[El término] «Reformado» permite a sus adherentes identificarse con una tradición lo suficientemente diversa como para acoger varios documentos confesionales importantes, así como a una serie de teólogos que, aunque unidos en la mayor parte de su teología, difieren en ciertos puntos de doctrina. También nos aleja de la veneración de un solo individuo.


Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Mark Jones. Le invitamos a conocer sus libros aquí.

  • 1
    Institutio, Lib. IIII, cap. 16.1
  • 2
    See William den Boer, God’s Twofold Love: The Theology of Jacob Arminius (1559–1609) (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 2010).
  • 3
    Calvin (New Haven: Yale University Press, 2009), 185.
  • 4
    Bruce Gordon, Calvin, 330.
  • 5
    “Calvinism as Reformed Protestantism: Clarification of a Term” in Church and School in Early Modern Protestantism: Studies in Honor of Richard A. Muller on the Maturation of a Theological Tradition. Edited by Jordan J. Ballor et al. (Leiden: Brill, 2013), 724–25.
  • 6
    Voetius’ Catechisatie over den Heidelbergschen Catechismus. 2 Vols. Ed. A. Kuyper (Rotterdam, 1891), 1:395–96.
  • 7
    Post–Reformation Reformed Dogmatics. 4 vols. (Grand Rapids: Baker, 2003), 1:30. Hereafter cited PRRD.
  • 8
    “Calvin and Calvinism” in The Cambridge Companion to John Calvin. Ed. Donald K. McKim (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), 226.

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