Mencionamos por primera vez el Artículo 8 de los Treinta y Nueve Artículos de la Religión en nuestra discusión del Artículo 2. Vimos cómo los artículos, al ser una unidad narrativa, establecen un vínculo entre el Artículo 8 y el Artículo 2 con respecto al entendimiento de la persona del Señor Jesucristo. Pero también puede verse cómo el Artículo 8 concluye la tríada de la regla de fe anglicana en la manifiesta declaración de que los tres credos centrales del anglicanismo son los distintivos de una fe cristiana auténtica porque resumen las doctrinas de las Escrituras.
De los tres credos
Los tres credos, el Credo de Nicea, el Credo de Atanasio, y aquel que es comúnmente conocido como el Credo Apostólico, deben ser enteramente aceptados y creídos; porque pueden ser probados por el testimonio y la autoridad de la Sagrada Escritura.
El artículo 8 se ha modificado ligeramente con respecto al original de 1553 escrito por Thomas Cranmer. El arzobispo Parker refuerza la naturaleza de su recepción al añadir la frase, «…y creídos» después de la cláusula, «deben ser enteramente aceptados». Los divinos anglicanos entendieron que estos tres credos eran universalmente aprobados en toda la Iglesia, tanto oriental como occidental. En ellos se resumen las doctrinas centrales de la Iglesia católica. Sin embargo, también sabían que el mero hecho de tener un credo no es garantía de que una iglesia esté libre de errores. Los credos no son inspirados, son compuestos por hombres pecadores (como explica el artículo 21), por lo tanto, deben estar sujetos a las Escrituras. La redacción de la revisión es importante. El texto original en latín tiene el adverbio omnino, «completamente», «totalmente», «enteramente». Aquí no hay lugar para discrepar ni para hacer excepciones en ningún punto de los tres credos. Basándose en la sola scriptura, los anglicanos deben sostener los tres credos ex animo en todas y cada una de las cláusulas que contienen porque «pueden ser probados por el testimonio y la autoridad de la Sagrada Escritura».
Cuando buscamos en los formularios históricos, encontramos que el Libro de Oración Común de 1662 requiere que los anglicanos reciten el Credo de los Apóstoles todos los días en la Oración Matutina y Vespertina, y el Credo Niceno sigue a la lectura de las Escrituras en el servicio de la Sagrada Comunión. El Credo de Atanasio se debe recitar en lugar del Credo de los Apóstoles durante catorce días del año cristiano, que incluyen los cinco días principales del Evangelio: Navidad, Pascua, Ascensión, Pentecostés y el Domingo de la Santísima Trinidad. Sin embargo, surgen problemas cuando se ignoran o reinterpretan credos o confesiones como los Treinta y Nueve Artículos. El auge del movimiento de comunión parroquial en la Iglesia Episcopal de los años sesenta y el desplazamiento del culto dominical por parte de una sociedad cada vez más secularizada ha provocado la pérdida de los servicios públicos de oración matutina y vespertina por un servicio de Santa Cena en nuestras iglesias anglicanas. Cuando a esto le añadimos a aquellos que han venido de iglesias evangélicas que tienen «declaraciones de fe» minimalistas que funcionan como los credos pero que están pobre o descuidadamente escritas, podemos empezar a ver cómo los tres credos, el de los Apóstoles y el Atanasio, se volvieron irrelevantes para los anglicanos.
Por tanto, lejos de ser una medida de fidelidad bíblica como se pretendía, rara vez se escuchan o se enseñan, lo cual conduce a divisiones aún más profundas dentro del anglicanismo. Esto es un hecho preocupante, especialmente a la luz de las palabras iniciales y finales del Credo de Atanasio:
Todo el que quiera salvarse, ante todo es necesario que mantenga la fe católica; el que no la guarde íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.
¿Por qué el Credo Atanasiano hace semejante afirmación? Porque nuestra fe exige el conocimiento de las doctrinas del Evangelio, un asentimiento activo y una confianza continua en nuestro Salvador que se describen en estas verdades bíblicas. El acto de conocer, consentir y confiar en las creencias bíblicas de la Iglesia es necesario para la salvación. Esto es mucho más que una recitación de los credos, pero ciertamente no es menos. Los credos no son un simple examen. Son un resumen punto por punto de cómo uno se salva. Necesitamos oírlos todas las semanas, si no es que todos los días.
Consideremos la solidaridad en la fraternidad que los tres credos proporcionan a los cristianos hoy día. En países donde el cristianismo es una religión minoritaria o restringida por el gobierno y la cultura, recitar los credos y las afirmaciones bíblicas que en ellos se comparten es un testimonio y un signo de protesta. Es una de las cosas más contraculturales que ellos, o cualquier otro cristiano, pueden hacer. Hay un estrechamiento y una claridad progresivos en los credos que separan el evangelio bíblico de las otras religiones del mundo. Los credos nos dan especificidad.
Es realmente una triste realidad que el renacimiento del anglicanismo norteamericano se defina más por nuestras opiniones políticas: «Oh, ustedes son los que están en contra del clero gay y del matrimonio gay». Ni una sola vez se nos ha querido hacer retractar de que somos bíblicamente fieles, apostólicamente históricos y profundamente trinitarios porque confesamos y afirmamos («creo») los tres credos de la cristiandad. Los credos son nuestra promesa de lealtad. Los tres aparecen como lo hacen en la estructura de la liturgia del Libro de Oración Común después de nuestra confesión de pecados y de escuchar la refrescante buena nueva del Evangelio en la lectura de las Escrituras y el canto de los salmos, y nos llevan a la adoración del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Este artículo hace parte de una serie de comentarios sobre Los 39 Artículos de la Religión Cristiana la cual puede ver aquí.
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Agradecemos al doctor Jansma por permitirnos publicar su serie sobre Los 39 Artículos de la Religión Cristiana en nuestro sitio web. 1Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original al igual que los subtítulos que se ingresan para facilitar la lectura
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