La última vez examinamos cómo el Artículo 6 de los Treinta y Nueve Artículos afirma que la Biblia es nuestra única autoridad y fuente de la doctrina cristiana. También explicaba el concepto de sola Scriptura y enumeraba los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. El artículo 7 aclara aún más la «regla de fe» de un anglicano. Explica la relación del Antiguo con el Nuevo Testamento y, al hacerlo, indica qué leyes del Antiguo Testamento siguen siendo vinculantes para el creyente del Nuevo. Los 42 Artículos originales de Thomas Cranmer de 1553 tenían dos artículos separados que fueron reunidos aquí por el arzobispo Parker en 1563 ya que trataban temas relacionados.
Del Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento no es contrario al Nuevo, pues tanto en el Antiguo como en el Nuevo se ofrece a los hombres la vida eterna por medio de Cristo, el único Mediador entre Dios y los hombres, siendo Dios y hombre a la vez. Por tanto, no hay que oír a aquellos que alegan que los antiguos padres solamente esperaban promesas transitorias. Aunque la ley dada por Dios por medio de Moisés, en cuanto a ceremonias y ritos, no vincula a los hombres cristianos, ni los preceptos civiles de la misma deben ser recibidos necesariamente en ninguna comunidad; sin embargo, ningún hombre cristiano está libre de la obediencia de los llamados mandamientos morales.
El artículo deja claro que la unidad de los Testamentos es una consecuencia inevitable del principio de la sola Scriptura: la Biblia es un solo libro, escrito por Dios mismo, y enseña un solo mensaje de salvación a través del Señor Jesucristo, el único Mediador entre Dios y los hombres. Por eso, dice el artículo, no debemos pensar que los santos del Antiguo Testamento «buscaban solamente promesas transitorias». Tomando el principio de la carta a los Hebreos, el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento reconocía que lo que tenían era apenas un anticipo de cosas mucho mejores que estaban por venir. Abraham era un creyente como nosotros, que confiaba en las promesas de Dios para la vida eterna. Esperaba «la ciudad con cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Heb. 11:10). Los anglicanos deben predicar y enseñar la naturaleza histórico-redentora del Antiguo Testamento, porque está lleno del evangelio de la salvación por la sola gracia de Dios, por medio de Jesucristo solamente, a través de la sola fe. Esa es la razón principal por la que los servicios en el Libro de Oración Común incluyen una lectura del Antiguo Testamento y un salmo.
El artículo 7 refuta a los que levantan un muro entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y, con ello, permiten que se levante el mismo muro entre el Nuevo Testamento y nuestra época por la inspiración privada del Espíritu Santo. El razonamiento es el mismo. Pero el artículo 19 en el original de Cranmer que habla sobre la ley del Antiguo Testamento terminaba con una advertencia extra que no se incluyó aquí, pero que nos da una pista sobre el tipo de error que el artículo 7 intenta refutar:
Por lo cual no deben ser escuchados, quienes afirman que la Sagrada Escritura es dada solo a los débiles, y se jactan continuamente del Espíritu, de quien (dicen) han aprendido las cosas que enseñan, aunque las mismas sean evidentemente repugnantes a la Sagrada Escritura.
Los anglicanos norteamericanos entienden muy bien cómo los falsos maestros de la Iglesia Episcopal afirmaron que «el Espíritu Santo estaba haciendo algo nuevo» para apartarse de la enseñanza inequívoca de la Biblia sobre la atracción por personas del mismo sexo y rechazar la doctrina del artículo 7 sobre la inspiración y la autoridad de las Escrituras, que reúnen tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento como uno solo. El Espíritu y las Escrituras nunca se contradicen. El Antiguo y el Nuevo Testamento siempre coinciden.
Continuidades y discontinuidades entre el Antiguo y el Nuevo Testamento
El artículo continúa explicando las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El pacto de gracia para la salvación tanto en el uno como en el otro son de una misma sustancia, pero de diferente administración. Por lo tanto, hay continuidades y discontinuidades en la administración de ellos, especialmente en la aplicación de la ley del Antiguo Testamento. El artículo 7 divide la ley utilizando las tres categorías medievales de ceremonial, civil y moral. Esta explicación era bien conocida entre los teólogos anglicanos, que analizaban teológicamente la Biblia a la luz de la plenitud de Cristo.
- La ley ceremonial concerniente al sacerdocio y la pureza, los sacrificios y el Sabbath, se ha cumplido toda en Jesucristo. Estos rituales eran «una sombra de los bienes venideros» (Heb. 10:1). Jesús es nuestro gran sumo sacerdote que completó el sacrificio final y último. Así pues, estas antiguas ceremonias eran una anticipación de la persona y la obra de Cristo. Por lo tanto, como veremos más adelante, yerra quien sostiene que la naturaleza de la iglesia conserva estas categorías y ceremonias. Los artículos nos recuerdan que no hay lugar en la iglesia cristiana para un orden especial de sacerdotes, altares, lavamientos rituales y sacrificios. Tales prácticas oscurecen la gloria del oficio de Cristo como Mediador y la naturaleza única y definitiva de su sacrificio. El Señor Jesucristo es nuestro gran sumo sacerdote; quienes son ordenados son sus ministros, no sus sacerdotes.
- La ley civil respecto a las relaciones Iglesia-Estado y los castigos judiciales también han dejado de ser vinculantes para el cristiano. Ello se debe a que esas leyes estaban destinadas únicamente a la nación de Israel del Antiguo Testamento para una época específica de la historia de la salvación. Las naciones cristianas, tal como se entendían en la Reforma, son libres de desarrollar sus constituciones y marcos jurídicos que reflejen la administración del nuevo pacto.
- La ley moral se mantiene porque refleja el carácter del pueblo de Dios y lo que espera de él, ya que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento conservan el mandato divino: «Sed santos, como yo soy santo» (Lev. 11:44; 1 Pe. 1:16). Los Diez Mandamientos permanecen y, de acuerdo con el Libro de Oración Común de 1662, los anglicanos deben recitarlos los domingos cuando se celebra la Cena del Señor. La respuesta al escuchar cada mandamiento, «Señor, ten piedad de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley» subraya para nosotros cómo la Ley convence al pecador de su necesidad de la gracia divina y afirma su deseo, por esa misma gracia de Dios, de buscar la santidad como su hijo adoptivo. Pero, ¿qué hay del cuarto mandamiento acerca del sábado o Día del Señor? Parece que cuanto más clara es la comprensión anglicana de la unidad que existe en el Antiguo y el Nuevo Testamento como un solo pacto de gracia, más dispuestos están a dejar de lado el domingo como el día dedicado al culto cristiano. Una de las víctimas que ha dejado la hermenéutica liberal al romper la concordancia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento entre los anglicanos norteamericanos es la pérdida del Día del Señor.
Este artículo hace parte de una serie de comentarios sobre Los 39 Artículos de la Religión Cristiana la cual puede ver aquí.
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Agradecemos al doctor Jansma por permitirnos publicar su serie sobre Los 39 Artículos de la Religión Cristiana en nuestro sitio web. 1Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original al igual que los subtítulos que se ingresan para facilitar la lectura
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