¡Una de las cosas que los ministros hacen regularmente es leer libros! Uno de mis momentos favoritos del año es noviembre, no por el Día de Acción de Gracias (personalmente, prefiero la carne de vaca a la de ave. El pavo es el helado de vainilla del mundo de la comida: insípido, insípido, insípido, a menos, claro, que lo adereces con tocino y relleno, entonces está bien). Amo noviembre porque es la temporada de libros teológicos. Noviembre es el mes en el que las editoriales lanzan un buen porcentaje de sus últimos libros, ya que es cuando hay un exceso de conferencias teológicas y académicas. Espero con ansias recibir el último catálogo de libros, ojearlo, marcarlo y luego agregarlos a mi lista de deseos de Amazon justo a tiempo para Navidad. Espero con interés los libros sobre el último tema candente, o temas de mi interés personal. Por extraño que parezca, realmente disfruto leyendo tesis doctorales publicadas (sí, lo sé, mi esposa dice que necesito buscar ayuda).
Los peligros
Pero uno de los posibles peligros al leer la última y mejor teoría o hipótesis es que tu mente puede quedar cautiva de la idea. A veces, un libro puede ser tan fascinante que, literalmente, me mantiene despierto por la noche. Pienso en las ideas y luego empiezo a conectarlas con otras doctrinas o textos dentro de las Escrituras. Tales experiencias pueden ser excelentes catalizadores para la reflexión teológica, la meditación, la predicación y la enseñanza.
Por otro lado, los libros a veces pueden ser tan cautivadores que secuestran tu mente de una mala manera. Puedes tomar una idea a medias y correr con ella. Por ejemplo, una vez leí un libro que afirmaba que Calvino no creía que la serpiente en el jardín del Edén fuera una serpiente literal, sino que era un símbolo metafórico empleado por el texto. La idea sonaba interesante pero poco probable. Si yo hubiera creído en ello y me hubiera dejado llevar, podría haber incorporado la idea en mi enseñanza o predicación y haber confundido seriamente a mi congregación. Afortunadamente, por la gracia de Dios, ejercí cierta precaución, investigué pacientemente la afirmación y concluí que la afirmación del libro era incorrecta.
La cuestión es que, aunque un libro pueda cautivar tu mente, debes ser prudente respecto a cuánto permites que influya en tu ministerio. Es necesario tomarse el tiempo que se requiera para evaluar, ponderar, considerar cuidadosamente y determinar hasta qué punto la idea es correcta y beneficiosa. A veces, la mejor parte de la sabiduría es la paciencia. Sí, el que duda, pierde, y a quien madruga, Dios le ayuda. Pero también deberías pensar antes de actuar y tener en cuenta que ¡el gusano madrugador es el que se come! Tal paciencia y sabiduría son valiosas no solo para los pastores, sino para la vida en general. No te dejes llevar por la última idea. Ejerce sabiduría con las ideas que eliges promover, enseñar y predicar.
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Este artículo1Los subtítulos y enlaces que redirigen a nuestro sitio web no hacen parte del artículo original. ha sido traducido con el permiso del Dr. J.V. Fesko y fue publicado originalmente en su blog personal. Usted puede comprar sus libros aquí.
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