Hay una cita famosa extraída de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola que creo que ilustra por qué gran parte de la apologética católica romana es irracional y contraproducente. Ignacio de Loyola fue el fundador de los jesuitas. En su libro Ejercicios espirituales, dice:
Si queremos estar seguros de que tenemos razón en todas las cosas, debemos estar siempre dispuestos a aceptar este principio: creeré que lo blanco que veo es negro, si la iglesia jerárquica así lo define”1 Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, trad. A. Mottola, pp. 140-141
Ignacio puede decir esto porque acepta el axioma fundamental del catolicismo romano. Acepta la enseñanza de que la Iglesia católico-romana no puede enseñar el error. En resumen, acepta la doctrina de la infalibilidad del Magisterio católico-romano. Debemos recordar que la palabra “infalibilidad” tiene que ver con la capacidad. Decir que una persona o una institución es infalible significa que no tiene la capacidad de equivocarse. Es imposible que una persona o institución infalible se equivoque… nunca.
Si la Iglesia Católica Romana es infalible, en otras palabras, si no puede (porque no es posible) enseñar el error, obviamente tiene sentido afirmar lo que dijo Ignacio. Si quieres tener la certeza de estar en lo cierto, simplemente te quedas con lo que te diga dicha Iglesia infalible, aunque lo que te diga contradiga tus propios sentidos o razonamientos. Si algo le parece blanco y la iglesia dice que es negro, tienes que creer que es negro. No puedes tener ninguna certeza si confías en tus propias facultades sensoriales o racionales. Tus facultades sensoriales o racionales son, por naturaleza, poco fiables.
Muchos apologistas católico-romanos utilizan algunos de los principios tocantes a la afirmación de Ignacio cuando intentan convencer a los protestantes de que naden por el Tíber2Metáfora que se usa cuando un protestante se vuelve católico-romano, pues geográficamente el río Tíber atraviesa el Vaticano, así como el río Támesis atraviesa las localidades de la Iglesia Anglicana (por lo que también existe la metáfora “nadar el Támesis” cuando un católico-romano llega a ser protestante). y se unan a la Iglesia católico-romana. Estos apologistas señalan regularmente las diferencias de opinión entre los protestantes para forzar la idea de que la certeza epistemológica solo reside en Roma.
A los protestantes se les dice que no pueden confiar en sus propias interpretaciones de las Escrituras, de la historia de la iglesia, de los Padres de la iglesia o de cualquier otra cosa. Ellos no pueden confiar en sus evaluaciones personales ante la evidencia. No pueden confiar en sí mismos para distinguir entre el blanco y el negro. Sus facultades sensoriales y racionales son atacadas en todo momento. Los protestantes que se dejan dominar por esta forma de pensar empiezan a dudar de todo y a preguntarse dónde pueden encontrar un terreno estable. El apologista romano queda entonces a la espera para decir a esos protestantes que el único terreno seguro es Roma. Roma les dirá lo que es blanco y lo que es negro.
Aquellos protestantes convencidos por esta línea de argumentación, la cual ataca sus facultades sensoriales o racionales y hasta su capacidad por estar en lo cierto frente a alguna cosa si no escuchan a Roma, entonces nadan por el Tíber, se unen a la Iglesia católico-romana y concluyen que ahora están a salvo. Creen que tienen certeza y estabilidad. Ahora tienen a Roma para ver y pensar por ellos.
De lo que frecuentemente los protestantes no se dan cuenta es de que han sido convencidos de rechazar el protestantismo adoptando los principios filosóficos del escepticismo. Muchos de estos conversos acabarán sumando dos más dos y se darán cuenta de que los principios del escepticismo no solo socavan el protestantismo, sino que lo socavan todo, incluido el catolicismo romano. Estoy convencido de que esta es, al menos en parte, la razón por la que tantos de los que siguen estos principios al salir del protestantismo no permanecen mucho tiempo en Roma. Terminan como agnósticos o ateos.
Problemas con la elección de convertirse al catolicismo romano
Lo que los protestantes deberían entender es que una vez que una persona acepta los principios filosóficos del escepticismo, no hay certeza en ninguna parte, y la elección de convertirse al catolicismo romano ya no puede ser una elección racional. En el mejor de los casos, solo puede ser un salto de fe irracional, pero ese salto no tiene más fundamentos racionales que cualquier otro, ya sea al mormonismo o a la secta de Jim Jones. El riesgo por saltar es el mismo.
¿Por qué es, en el mejor de los casos, un salto de fe? Porque si tus facultades sensoriales o racionales no son lo suficientemente fiables para leer, interpretar y comprender las Escrituras, tampoco lo son para leer, interpretar y comprender las afirmaciones de los apologistas romanos o las afirmaciones de Roma. Ellos te dicen que tener una Biblia infalible no es suficiente. Dicen que necesitas a Roma como intérprete infalible además de las Escrituras. Pero ambas (la Escritura y Roma) son autoridades externas respecto a ti. Si los únicos medios que tenemos para conectar con el mundo exterior y comprenderlo (a saber, nuestras facultades sensoriales o racionales) son tan poco fiables como para que la Escritura nos sirva de algo, una autoridad externa adicional no va a ayudarnos. Si nuestro acceso al mundo exterior está fundamentalmente roto, no tenemos acceso ni a las Escrituras ni a Roma, ni a ninguna otra cosa fuera de nuestra mente.
En resumen, la Iglesia católico-romana afirma que no puede enseñar el error, que es infalible. Sin embargo, Ignacio y muchos apologistas católico-romanos me dicen que no puedo confiar en mis propios sentidos para distinguir entre el blanco y el negro. Me dicen que simplemente tengo que creer lo que dice Roma. Pero no es tan sencillo. Roma está en una posición externa respecto a mi mente, lo que significa que tengo que utilizar mis facultades sensoriales o racionales para acceder y comprender la afirmación de Roma. ¿Cómo puedo creer lo que dice Roma si no puedo confiar en mis sentidos para oírla y no puedo confiar en mi mente para entenderla?
Al presionar de manera implacable a los protestantes para que acepten los principios filosóficos del escepticismo, los apologistas católico-romanos hacen que su propia actividad apologética carezca de sentido. Los conversos que ganan son los que creen que están ciegos y a la vez que pueden ver. No comprenden que, en última instancia, han caído en el fideísmo irracional.
Los propios esfuerzos de los apologistas romanos son contradictorios por sí mismos. Presentan regularmente argumentos a favor de las pretensiones romanas a los protestantes, pero no pueden negar, con coherencia racional, que los protestantes tienen la capacidad de leer y comprender las Escrituras, la historia de la iglesia y los Padres de la iglesia, y luego presentar argumentos a partir de las Escrituras, de la historia de la iglesia y de los Padres de la iglesia para sus propias pretensiones.
O tenemos esta capacidad o no la tenemos. Si no la tenemos, entonces todo lo que tenemos es o escepticismo total, o fideísmo. Si la tenemos, podemos evaluar las afirmaciones de Roma frente a las Escrituras y la historia. Si evaluamos, descubrimos que la afirmación de que Roma no puede enseñar el error carece de fundamento. Por supuesto, si un seguidor moderno de Ignacio de Loyola (llamémoslo “ignaciano”) te pide que defiendas esa afirmación, está jugando contigo, porque su axioma de partida supone que es imposible que ellos estén equivocados y, a la vez, que es imposible que tú estés en lo cierto. Si intentas mostrarles las contradicciones, harán lo que cualquier buen ignaciano hace: negar lo que ven y quedarse con lo que afirma la Iglesia infalible.
Si muestro al apologista católico-romano que algo es blanco, no importa si a él también le parece blanco. Si Roma dice que es negro, él tiene que creer que es negro. Si dice, junto con Ignacio, que Roma está viendo y pensando por ti, no es sincero de su parte pretender que está interesado en las evidencias a favor o en contra de las afirmaciones de Roma. Como dijo el almirante Ackbar: “¡Es una trampa!”.
Como apunte, los libros y artículos de Richard Popkin han proporcionado abundantes pruebas de que los polemistas y apologistas católico-romanos del siglo dieciséis utilizaron las recientemente redescubiertas (al menos para ese entonces) obras de los escépticos griegos antiguos como parte de su arsenal contra los reformadores protestantes. Dado lo que inevitablemente sucede cuando los principios del escepticismo son adoptados por cualquiera, Brad Gregory podría considerar la posibilidad de escribir un libro titulado The Unintended Counter-Reformation.3Brad Gregory escribió un libro llamado The Unintended Reformation: How a Religious Revolution Secularized Society. Este título podría ser traducido como La Reforma involuntaria: cómo una revolución religiosa secularizó la sociedad.
Creo que allí encontrarás más raíces del secularismo que en ningún otro sitio.
Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Keith Mathison en su blog personal, lo puede conocer aquí: www.keithmathison.org. Le invitamos a conocer los libros que ha escrito el Dr. Mathison aquí.
- 1Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, trad. A. Mottola, pp. 140-141
- 2Metáfora que se usa cuando un protestante se vuelve católico-romano, pues geográficamente el río Tíber atraviesa el Vaticano, así como el río Támesis atraviesa las localidades de la Iglesia Anglicana (por lo que también existe la metáfora “nadar el Támesis” cuando un católico-romano llega a ser protestante).
- 3Brad Gregory escribió un libro llamado The Unintended Reformation: How a Religious Revolution Secularized Society. Este título podría ser traducido como La Reforma involuntaria: cómo una revolución religiosa secularizó la sociedad.