Una de las características más notables del catolicismo romano es su énfasis doctrinal y práctico en María, la madre de Jesús. Todos los textos significativos de teología dogmática católica romana incluyen una larga sección, si no un volumen entero, dedicada a la mariología. Cada año se publican docenas y docenas de libros extensos sobre María, y esto sin incluir todas las velas, estatuas, colgantes, retratos, lámparas de noche, pantallas de lámparas, soportes para rosarios, mantas, rompecabezas y demás con la imagen de María.
Los avances mariológicos de Roma
A lo largo de los siglos, el papel de María en la doctrina y la práctica católico-romanas no ha hecho más que aumentar. En el siglo diecinueve, la Iglesia católica romana declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de María (que no debe confundirse con la doctrina de la concepción milagrosa de Cristo), y en el siglo veinte, esta misma Iglesia añadió el dogma de la Asunción de María. El Vaticano II utilizó el título de “Mediadora” para referirse a María. Como Mediadora, María es vista como la que media en la obra redentora de su Hijo Jesucristo. La práctica católica romana incluye oraciones a María, himnos a María y la exaltación de María como reina del universo. Se trata esencialmente de actos de culto, que convierten a María en una especie de diosa casi divina.
Obviamente, María tuvo un papel único en la vida de nuestro Señor Jesucristo. La encarnación comenzó en su vientre. Como lo expresa la Definición de Calcedonia, el Señor Jesucristo fue “engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, [fue] engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad”. Ella fue en realidad bendecida al ser elegida para esta tarea única. Y su humilde y fiel respuesta a la llamada de Dios sobre ella es un ejemplo modélico de fe.
¿Cuál era el énfasis apostólico?
Dicho esto, ¿el énfasis drástico que se hace de María en la doctrina y en la práctica católico-romanas se relaciona de algún modo con el énfasis que encontramos en la doctrina y la práctica de los apóstoles de Cristo?
No, no se relaciona.
Cualquiera que esté familiarizado con la doctrina y la práctica católico-romanas podría sospechar que el Nuevo Testamento está repleto de enseñanzas acerca de María y lleno de ejemplos de devoción a María. Sin embargo, como suele ocurrir con Roma, la relación entre su enseñanza y su práctica y la enseñanza y la práctica de los apóstoles es inexistente. El énfasis de los apóstoles está en Jesucristo. Como dice Pablo: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1Co 1:23). Y un poco más adelante: “Porque nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado” (1Co 2:2). A nadie le sorprende el énfasis que Pablo hace (de ahí que se llame “énfasis apostólico”) en Jesucristo. Pero ¿enfatizan él y los demás en María de la forma en que lo hace la Iglesia romana?
Veamos una forma de considerar el énfasis: el número de veces que se menciona explícitamente a una persona por su nombre (sé que esto tiene un uso limitado, pero esto es un blog, no un artículo de revista, y esto arroja algo de luz sobre la cuestión).
María, la madre de Jesús, se menciona explícitamente por su nombre un total de 19 veces en todo el Nuevo Testamento. La mayoría de esas referencias se encuentran naturalmente en las narraciones de los nacimientos en los Evangelios de Mateo y Lucas, porque las narraciones de los nacimientos son donde se esperaría la mención de una madre. En Mateo, se menciona a María por su nombre 5 veces. En Lucas, se la menciona por su nombre 12 veces. (Hasta aquí van 17 menciones de 19 totales). En Marcos, es mencionada por su nombre una vez. Fuera de los Evangelios, solo se menciona a María por su nombre una vez en Hechos 1:14.
No se menciona a María por su nombre ni una sola vez en las epístolas de Pablo, Pedro, Juan, Santiago y Judas. Pablo se refiere a ella como “mujer” una vez en Gálatas 4:4 cuando escribe: “Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley”. Pero aun esta única referencia está diciendo algo sobre Jesús y no sobre María: está indicando Su verdadera humanidad. Los eruditos publican continuamente libros sobre la teología paulina de tal o cual doctrina. Sin embargo, ni siquiera es posible escribir un artículo sobre la doctrina paulina de María, y mucho menos un libro, porque Pablo no dice nada sobre ella.
Fuera de los primeros capítulos de Mateo y Lucas, María solo es mencionada por su nombre dos veces en todo el Nuevo Testamento y ni siquiera una vez en las epístolas en las que a las diversas iglesias recién plantadas se les están dando enseñanzas apostólicas fundamentales en cuanto a doctrina y práctica.
A modo de comparación, considera el número de veces que algunas otras figuras bíblicas son mencionadas explícitamente por su nombre en el Nuevo Testamento y en las epístolas:
- Moisés: 79 veces en el Nuevo Testamento (23 de ellas en las Epístolas)
- Abraham: 71 veces en el Nuevo Testamento (33 de ellas en las Epístolas)
- David: 54 veces en el Nuevo Testamento (6 de ellas en las Epístolas)
- Isaac: 18 veces en el Nuevo Testamento (8 de ellas en las Epístolas)
- Noé: 8 veces en el Nuevo Testamento (3 de ellas en las Epístolas)
- Adán: 7 veces en el Nuevo Testamento (6 de ellas en las epístolas)
- Eva: 2 veces en las epístolas
Eva sólo se menciona por su nombre dos veces en las epístolas, y eso sigue siendo más que el número de veces que se menciona a María por su nombre (cero veces)1Como nota al margen, es fascinante saber que alrededor del siglo tercero más o menos, cuando los cristianos empezaron a buscar personas y acontecimientos en el Antiguo Testamento que prefiguran personas y acontecimientos en el Nuevo Testamento, se centraron en Cristo como el segundo Adán. De algún modo, llegaron a la conclusión de que, si Jesús es el segundo Adán, María debe ser la segunda Eva. Toda una mariología comenzó entonces a desarrollarse a partir de este curioso paralelismo que trazaron. Sin embargo, la analogía es defectuosa. Eva era la esposa de Adán, no su madre. Si algo en el Nuevo Testamento es una analogía con Eva, sería considerándola como la esposa de Cristo, no como su madre.. En cualquier caso, nunca se menciona a María por su nombre en ninguna de las epístolas.
¿Es María importante para la fe cristiana?
¿Significa esto que María carece de importancia? No, pero su nivel de importancia es el que los apóstoles situaron cuando escribieron las narraciones del nacimiento en los Evangelios. Ella tuvo la sobrecogedora y única bendición de ser la madre de Dios encarnado: el Señor Jesucristo. Pero una vez que los apóstoles van más allá de las narraciones del nacimiento, ella pasa a un segundo plano. La atención se centra ahora en Aquel que ella llevó en su vientre. La atención se centra ahora en el Señor Jesucristo.
Los apóstoles están centrados en Cristo, en su doctrina y práctica, y no hay ni siquiera un indicio del tipo de doctrina y devoción centrada en María que se encuentra ahora en la Iglesia católica romana. Pablo no habla de ella en sus escritos. Pedro no habla de ella en sus escritos. Santiago no habla de ella en sus escritos. Hablan continuamente de Jesús. Todos ellos predican a Cristo y a Él crucificado.
El énfasis extremadamente equivocado en María en la doctrina y la práctica católicas romanas es simplemente una más de las muchas formas en que la Iglesia católica romana muestra públicamente lo radicalmente diferente que es de la Iglesia que fundó Jesucristo.
Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Keith Mathison en su blog personal, lo puede conocer aquí: www.keithmathison.org. Le invitamos a conocer los libros que ha escrito el Dr. Mathison aquí.
- 1Como nota al margen, es fascinante saber que alrededor del siglo tercero más o menos, cuando los cristianos empezaron a buscar personas y acontecimientos en el Antiguo Testamento que prefiguran personas y acontecimientos en el Nuevo Testamento, se centraron en Cristo como el segundo Adán. De algún modo, llegaron a la conclusión de que, si Jesús es el segundo Adán, María debe ser la segunda Eva. Toda una mariología comenzó entonces a desarrollarse a partir de este curioso paralelismo que trazaron. Sin embargo, la analogía es defectuosa. Eva era la esposa de Adán, no su madre. Si algo en el Nuevo Testamento es una analogía con Eva, sería considerándola como la esposa de Cristo, no como su madre.