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Catolicismo Reformado

En una reciente visita a una librería de Gotemburgo, me topé con una edición antigua del comentario de Buenaventura a las Sentencias de Pedro Lombardo. La semana siguiente, en Copenhague, compré una edición de 1586 de la Suma Teológica de Tomás de Aquino. Revisitar esas obras me hizo preguntarme: ¿Dónde están todos los teólogos hoy en día? Por “teólogos” no lo digo en el sentido de “todos somos teólogos”, sino más bien, en el sentido más técnico, relativo a quien es un teólogo formado, una persona que se ha distinguido por su educación, credenciales, publicaciones y compromiso eclesial.

En mi opinión, la iglesia actual no está produciendo suficientes teólogos del calibre intelectual de los que vivieron en las épocas medieval o moderna temprana. Ni siquiera cerca. No pretendo hablar como teólogo. Soy un pastor al que le gusta la teología, pero técnicamente no soy un teólogo. Sin embargo, creo que tengo suficiente conocimiento de la teología y de su desarrollo histórico como para saber que, por ejemplo, en comparación con los cientos de eminentes teólogos que vivían en el siglo XVII, hoy tenemos muy pocos que puedan llamarse sus iguales, intelectualmente hablando.

Si no me crees, mira cuantos profesores de teología hoy en día podrían pasar este examen teológico de Cambridge para estudiantes de pregrado de 1855.

¿Cuáles son algunas de las razones de la escasez de teólogos de primera clase hoy en día?

Ofreceré algunas reflexiones, aunque creo merece la pena plantear un debate sobre un panorama más completo.

Primero, hay una falta de formación lingüística rigurosa desde una edad temprana, especialmente en América del Norte. Muchos graduados de Maestría en Divinidades terminan su grado apenas sabiendo griego y hebreo básico. La mayoría termina sus grados casi siempre hablando y leyendo solo inglés. Para ponerse al día tienen un largo y doloroso camino por recorrer.

En una conferencia en Dordrecht hace años, pasé tiempo hablando con un colega. Aprendí que era un hablante nativo de italiano y que también hablaba un inglés impecable y decidió hacer su doctorado en alemán. Además de eso, hablaba y escribía en francés y latín. Podía leer griego clásico, griego koiné y hebreo. Tengo otros amigos europeos con habilidades similares.

Creo que fue Gisbertus Voetius quien solía reunirse con un amigo para tomar un café, y hablaban en griego clásico solo para repasar. En otras palabras, estas son el tipo de habilidades lingüísticas que normalmente se necesitan para ser un teólogo de primera clase. ¡Hoy tenemos gente escribiendo teologías sistemáticas que parecen citar solo fuentes en inglés! Se nota rápidamente cuando no pueden trabajar con fuentes primarias en idiomas extranjeros porque están constantemente confiando en literatura secundaria que casi siempre está escrita en inglés. Saber latín, francés y alemán son innegociables, creo, para una contribución verdaderamente valiosa al creciente cuerpo de teologías sistemáticas. Si no puedes acceder e interactuar con algunos de los mejores pensadores de la historia, tu propio trabajo, necesariamente, se verá afectado.

Entonces, una de las razones por las que hoy en día nos falta un gran cuerpo de teólogos de alto nivel se debe a la deficiente formación lingüística. Necesitamos un renovado compromiso con el humanismo cristiano (y el escolasticismo).

En segundo lugar, hay una falta de formación teológica y filosófica rigurosa. Hoy en día, no es terriblemente difícil obtener una Maestría en Divinidades o un Doctorado. Obviamente, hay algunos programas académicos mucho más duros que otros, pero, por ejemplo, la formación en seminarios en América del Norte es tan cara en algunos lugares que temo que muchos estudiantes están abrumados con deudas o están trabajando largas horas en tiendas. A pesar de eso, el rigor de la experiencia del seminario promedio parece ser menos exigente de lo que se necesita. Si dependiera de mí, prohibiría a todos los estudiantes de seminario usar las redes sociales durante tres años mientras se dedican a leer y a formarse en idiomas de manera rigurosa.

No solo las habilidades lingüísticas, sino también las habilidades filosóficas de nuestros teólogos antiguos eran mucho mejores. Simplemente no se podía hacer teología a un alto nivel si no se tenía formación filosófica. Aristóteles es imprescindible, aunque sólo sea para entender de qué hablaban los teólogos anteriores a la Ilustración con sus diversos conceptos y términos. Hay un cierto “lenguaje” del Periodo Moderno Temprano y uno empieza a captar los diversos conceptos y términos cuanto más lee las fuentes de las que se nutrían nuestros teólogos. Se requiere un conocimiento profundo de Santo Tomás aunque sólo sea para dar sentido a gran parte de la teología reformada.

También se necesita estar extremadamente bien informado en la historia de la teología. Recordé esto al editar a Charnock: él no tenía reparos en mostrar su dependencia crítica de la tradición cristiana más amplia. Tal vez hoy en día haya obras por parte de individuos que están mordiendo un poco más de lo que pueden masticar. Están intentando grandes cosas, pero su trabajo depende tanto de la literatura secundaria que uno se pregunta si han hecho el trabajo necesario para poder disertar sobre temas tan pesados. La presión por publicar quizás está haciendo que algunos publiquen prematuramente. En los últimos años, traté con una obra que iba a ser un gran tomo sobre la teología escolástica protestante, pero tras una reflexión más profunda me percaté que no está ni de lejos al nivel necesario para su publicación y las más o menos 80.000 palabras que he escrito no van a ver la luz del día en un futuro próximo. Es otro recordatorio para mí de que ¡los pastores no pueden ser (buenos) eruditos!

En tercer lugar, en general estamos demasiado distraídos hoy en día. Algunos podrían ser buenos teólogos, excepto que parecen pasar demasiado tiempo en las redes sociales. Como vendedores que montan su tienda cada día, algunos parecen iniciar sesión en Twitter y pasan horas teniendo conversaciones, debates, peleas, etc. No sugiero que estén equivocados o pecando, pero es difícil ser un teólogo de primer nivel si pasas horas al día en las redes sociales discutiendo sobre teología, política, deportes, etc. El mero volumen de lectura para convertirse en un teólogo de alto nivel probablemente requerirá un uso limitado y cuidadoso de las redes sociales. Para muchos, eso es pagar un precio demasiado alto, de modo que la teología se considera más como un pasatiempo cuando, de hecho, es urgente, exigente, meticulosa y absorbente. Algunos de nuestros mejores teólogos antiguos tenían que preocuparse, literalmente, de enemigos que deseaban matarlos, pero hoy nos preocupamos por alguien que nos bloquee en Twitter.

En cuarto lugar, en América del Norte se puede pensar que uno es un gran teólogo porque se han rebajado los estándares de lo que constituye un teólogo. Pensamos en los teólogos como aquellos que escriben libros populares sobre teología. Algunos que son simplificadores pastorales de las verdades teológicas tienen un papel importante que desempeñar para la iglesia, pero a menudo confundimos a éstos con los teólogos. La legibilidad para un grupo de masas, a menudo impulsada por la monetización, ha supuesto una bajada general del estándar de lo que antes era mucho más alto en nuestra concepción de un teólogo. O, dicho de otro modo, los teólogos casi nunca deberían ser celebridades populares o pastores populares, lo que significa que algunos de los buenos teólogos de hoy son desconocidos para la persona que está en el banco de la iglesia. Aquellos que pueden, a largo plazo, hacer avanzar nuestro pensamiento en áreas clave son excesivamente raros hoy en día, pero eso es precisamente lo que necesitamos.

En el pasado, especialmente antes de la Ilustración, algunos de los mejores y más brillantes deseaban ser teólogos. Eran las “estrellas del rock” de la época, y la iglesia generalmente se aseguraba de que recibieran una buena formación. A menudo, estos hombres también tenían un importante poder político, ya que toda teología era política y toda política era teológica. Hemos pasado de que la teología sea la “reina de las ciencias” a la “doncella de las ciencias”. Al parecer, la Iglesia tampoco valora a los grandes teólogos. Haría un mejor trabajo ayudando a sus mejores y más brillantes teólogos más de lo que lo hace actualmente. Esto puede explicar por qué -y esto puede ser un trago amargo para algunos- hay algunos teólogos católicos romanos estelares hoy en día, a pesar de estar críticamente equivocados en algunas doctrinas clave. ¿Qué teólogo reformado actual puede igualar a Thomas Joseph White sobre la doctrina de Dios?

Entonces, ¿dónde se han ido todos los teólogos? Murieron hace mucho tiempo, ¡pero Dios resucita a los muertos!

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Este artículo ha sido traducido con permiso y fue publicado originalmente por el Dr. Mark Jones. Le invitamos a conocer sus libros aquí. 1Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original

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    Los enlaces que redirigen a este sitio web no son parte del artículo original

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