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Catolicismo Reformado

Para al menos algunos protestantes de hoy, la idea de considerar a Tomás de Aquino como algo más que un adversario es anatema. En opinión de Karl Barth, quien fue quizá el teólogo protestante más influyente del siglo XX, la teología de Tomás representa la antítesis de una concepción protestante de la gracia y la revelación. Al referirse a los defectos que presentaba la teología de su propia época, Barth sostiene que:

La práctica inexistencia de Santo Tomás en el siglo XVI ha traído consecuencias aún más graves, ya que los reformadores no pudieron percibir con claridad el alcance que tiene la determinante conexión que se da en el sistema católico romano entre el problema de la justificación y el problema del conocimiento de Dios, entre la reconciliación y la revelación.1Karl Barth, “¡No!”, en Emil Brunner y Karl Barth, Teología natural, trad. Peter Fraenkel (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2002 [1946]), 101.

Sin embargo, históricamente muchos teólogos protestantes sí consideraron útil acercarse al pensamiento de Tomás, y no solo para utilizarlo como elemento de apoyo de sus propios enfoques distintivos de los temas teológicos. Entre estos teólogos se encuentran las primeras generaciones de reformadores, para quienes Aquino no estaba simplemente ausente, y de igual manera [están] los escolásticos protestantes de finales de los siglos XVI y XVII, que tenían diferentes razones para apreciar, modificar, seguir o rechazar a Aquino en diversos puntos de doctrina.

Las primeras interacciones que tuvieron los protestantes con Tomás y los tomistas católicos romanos de una variedad u otra fueron hasta cierto punto contingentes y contextuales. El primer oponente en las polémicas de Martín Lutero fue el dominico Silvestre Prierias (1456/1457-1527). Los dominicos eran conocidos por su perspicacia teológica y su cuidado por la integridad doctrinal, por lo cual no es sorprendente que un miembro de esta orden haya tomado la pluma para defender a la Iglesia y al papado de los crecientes ataques y críticas de Lutero. Un dominico como Prierias naturalmente recurriría al pensamiento de Tomás como autoridad, razón por la cual parte de los intercambios de Lutero con Prierias incluyeron discusiones acerca de la naturaleza de la importancia teológica de Tomás.

En contra de las afirmaciones de Barth respecto a su «inexistencia práctica», David S. Sytsma útilmente articula que las apreciaciones mayormente negativas de Lutero sobre Tomás no fueron universalmente compartidas entre las primeras generaciones de reformadores protestantes.2David S. Sytsma, “Appreciating and Appropriating a ‘Sounder Scholastic’: Thomas Aquinas and the Protestant Reformation,” Credo Magazine, vol. 12, no. 2 (Junio 23, 2022). Antiguos dominicos, como Martín Bucero (1491-1551), continuaron siendo positivamente influenciados por su precedente formación intelectual y teológica. Lo mismo puede decirse de los reformadores italianos Pedro Mártir Vermigli (1499-1562) y Girolamo Zanchi (1516-1590), quienes fueron los más destacados entre las figuras que John Patrick Donnelly identifica como parte de un distintivo «tomismo calvinista».3John Patrick Donnelly, “Calvinist Thomism,” Viator 7 (1976): 441-455.

David C. Steinmetz hace ya dos décadas que hizo la [siguiente] observación:

La historia de Tomás de Aquino y el protestantismo aún está por escribirse y no es idéntica a la historia de Tomás y Lutero.4David C. Steinmetz, Luther in Context, 2da edición, (Grand Rapids: Baker, 2002), 58.

De hecho, la historia de la relación entre Tomás de Aquino y el protestantismo no termina con las primeras generaciones de la Reforma, sino que incluye el creciente y extenso acercamiento a Tomás por parte de los escolásticos protestantes de finales de los siglos XVI y XVII.

Escolasticismo antiguo y moderno

Para entender por qué los protestantes escolásticos se interesaban por Tomás de Aquino, al igual que por otras figuras medievales, debemos primero comprender el fenómeno del escolasticismo como tal, tanto en sus expresiones iniciales y maduración en el periodo medieval, así como en su posterior desarrollo a principios de la Edad Moderna.

El escolasticismo medieval surgió de las circunstancias históricas que rodearon la cristianización y eventual disolución del Imperio Romano. En este sentido, podríamos entender el escolasticismo como un desarrollo del monasticismo, el cual buscaba preservar y proteger el auténtico discipulado cristiano en un mundo plagado de tentaciones, corrupción y caos. A medida que las órdenes monásticas fundaban nuevas instituciones, incluidas las escuelas, nuevos modos de instrucción y aprendizaje iban tomando forma. Y esta es quizá la mejor y más importante forma de comprender el escolasticismo, es decir, como un método de estudio apropiado y adaptado a la educación en las escuelas.

El primer libro medieval de texto escolástico fueron las Sentencias de Pedro Lombardo, una colección que data del siglo XII en la que se recogen enseñanzas teológicas del periodo patrístico, organizadas e intercaladas con comentarios, elucidaciones y discusiones. En la época de Tomás de Aquino, cien años más tarde, las Sentencias ya estaban establecidas como el texto principal de teología escolástica. Para poder avanzar y obtener un título como profesor de teología, un estudiante tenía que escribir un comentario a las Sentencias de Lombardo.

Al igual que otros, Tomás de Aquino escribió un comentario a las Sentencias, sin embargo, continuó desarrollando su propio sistema teológico más ampliamente en obras como la Summa contra Gentiles y la Summa theologica, así como en una serie de comentarios a las Escrituras. En su época, el formato escolástico estándar consistía en explorar un determinado tópico siguiendo una progresión lógica de respuestas [dadas] a preguntas [que se hacían] sobre el objeto de estudio. Era costumbre preguntarse por la existencia de algo antes de discutir qué clase de cosa es, cuáles son sus cualidades o características y demás. A menudo, la exposición escolástica se desarrollaba como respuestas a una cierta pregunta (explícita o implícita), como por ejemplo: «¿Qué es un sacramento?» y, a partir de ahí, «¿Qué es el bautismo?».5Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, Libro IV, Distinciones 1-50, traducido al inglés por Beth Mortensen, Peter Kwasniewski y Dylan Schrader, vol. 7, Latin/English Edition of the Works of St. Thomas Aquinas (Green Bay, WI; Steubenville, OH: Aquinas Institute; Emmaus Academic, 2018), 7, 117.

Una herramienta básica para el análisis lógico y sistemático de los temas teológicos es la capacidad de distinguir entre los diferentes sentidos que hay en algo y los diferentes usos o aplicaciones que tiene una verdad. De esta manera, el escolasticismo se basa en la capacidad de distinguir correctamente términos y definiciones, así como medios y usos prácticos. El procedimiento empleado por Tomás en la Suma teológica de incluir una serie de objeciones, seguidas por su «por el contrario» y «respondo que», antes de concluir con respuestas específicas a las objeciones iniciales, es un desarrollo exhaustivo de este tipo de exploración lógica y sistemática de la naturaleza de las verdades teológicas.

Si bien la reconciliación sintética que se da en Aquino entre la fe cristiana y la razón humana es la cúspide de la escolástica medieval, su sistema no es el único programa teológico de la Edad Media que sigue teniendo influencia; y es que el programa escolástico continuó durante la Baja Edad Media y principios de la Edad Moderna, incluso cuando fue desafiado y respondió a otros acontecimientos, como el auge del humanismo y la Reforma.

Es habitual hablar en la historia intelectual de la Edad Moderna de otra fase o periodo del escolasticismo posterior al de la época medieval. Este fenómeno tardío a veces se conoce como «segundo escolasticismo» o «escolástica barroca», y suele referirse al renacimiento de los planteamientos teológicos escolásticos de la Iglesia católica romana en los siglos XVI y XVII. En lugar de comentar las Sentencias de Lombardo, estos escolásticos posteriores a menudo tomaron como punto de partida la Suma teológica de Tomás u otros textos escolásticos, y continuaron desarrollando discusiones teológicas cada vez más complejas que respondían a más de un milenio de desarrollo doctrinal cristiano. Un formato estándar en este segundo escolasticismo es el estudio en teología moral de las cuestiones de justicia y derecho (de iustitia et iure), basadas en el tratamiento que Tomás hace de ellas en la Summa theologica.

Podemos entender mejor el escolasticismo protestante de principios de la Edad Moderna como una expresión particular o variante de este segundo y más amplio escolasticismo, o escolasticismo «barroco».6Véase Wim Decock y Christiane Birr, Recht und Moral in der Scholastik der Frühen Neuzeit 1500-1750 (Berlín: De Gruyter, 2016); y Jordan J. Ballor, “Deformation and Reformation: Thomas Aquinas and the Rise of Protestant Scholasticism”, en Aquinas among the Protestants, ed., David VanDrunen y Mann Mann. David VanDrunen y Manfred Svensson (Hoboken: Wiley-Blackwell, 2018), 27-48. Es decir, a medida que las comunidades protestantes codificaban y formalizaban cada vez más sus identidades confesionales y construían instituciones nuevas y reformaban las ya existentes, se hizo necesario desarrollar un currículo y sistemas teológicos para sus estructuras educativas primarias, secundarias y superiores. Y así como los escolásticos medievales desarrollaron un sistema adaptado a sus propias circunstancias y necesidades, los protestantes (al igual que los católicos romanos) de principios de la Edad Moderna desarrollaron un enfoque metodológico para el aprendizaje en sus escuelas. Por lo general esto lo identificamos como escolasticismo protestante; sin embargo, las escuelas reformadas y luteranas, así como las católico-romanas, compartían entre sí una serie de herramientas y enfoques metodológicos comunes, a pesar de que tenían sus propios énfasis doctrinales y compromisos confesionales distintivos.

Apologética y polémicas

Una de las razones por las que los escolásticos protestantes recuperaron y recurrieron a Tomás de Aquino como una importante fuente teológica fue porque su teología era objeto de creciente debate e importancia para la escolástica barroca en general. La Edad Moderna temprana fue testigo de un renacimiento del tomismo (así como de otras tradiciones medievales), sobre todo a medida que los católicos romanos trataban de enfrentarse a la teología protestante. Una defensa que adoptaron los protestantes, modelada inicialmente por Lutero, fue rechazar a Tomás como autoridad. Este enfoque tenía la ventaja de apelar a una autoridad superior a la de Aquino o incluso Agustín: la Biblia.

Pero otro enfoque era afirmar que las apropiaciones que los católicos romanos hacían de Tomás, o al menos algunos de los usos que hacían de su pensamiento, eran inadecuados o ilegítimos. Los protestantes, especialmente los que habían sido educados y formados en la teología tomista, eran capaces de distinguir los usos legítimos e ilegítimos de Aquino, y en algunos casos reforzaban sus propios argumentos apelando a él como apoyo. Esta apelación positiva a una autoridad común era una estrategia eficaz para defender los puntos de vista propios y socavar la posición del oponente.

En ocasiones se ha descrito la época de la Reforma como una larga discusión en torno a la herencia legítima de Agustín, especialmente en lo que se refiere a la soteriología. En muchos aspectos, la figura de Aquino se cierne sobre los debates de este periodo de forma similar, ya que escolásticos de diferentes confesiones y comunidades eclesiales discutían no solo acerca de la correcta interpretación de las Escrituras, sino también sobre cuáles eran las autoridades tradicionales, desde los Padres hasta los doctores medievales, que apoyaban sus puntos de vista.

La importancia de Tomás de Aquino para los escolásticos protestantes se debe, en parte, a que su figura fue esencial no solamente para los dominicos, sino también para los jesuitas y otros escolásticos católicos romanos. De la misma manera que las primeras generaciones de reformadores a menudo se apropiaron de las distinciones escolásticas empleadas por los teólogos medievales, así como por sus propios oponentes contemporáneos, en ocasiones rechazando y en otras revisando estas distinciones, también los escolásticos protestantes posteriores debatieron con sus adversarios acerca de la correcta comprensión de las distinciones escolásticas, las tradiciones teológicas y las enseñanzas del propio Aquino.

Constructivo y sistemático

Aunque los escolásticos protestantes recurrieron a Aquino en parte como una estrategia apologética y polémica para oponerse a sus adversarios teológicos, estos motivos no fueron los únicos que les impulsaron a recuperar las enseñanzas del Doctor Angelicus. Muchos escolásticos protestantes encontraron útil la teología de Aquino para desarrollar sus propios proyectos constructivos y sistemáticos. De este modo, Tomás de Aquino se encontraba entre aquellos teólogos de la tradición cristiana histórica a los que los teólogos protestantes de los siglos XVI y XVII acudían en busca de edificación, inspiración e iluminación. En la medida en que la síntesis de Tomás representaba todo lo mejor de la tradición escolástica medieval, su pensamiento fue apreciado como el más característico entre los «escolásticos más sensatos».7Véase Sytsma, “Appreciating and Appropriating a ‘Sounder Scholastic’”.

En los últimos años se ha debatido y discutido mucho sobre el grado en que determinados teólogos se han visto influenciados por Tomás y la teología tomista en general en relación con influencias de otro tipo, ya sean patrísticas, medievales (por ejemplo, Escoto), humanistas, filosóficas, etc. No obstante, parece seguro afirmar que Tomás fue una de las figuras más importantes de la época medieval a la que los escolásticos protestantes, y especialmente los reformados, se dirigieron para formular su propia teología.

Unos cuantos ejemplos bastarían para mostrar el repertorio de temas en los que Tomás tuvo una presencia constructiva y positiva por parte de los autores escolásticos protestantes. El teólogo reformado Franciscus Junius (1545-1602) fue uno de los primeros profesores escolásticos de la Universidad de Leiden, en los Países Bajos. En su discusión acerca de la relevancia contemporánea de la administración política mosaica, Junius se basa en gran medida en una distinción tomista entre ley eterna, natural, divina y positiva.8Franciscus Junius, The Mosaic Polity, trad. Todd M. Rester, ed. Andrew M. McGinnis (Grand Rapids: CLP Academic, 2015), 60–64. Asimismo, Junius invoca una variación del criterio de Tomás con respecto a la relación entre naturaleza y gracia. Mientras que Tomás había afirmado que «la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona», Junius escribe que:

La gracia perfecciona la naturaleza; sin embargo, la gracia no la deroga.9ST, I, c.1 art.8 ad 2; Junius, The Mosaic Polity, 38.

Esta misma fórmula fue adaptada en la posterior Synopsis Purioris Theologiae articulada por la facultad de teología de Leiden en 1625. En su discusión sobre la providencia divina, los teólogos de Leiden escriben que «la providencia divina no corrompe la naturaleza, sino que la perfecciona; no la quita, sino que la guarda».10Synopsis Purioris Theologiae, vol.1, ed. Dolf te Velde, trad. Riemer A. Faber (Leiden: Brill, 2015), 269. Más adelante Aquino es citado explícitamente en el mismo tema sobre la cuestión de la permisión del pecado por parte de Dios, y posteriormente al hablar del pecado original.11Synopsis Purioris Theologiae, 280–81; 372–73. Siguiendo a Aquino (y a Junius), la Synopsis de Leiden también afirma la cuádruple tipología jurídica tomista.12Synopsis Purioris Theologiae, 434–35.

La Synopsis Purioris Theologiae tiene su origen en las disputas presididas por los profesores de teología en las escuelas en una serie de ciclos curriculares. Esto habla de la importancia del género para identificar la teología escolástica. Si entendemos el escolasticismo en general como una metodología aplicada en el contexto de las escuelas, entonces podemos concluir que determinados géneros son más adecuados para ser catalogados como escolásticos que de cualquier otro tipo. Es decir, los textos escolásticos son los que se originan o están orientados a la enseñanza y el aprendizaje en el marco institucional de las escuelas (ya sean medievales o de principios de la Edad Moderna). No todo lo que fue escrito por alguien identificado como un autor escolástico (como Junius) es un texto escolástico. Existen otros géneros teológicos –por no mencionar los textos de otras disciplinas– como obras devocionales, confesionales y exegéticas que pueden o no ser tipificadas por los métodos escolásticos dependiendo de la ocasión de su composición. De igual manera, los académicos han explorado cómo se recibieron las obras de Tomás, especialmente sus comentarios, en los periodos de la Reforma y post-Reforma, no solo en las disputas escolásticas más técnicas, sino también en sus esfuerzos exegéticos.13Véase, por ejemplo, David S. Sytsma, “Thomas Aquinas and Reformed Biblical Interpretation: The Contribution of William Whitaker”, en Aquinas among the Protestants, ed., David VanDrunen y Manfred Svensson (Hoboken: Wiley-Blackwell, 2018), 121-43.

Una herencia ecléctica

No toda la recepción que tuvo Tomás entre los escolásticos protestantes fue positiva. Por ejemplo, en su discusión sobre la idolatría, la Synopsis Purioris Theologiae cita a Tomás negativamente cuando afirma «que las imágenes de la Trinidad y de Cristo deben ser adoradas con la misma adoración con la que se adoran los prototipos, y que no hay dos adoraciones sino una sola y la misma».14Synopsis Purioris Theologiae, 474–75. La Synopsis pasa a criticar vehementemente tales prácticas idolátricas. Esto demuestra que la recuperación de Aquino por parte de la escolástica protestante fue ecléctica, en el sentido de que la apropiación positiva dependía de una evaluación normativa de la fidelidad doctrinal y la integridad lógica de los argumentos que encontraban. El puritano Richard Baxter (1615-1691), que también fue un estudioso ecléctico, dijo con toda razón:

Nuestros estudiantes no leerían ordinariamente a Aquino, Escoto, Arminensis [Gregorio de Rímini], Durandus, étc., si no hubiera en estos autores abundancia de preciosas verdades [las cuales son] apreciadas por ellos [los estudiantes] … Hay muy pocos puntos de la doctrina protestante de los que no pueda dar testimonio uno que otro papista.15Richard Baxter, A Key for Catholicks (London: R.W. 1659), 365–66.

Si bien la preocupación de Karl Barth por el estado de la teología en su propia época le llevó a ponerse en contra tanto del catolicismo romano –especialmente el tomismo– como del protestantismo liberal que encontró en la Iglesia y la academia, también comprendió que era necesario hacer un verdadero ajuste de cuentas con las tradiciones de la teología. En cierta ocasión, Karl Barth escribió:

Nada que pueda pretender ser verdaderamente de la Iglesia debe evitar la sobria luz del “escolasticismo”. Por muy libre e individual que sea en su primera expresión, si busca la aceptación universal, se verá obligado a crear una escuela y, por tanto, a convertirse en la enseñanza de una escuela. El miedo al escolasticismo es la marca de un falso profeta. El verdadero profeta estará también dispuesto a someter su mensaje a esta prueba.16Karl Barth, Church Dogmatics: The Doctrine of the Word of God, Parte 1, vol. 1 (New York: T&T Clark, 2004), 279

Los escolásticos protestantes recurrieron a Tomás de Aquino y recuperaron su teología porque hacerlo les ayudaba a avanzar en sus propósitos de establecer escuelas y sistemas de teología ortodoxos y católicos, debidamente fundamentados y reformados sobre la base de la Palabra de Dios. Ellos recibieron a Tomás como una autoridad subsidiaria donde lo encontraron útil y constructivo. La teología de Tomás tuvo que ser considerada responsablemente en su época, como también debe serlo en la nuestra.

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Este artículo ha sido traducido con el permiso del Dr. Jordan J. Ballor y fue publicado originalmente Credo Magazine

  • 1
    Karl Barth, “¡No!”, en Emil Brunner y Karl Barth, Teología natural, trad. Peter Fraenkel (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2002 [1946]), 101.
  • 2
    David S. Sytsma, “Appreciating and Appropriating a ‘Sounder Scholastic’: Thomas Aquinas and the Protestant Reformation,” Credo Magazine, vol. 12, no. 2 (Junio 23, 2022).
  • 3
    John Patrick Donnelly, “Calvinist Thomism,” Viator 7 (1976): 441-455.
  • 4
    David C. Steinmetz, Luther in Context, 2da edición, (Grand Rapids: Baker, 2002), 58.
  • 5
    Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, Libro IV, Distinciones 1-50, traducido al inglés por Beth Mortensen, Peter Kwasniewski y Dylan Schrader, vol. 7, Latin/English Edition of the Works of St. Thomas Aquinas (Green Bay, WI; Steubenville, OH: Aquinas Institute; Emmaus Academic, 2018), 7, 117.
  • 6
    Véase Wim Decock y Christiane Birr, Recht und Moral in der Scholastik der Frühen Neuzeit 1500-1750 (Berlín: De Gruyter, 2016); y Jordan J. Ballor, “Deformation and Reformation: Thomas Aquinas and the Rise of Protestant Scholasticism”, en Aquinas among the Protestants, ed., David VanDrunen y Mann Mann. David VanDrunen y Manfred Svensson (Hoboken: Wiley-Blackwell, 2018), 27-48.
  • 7
    Véase Sytsma, “Appreciating and Appropriating a ‘Sounder Scholastic’”.
  • 8
    Franciscus Junius, The Mosaic Polity, trad. Todd M. Rester, ed. Andrew M. McGinnis (Grand Rapids: CLP Academic, 2015), 60–64.
  • 9
    ST, I, c.1 art.8 ad 2; Junius, The Mosaic Polity, 38.
  • 10
    Synopsis Purioris Theologiae, vol.1, ed. Dolf te Velde, trad. Riemer A. Faber (Leiden: Brill, 2015), 269.
  • 11
    Synopsis Purioris Theologiae, 280–81; 372–73.
  • 12
    Synopsis Purioris Theologiae, 434–35.
  • 13
    Véase, por ejemplo, David S. Sytsma, “Thomas Aquinas and Reformed Biblical Interpretation: The Contribution of William Whitaker”, en Aquinas among the Protestants, ed., David VanDrunen y Manfred Svensson (Hoboken: Wiley-Blackwell, 2018), 121-43.
  • 14
    Synopsis Purioris Theologiae, 474–75.
  • 15
    Richard Baxter, A Key for Catholicks (London: R.W. 1659), 365–66.
  • 16
    Karl Barth, Church Dogmatics: The Doctrine of the Word of God, Parte 1, vol. 1 (New York: T&T Clark, 2004), 279

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