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Catolicismo Reformado

Podría sorprenderles, pero una de las cosas que menos me gusta hacer es orar en público. Creo tener buenas razones para mi desagrado hacia la oración pública. Me gusta orar; para mí es algo muy personal donde puedo mostrarme tal como soy y expresar mis miedos, preocupaciones, alegrías, dudas y muchas otras emociones. Sin embargo, toda la dinámica cambia cuando alguien más escucha la conversación. Por ejemplo, si supieras que el FBI está escuchando tus conversaciones telefónicas, ¿cómo cambiaría lo que dices? Cuando oro desde el púlpito, muchas personas escuchan mi oración. Esa realidad me hace replantearme específicamente cómo voy a orar.

Dado que muchos oídos adicionales sintonizan cuando oro desde el púlpito, me expongo a una respuesta totalmente diferente e inesperada a la oración: la crítica. A lo largo de los años, de vez en cuando he derramado mi corazón en oración pública solo para que alguien se me acerque después y critique el contenido de mi oración. Tal vez olvidé mencionar algo, u oré demasiado tiempo, o no utilicé las palabras adecuadas, o incluso han desafiado mis oraciones en términos teológicos. Así que cuando subo al púlpito, temo ser criticado cuando estoy en mi momento más vulnerable.

Sin importar los miedos que pueda tener, como ministro, no tienes opción. Regularmente tendrás que orar en público, ya sea desde el púlpito o en otras funciones y ocasiones de la iglesia.

¿Qué debes hacer para estar listo para orar en público?

Bueno, créelo o no, a diferencia de la oración privada, deberías prepararte, entrenar e incluso practicar para orar en público. La oración pública es una habilidad adquirida. En la oración privada, siempre que sigas las normas bíblicas, puedes decir y hacer lo que quieras. Pero la oración pública tiene diferentes parámetros debido a su naturaleza pública y abierta. Entonces, ¿cómo puedes prepararte para la oración pública?

Primero, estudia el tema de la oración. Demasiadas personas creen que la oración, privada o pública, no requiere estudio o preparación. ¿Quién necesita practicar la conversación? ¿No es la oración una conversación con Dios? Sí, la oración es similar a una conversación con Dios, pero ¿alguna vez has estado en una fiesta y te has quedado atrapado en una esquina con un pésimo conversador? Una buena conversación es una habilidad y un arte adquiridos, tanto en la entrega como en la recepción. Por lo tanto, estudia las oraciones de las Escrituras; aprende su estructura, términos, ritmos y flujo. Al igual que un niño aprende a hablar repitiendo las palabras de su padre, aprende a orar repitiendo la Palabra de Dios. Aprenderás a alabar a Dios, por ejemplo, cuando sigas los patrones de oración y alabanza en los Salmos. Con demasiada frecuencia nuestras oraciones pueden sonar como una lista de tareas pendientes en lugar de primero perdernos en la alabanza a Dios en la oración.

Segundo, no temas escribir tus oraciones. Por alguna razón desconocida, la gente piensa que las oraciones escritas (o preparadas) son menos espirituales o vibrantes que las oraciones espontáneas. No lo son. Puedes, por ejemplo, orar el Padre Nuestro, que está escrito o preparado, y sin embargo es la oración modelo y difícilmente menos espiritual que una espontáneas. En este sentido, consigue una copia del libro “Leading in Prayer: A Workbook for Ministers” de Hughes Oliphant Old. Está lleno de oraciones bíblicas y escritas que puedes usar en la adoración. Consigue una copia del Libro de Oración Común o “El valle de la visión”, que es una colección de oraciones puritanas. Una forma de aprender a orar bien es leer las oraciones de otros. Puedes usar estas en el púlpito para gran beneficio personal y congregacional. ¿Puedes orar espontaneamente? ¡Por supuesto! Sí. Pero también puedes llevar oraciones escritas al púlpito.

Tercero, en las oraciones públicas recuerda que, como ministro, no estás orando por ti mismo sino en nombre de tu congregación. Recuerda, tu congregación está orando contigo a través de tu oración. Por lo tanto, no uses el pronombre en primera persona. No digas: “Por favor, Señor, ayúdame a predicar bien”. Acabas de convertir una oración corporativa en una individual. Has desasociado a la congregación de tu oración. En cambio, puedes orar: “Señor, ayuda a tu siervo a predicar bien”. Esto es algo que todos en la iglesia pueden orar. Como ministro, oras en nombre de la iglesia, por lo tanto, ora teniendo en cuenta sus necesidades y voz, no solo la tuya.

A lo largo de los años me he sentido más cómodo orando en público, pero aún tengo cierta incomodidad por las razones anteriormente mencionadas. Este temor me ha dado buenas razones para orar para que el Señor me ayude a dejarlos de lado. Si tienes preocupaciones similares, llévalas a Cristo en oración para que te asista en tus oraciones públicas.

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Este artículo1Los subtítulos y enlaces que redirigen a nuestro sitio web no hacen parte del artículo original. ha sido traducido con el permiso del Dr. J.V. Fesko y fue publicado originalmente en su blog personal. Usted puede comprar sus libros aquí.

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