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Catolicismo Reformado

Hay predicadores y teólogos a quienes escuchamos y leemos. Llenan nuestros corazones de alegría porque sobresalen al señalarnos a Cristo. Nos conmueven hasta las lágrimas cuando los escuchamos predicar, o infunden celo en nuestros corazones cuando leemos su prosa clamorosa. Los elevamos y admiramos, los estimamos como nuestros héroes. Y creo que no hay nada de malo en tener héroes teológicos.

Reacciones a sus defectos

Al mismo tiempo, probablemente no tengamos que buscar mucho antes de encontrar defectos: descubrimos que nuestros héroes tenían limitaciones. Hay diferentes reacciones ante tales descubrimientos. Algunas personas (y editores) hacen lo que pueden para ocultar los defectos. Cierran los ojos y se tapan los oídos en el esfuerzo de pretender que su héroe teológico nunca dijo o escribió las declaraciones problemáticas. Algunos editores, por ejemplo, solo publican obras selectas de un autor e ignoran las cosas problemáticas que un teólogo ha dicho. Otros responden a esta situación rechazando completamente todo lo que el teólogo haya dicho. Si cometieron un error, entonces todo lo que el teólogo predicó o escribió está automáticamente fuera de los límites. Sin embargo, ¿existe una mejor manera de abordar esta situación? ¿Debemos pretender que nuestros héroes son perfectos o excomulgarlos completamente por sus pecados?

La diferencia entre tener un héroe y un ídolo

Creo que debemos enfrentarnos a la realidad de que cada teólogo, y por lo tanto cada uno de nuestros héroes, es defectuoso. Todos son pecadores, lo que significa que tendrán deficiencias teológicas, morales y personales. Si no reconocemos esta verdad, entonces coqueteamos con el verdadero peligro de convertir a un héroe en un ídolo. Un héroe es alguien que apreciamos, alguien que nos inspira, mientras que un ídolo es algo o alguien que adoramos. Nunca debemos adorar a ningún ser humano; debemos reservar la adoración solo para nuestro Dios trino. Por lo tanto, siempre debemos medir a nuestros héroes según el estándar de las Escrituras y de Cristo. Podemos seguirlos en la medida en que sigan a Cristo, pero cuando detectemos que dejan de seguir a Cristo, en el punto en cuestión debemos despedirnos de ellos. Tal enfoque, creo, nos permite estimar a nuestros héroes pero al mismo tiempo mantener la supremacía de Cristo y las Escrituras en nuestra teología.

Al final, da gracias a Cristo por darnos héroes teológicos. Podemos regocijarnos de que ha dotado a la iglesia con pastores y maestros (Ef. 4:11-12), quienes a la manera de David derriban Goliat teológicos e inspiran a servir a Cristo. Pero aunque nuestros héroes sean personas conforme al corazón de Dios, también tienen sus pecados y necesitan la gracia de Cristo y el perdón de los pecados. Por lo tanto, sigue a tus héroes, en la medida en que sigan a Cristo, pero nunca dejes que tus héroes se conviertan en ídolos. Además, nunca pienses que eres mejor que tus héroes. Es cierto, es posible que no tropieces en el mismo lugar donde ellos tropezaron, pero sin duda caes en pecado en muchos otros lugares. En consecuencia, nunca quites los ojos de Cristo y regocíjate de que Él no tiene defectos ni pecados y que no es simplemente un héroe, sino nuestro redentor perfectamente justo que merece nuestra adoración y alabanza sin restricciones.

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Este artículo1Los subtítulos y enlaces que redirigen a nuestro sitio web no hacen parte del artículo original. ha sido traducido con el permiso del Dr. J.V. Fesko y fue publicado originalmente en su blog personal. Usted puede comprar sus libros aquí.

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